–Uno
de los errores señalados desde adentro durante los doce años de
gobierno del FpV fue la comunicación de las acciones de la gestión.
Ahora, desde adentro de Cambiemos dicen que están comunicando mal lo
que quieren llevar a cabo. ¿Por qué cree que ocurren estas
cuestiones en tiempos de híper información?
–No hay problemas específicamente comunicativos. Los problemas de
un gobierno, de cualquier proceso hegemónico, son políticos.
Política es la acción y su interpretación. Los gobiernos
kirchneristas chocaron contra duros problemas de la estructura
económica y de la subjetividad social atravesada por la hegemonía
neoliberal. El gobierno de Macri está chocando y difícilmente deje
de chocar contra la sensibilidad igualitaria y combativa de grandes
franjas de nuestra población.
–Habida
cuenta de la estampida mediática; el cierre de diarios, revistas,
canales de televisión, radios, y la eliminación de programas a
partir del 10 de diciembre de 2015, ¿qué opinión tiene de la
elección del empresariado mediático por parte de la administración
del FpV durante sus mandatos?
–No hubo tal “elección” del empresariado mediático. Hubo
empresarios que aprovecharon una necesidad material del kirchnerismo
y la aprovecharon para hacer muy buenos negocios, no muy legales
algunos de ellos, por lo que estamos viendo con Sergio Szpolski, por
ejemplo. La superación del dominio del neoliberalismo no es un
problema de acumulación de medios sino de una experiencia social y
su interpretación.
–¿Cómo
catalogaría al periodismo actual en el plano político y en el plano
social?
–El periodismo no escapa a una lógica mercantil-capitalista. Lo
que se da hoy es una cuasi uniformidad de los mensajes determinada
por la combinación de un resultado electoral y una extraordinaria
concentración de la propiedad. De los medios, pero no sólo de los
medios. El periodismo como profesión está enfermo de mercantilismo,
de competencia y de carrerismo. No es, en este sentido, ninguna
excepción: pasa lo mismo con la medicina, con la abogacía, con el
futbol y hasta con el psicoanálisis.
–¿Cuáles son los cambios ocurridos en lo referente a la
libertad de prensa en una democracia de corte liberal y cómo pueden
remediarse si los considera adversos a la comunicación?
–La libertad de prensa es siempre relativa. Hoy en la Argentina
se limita a una libertad de mercado que como en cualquier aspecto es
una libertad de los poderosos. Esa “libertad de mercado” consiste
en materia de comunicación en la libertad de los dueños de las
cadenas mediáticas de imponer el discurso único de los grandes
poderes concentrados nacionales y globales. Lo demás es resistencia.
Y puede ir creciendo en la medida en que los conflictos que se
insinúan en el curso neoliberal se profundicen.
–¿Cree
estar en presencia de un Partido Mediático que juzga, condena y
digita la actividad política y la actividad judicial?
–No hay un partido mediático como no hay un partido judicial. Hay
un ejercicio del dominio por parte de los poderosos en los medios en
el poder judicial y en muchos otros terrenos, que no tiene hoy casi
ninguna restricción estatal, salvo en los casos en que pudiera haber
refriegas secundarias entre un gobierno del gran empresariado local y
global y su propia base social. Son contradicciones entre
política y negocios que son inevitables pero no devienen conflicto
principal.
–Ante
los cambios operados en la programación de los canales de aire y la
casi absoluta condescendencia de las señales de noticias de cable
(lo mismo en las radios y en los medios gráficos), ¿qué salida
queda para la posibilidad de escuchar, ver o leer otro tipo de
información?
–La información prolifera. Y se puede desarrollar un ejercicio
en amplia escala de la libertad de prensa contra la prensa
mercantil-monopólica. De hecho hay signos de eso. Además, todo
dependerá del curso de los conflictos. Hoy, por ejemplo, hay una
unidad sindical en contra de la política del macrismo y se insinúa
una sublevación popular en el sur del país con la cuestión de la
política petrolera. Y todo eso en plena fiesta de la manipulación
mediática público-estatal. Nadie puede asegurar qué pasa con el
discurso único si la nueva etapa neoliberal no consigue sostener y
afianzar un consenso social y político. Y no está escrito que
vaya a lograrlo.
–¿Cree
que hubo un cambio de actitud de la sociedad ante el periodismo luego
del 10 de diciembre?
–Los cambios están en desarrollo. Por ahora sigue el show de las
denuncias contra el anterior gobierno. Pero después de cinco
meses de devaluación, tarifazos, despidos y pérdida del poder
adquisitivo del salario, la trama se debilitó. Aparecen hendiduras
notables y no está a la vista cómo puede cerrarlas un proyecto
pensado para la acumulación de rentas por parte de los sectores más
poderosos. Puede ser que consigan consenso y no sería la primera
vez, pero no es nada seguro.
–¿Piensa
que es posible recuperar la multiplicidad de voces luego de la marcha
atrás de la Ley de Medios?
–La multiplicidad de voces es, insisto, una construcción política
y no un determinado mapa de medios o una buena norma legal. De hecho
los monopolios mediáticos siguieron existiendo y funcionando en la
plena vigencia de la ley de 2009. Entonces parece que no es un
problema “de los medios” sino del poder. Entre otras cosas
del poder que se tenga para hacer cumplir la ley. Lo que
multiplica las voces es el conflicto político, la crisis política.
De otra manera nadie podría explicar la emergencia del kirchnerismo
después de una larga década de certezas monopólicas neoliberales
en todos los principales medios de comunicación. Claro que la
creatividad en materia de medios y formas de comunicación forma
parte de esa política y de la estrategia para hacerla viable. En una
palabra, la cuestión de la libertad y la multiplicidad de voces
no se definen en el interior de los medios sino que es una resultante
de una determinada relación de fuerzas política.
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