domingo, 17 de julio de 2016

En cada esquina un grito: No al tarifazo

Bajo la lluvia y el frío, una ola de calor sacudió distintas ciudades del país con gente movilizada en las calles reclamando contra los tarifazos. En el Obelisco, cita original, a las siete y media de una tarde que ya es noche comienzan a sonar cacerolas y silbatos. Sobre la esquina de Corrientes una estoica cola se convierte en platea privilegiada de la protesta. Mujeres y hombres esperan en fila la combi que los traslada del Centro a Ezeiza, después de la jornada de trabajo. 60 pesos ida y otros 60 de vuelta que, saben, demorará la protesta.
Una a una, las personas de la fila responden qué opinan de los que están comenzando a hacer sonar este No al Tarifazo. El escrutinio final arroja 37 simpatías escuetamente expresadas y una sola voz que se explaya: es la de una estudiante de Relaciones Internacionales, 23 años, que sintetiza: “Estoy de acuerdo. A todos nos afecta el tarifazo, pero no sé si esta es la mejor manera de expresarlo porque así me afectan también a mí, que quiero llegar a casa temprano”. El muchacho que está atrás en la fila la interrumpe. Es técnico en computación, tiene 35 años y parece muy enojado: “Estoy totalmente en desacuerdo con esto: tendríamos que ir a la casa de Macri, porque él ahora está ahí calentito, en patas, y yo estoy acá, mojándome”. La señora de adelante lo calma: “Está bien. Esto está bien. Estamos en democracia”.
La frase final es aún más didáctica: “Y estos se fueron al carajo”.
No se refiere a los manifestantes, por si hace falta aclararlo.
Así no se puede”

Por la Avenida 9 de Julio todavía circulan autos y uno lleva el baúl cubierto con una gran bandera de Boca. Es el único que grita: “Vayan a laburar”. El resto hace sonar la bocina para alentar los cantitos de consignas que son agitadas por los únicos que llevan parlantes: el MST instaló temprano una carpa y una radio abierta, comienzan a llegar grupos del Movimiento Evita y otros de agrupaciones de izquierda, pero la mayoría es gente suelta, que se suma de a dos (Norma y Carla: “No trajimos cacerolas porque venimos directo del trabajo”) , de tres ( Inés, su marido y su vecino: “Te doy mi mail para que me mandes la foto así se la muestro a mi nieto”) o sola (Cati, con tapa de olla y cuchara en mano: “Voy a protestar a Tribunales por lo que hizo la justicia: cómo van a avalar un aumento del 500%. No tienen vergüenza”) hasta alcanzar, gota a gota, a conformar esa marea que corta el tránsito y colma el Obelisco, hasta Corrientes.
¿Cuánta gente hay?
Responde, a las 20 en punto, Sebastián Salgado, corresponsal de TVSpain. “Tengo bastante experiencia en esto y digo: 5 mil”. En la vereda de enfrente acaba de llegar el único móvil de la tevé que se hará presente en esta primera protesta contra los tarifazos. El periodista se niega a calcular la cifra. Los técnicos arriesgan: Tres mil”. No tienen orden de salir al aire todavía, aclaran. ¿Qué esperan? No hay violencia, ahora tampoco consignas, sí mucho ruido y abundan testimonios como el de Diego, 33 años, kiosquero de Palermo. “Pagaba 1.500 pesos de luz y ahora me llegó una factura de 6.000. Es mi fuente de trabajo y están jugando con eso. Yo intento que las cosas vayan bien a pesar de todo, organizo sorteos, trueque de figuritas entre los chicos, cosas que sumen al barrio y que vayan más allá de lo comercial. Pero así no se puede. Nos están dando un palazo y es mortal. No creo que haya un lugar en el mundo donde hagan esto y no pase nada. Todo tiene un límite”. Mientras habla sostiene sobre su cabeza una cartulina en la que escribió con marcadores negro y rojo: “El tarifazo es un crimen de lesa humanidad: Chau Aranguren”. El ministro de Energía, su vínculo con la corporación Shell y sus atributos personales encabezaron el top ten de menciones de carteles, consignas y recordatorios populares.
Por la avenida Corrientes llega una nutrida columna con los representantes de dos asociaciones de defensa del consumidor –ADDUC y DEUCO- enmarcada con una bandera blanca con una sola consigna: “No al tarifazo”. La encabezan Osvaldo Bassano y Pedro Gusseti, los respectivos presidentes de esas organizaciones, y las más de 500 personas que los rodean son hombres y mujeres que se presentan como dueños de pequeños comercios castigados por las tarifas. Por la otra esquina está sumándose a la multitud la Colectiva Lohana Berkins, que canta: “Olé, olé, olé, olá: el tarifazo se va a acabar cuando saquemos a este facho liberal”.
Solo, Jorge, comerciante de Lanús, se moja aferrado a su cartel: “400% las pelotas”. Resume: “Pagaba de agua 170 pesos y ahora me llegó una factura de 780. No recibí todavía ni la de gas ni la de luz, pero ya sé que si siguen esa lógica, cierro”.

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