lunes, 19 de septiembre de 2016

Unidad como estética o como estrategia

por Alejandro Mosquera
Para propios y extraños quedó claro que los principales funcionarios del PRO, comenzando por el Presidente, se sentían en una su plenitud y empatía ideológica y de intereses en el marco del llamado Foro de inversiones que transitó la última semana por el CCK. Entre discursos, reuniones y pasillos los CEOs y los mayoritarios lobistas, se fueron delineando los trazos gruesos de aquello que las corporaciones le piden al gobierno de Macri. Y que este acompaña en lo principal:
  • Mayor baja de salarios argentinos en dólares.
  • Baja en los impuestos hacia su sector
  • Aumento de la tasa de ganancia
  • Descenso brusco del déficit fiscal, incluyendo despidos masivos del sector público
  • Desregulación plena de la economía. Reinado del Mercado sin control por parte del Estado.
  • Seguridad jurídica en cuanto a las medidas neoliberales tomadas y a tomar, que no puedan ser vueltas atrás por un retorno al populismo en las próximas elecciones presidenciales

Detrás del ruido propagandístico del gobierno para tratar de demostrar a la opinión pública que el mundo nos quiere y a pesar de que “hubo que pasar el invierno” estamos en el camino correcto, el evento dejó un pliego de condiciones durísimas para la producción nacional, las pymes y los trabajadores. El mensaje incluido de los lobistas nacionales, es que no hay que quedarse a medio camino, que desaprovecharon 9 meses, que el ajuste debe ser brutal, aunque eso signifique despertar protestas más masivas aún.
Se suma que el próximo lunes arribará al país una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) para auditar las cuentas nacionales. Después de 10 años donde Argentina se mantuvo fuera del control, el gobierno da un paso más en la pérdida de soberanía. Con un discurso justificatorio sobre la inconveniencia de estar fuera del mundo y este es tal como es y no como queremos que sea, se vuelve a las prácticas aberrantes que colaboraron decididamente a quebrar a nuestra Nación varias veces en la historia reciente y no tanto.
El mismo FMI que es co-responsable de las angustias que suceden en los países periféricos de Europa, en particular Grecia, ahora nos viene a controlar, en las próximas misiones seguramente va a proponer metas, y a propiciar enriquecimiento de Bancos e intermediarios financieros en este nuevo proceso de masivo endeudamiento que lleva adelante el ejecutivo nacional.
Ante la oleada restauradora
El retorno del salvajismo neoliberal no puede explicarse solo como resultado de una elección, o del enojo de las capas medias con CFK, o el agotamiento de una parte de la población con el estilo de gobierno después de 12 años.
La solución no sería difícil, busquemos mejores candidatos, caras nuevas, con nuevos estilos y ya nos acercamos a la derrota de la restauración conservadora.
Sin embargo, un análisis profundo podría advertir un escenario más complejo sobre la emergencia del neoliberalismo nuevamente en nuestras tierras. En primer lugar, hay que desechar la idea mentirosa que se propagó antes del triunfo de Macri, acerca de una etapa pos-neoliberal y de una agenda distinta de la derecha emergente. El neoliberalismo sigue siendo la tendencia dominante en esta globalización. Es el dominio de una fracción concentrada del capital financiero. Sus políticas levantan rechazos por izquierda, también por ultraderecha, pero ello no cambia el signo principal de la época.
Los organismos internacionales están encolumnados tras la matriz neoliberal, sus recetas e imposiciones a los países y gobiernos van en ese sentido. Las crisis que sus políticas provocan se proponen solucionar con la profundización del credo neoliberal.
El bloque de poder en Argentina para esa restauración está compuesto de un entramado poderoso de intereses extra-nacionales, de las grandes corporaciones, de los medios hegemónicos, de las empresas dueñas de la tierra, de bancos y grandes capitales financieros. No comparto la idea de un Macri exclusivamente títere de esos intereses. Parece ser, sobre todo, un exponente genuino de ese bloque pero que está visto como un gobierno de transición.
Ese bloque está dispuesto a jugar fuerte para que no retorne ninguna experiencia populista o de izquierda. Sienten que los gobiernos K los desplazaron de los lugares de decisión de la política nacional. No en el mero sentido de la imposibilidad de poner a sus gerentes en sus ejecutivos, sino que la política no se subalternizó a sus intereses. Gran parte del poder judicial es utilizado como instrumento de proscripción de las variantes populares. No solo del kirchnerismo, actúa también como amenaza o acción directa sobre quienes se oponen al dogma en el poder.

La magnitud de la tarea popular habla de que no se puede seguir actuando como si la derrota no hubiera sucedido. Minimizando el significado del roll back que manifiesta la ola neo conservadora en América Latina.
Exige inteligencia estratégica y no solo voluptuosidad táctica. El punto que quiero remarcar es que se necesita construir un grado muy amplio de unidad. Construir una nueva mayoría no se puede traducir en la práctica encarnada en “yo soy la nueva mayoría”. Se requiere la capacidad de ver la pluralidad del pensamiento nacional. Que la reducción a dos modelos, dos campos, a veces niega la diversidad del movimiento popular que necesita unirse.
La unidad no es entonces un concepto moral, sino una estrategia política para lograr cambiar la correlación de fuerzas y poder derrotar política y culturalmente a la derecha. Es, entonces, gestar un nuevo bloque político, social, económico y cultural.
El partido justicialista está en ebullición, se conforman grupos, se discute. Algunos se alejan de CFK, otros se alejan del kirchnerismo y no se quieren alejar de CFK. El kirchnerismo más orgánico en muchos casos es invadido por el síndrome de la fortaleza sitiada y no acepta hablar de balance porque favorece a Clarín. Otros hablan demasiado rápido de traidores. Algunos despliegan concepciones macarthistas. Otros se sienten más macristas que peronistas. Hay frenterenovadores que le hablan al peronismo e incluso al llamado “progresismo”, otros al poder real.
Es natural después de una derrota. Pero allí no habita la estrategia.
Vivimos una etapa de muchas agrupaciones, pero faltan actores para lograr un frente que exprese la nueva mayoría a construir. Es una desafió de los meses venideros en todos los ámbitos, tanto sindical, político, social, cultural, económico.
¿Es posible aunar en un bloque a los que respaldan a CFK pero no se sienten interpretados por las orgas actuales, a aquellos que defienden las grande políticas de los últimos años que tampoco son representados ni por los exfuncionarios ni por CFK, a los que votaron en forma diversa pero se sienten agredidos por las políticas neoliberales? ¿A los partidos y agrupaciones populares y de izquierda? ¿A los trabajadores y sus organizaciones representativas? ¿A los ciudadanos de a pie?
Parece allí estar la clave. La lucha de candidatos que se van posicionando es totalmente genuina. El error sería actuar como si nada de lo analizado nos hubiera pasado, luchando por parcelas de poder en un contexto más reducido. Se trata de avanzar hacia una victoria popular y no una victoria personal en el marco de una derrota popular.

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