El
programa económico del presidente Mauricio Macri agrava día a día
la situación de riesgo de la industria nacional y las empresas de la
economía solidaria, con la recesión, la apertura de importaciones y
los tarifazos a los servicios públicos que el sector también paga.
El
nuevo capítulo de esta historia llegó desde la ciudad bonaerense de
Pigüé, donde la Cooperativa de Trabajadores “Textiles
Pigüe” (CCTP) lucha a diario desde hace doce años para sostener
una propuesta empresaria equitativa y solidaria, sin patrones pero
con una fuerte y exitosa apuesta por la productividad y el empleo
local.
El
trabajo diario de la CTTP por correr las fronteras de lo posible se
topó con un nuevo obstáculo este martes, cuando la
empresa recibió la primera factura de gas de los precios macristas.
Con un consumo similar, la cuenta multiplicó casi por siete a la
anterior: de 29.176 pesos, el monto saltó a la exorbitante suma de
201.829.
El
periodo que comprenden las dos facturas, de febrero a marzo y de
marzo a abril, evidencia que en ninguna se generó un
consumo extra para calefacción, sino que casi todo se destinó a
tareas industriales que lo vuelven necesario.
La multiplicación que salta a la vista en condiciones prácticamente
iguales, refleja otra conclusión: el poco interés que a
los ojos del programa oficial tienen la industria nacional, los
proyectos cooperativos y solidarios y las economías regionales.
Reconocida en el mundo, la CTTP ha relatado su experiencia en todos
los continentes y es tomada como modelo en Europa, donde las recetas
que aquí están comenzando a aplicarse generaron una fabulosa
crisis, inédita en décadas.
La
historia de la Cooperativa pigüense es arquetípica y un modelo
entre sus pares del país. En una pequeña ciudad del interior
provincial, sus trabajadores recuperaron una empresa
fundada durante la dictadura y vaciada en el comienzo del siglo.
Desde 2004, han incrementado su producción y plantel de obreros,
todos ellos dueños de sus plantas fabriles, escrituradas a nombre
del colectivo en 2014.
La
tarea constante de los 150 trabajadores de “Textiles Pigüé” es
reconocida en toda la región sudoeste de la provincia, donde
colaboraron con el surgimiento de otras cooperativas y de PyMES, se
convirtieron en compañeros de senda de los organismos de derechos
humanos y comenzaron un intercambio con la Universidad
Nacional del Sur, donde se graduó el ingeniero industrial Marcos
Santicchia, que ahora es el presidente de su Consejo de
Administración. El vínculo
con las academias incluye también la profunda relación con el
programa de Facultad Abierta, de la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires.
En
marzo, su histórico referente Francisco Martínez anunció una nueva
apuesta de la CTTP: la incorporación de dos nuevas
unidades productivas, con el objetivo de generar mayor producción y
más fuentes de trabajo. Una de ellas es de bondeado, es decir de
pegado de tela con espuma. La otra, de sublimado para la confección
de prendas deportivas, permitiría a la CTTP proveer productos
terminados a una empresa que viste a buena parte de los equipos de la
Primera B Nacional de fútbol y avanzar en el lanzamiento de una
marca propia de la Cooperativa.
Con
el rubro textil sufriendo una retracción todavía leve en la
demanda, esas oportunidades de mercado estaban confirmadas. Por ello
es que la CTTP invirtió en la compra de los equipos y
proyectó como inicial la incorporación de seis trabajadores, a los
que su carácter de asociados convertiría también en dueños de su
fábrica. Exactamente lo opuesto al paradigma en boga, propiciado
desde el nuevo Estado. En una
economía como la pigüense, de alrededor de quince mil personas, el
sostén de seis familias hace la diferencia.
Fundador
de la CTTP, Martínez fue actor protagónico de las viejas luchas.
Las fotos de los tiempos de la recuperación de la fábrica y la
resistencia a los desalojos lo encuentran junto a sus compañeros,
dispuesto a recibir los palazos de la represión policial o los
abrazos de las Madres de Plaza de Mayo, que llegaron a Pigüé para
acompañarlos. La factura actual está sobre la mesa, los
más de 200 mil pesos asombran la vista y el día, suenan a mal
presagio o a vulgar amenaza.
El
Estado parece volver a confiar los destinos de miles de seres humanos
al mercado. “No importa –dice Martínez a esta Agencia-. Como
hemos demostrado históricamente, jamás el mercado va a indicar a
esta Cooperativa la exclusión de ningún compañero”.
Cuando la voracidad buitre convierte en una duda amarga el futuro
inmediato, los principios de un grupo de hombres y mujeres son la
mejor de las certezas posibles.

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