domingo, 27 de marzo de 2016

‘Madre e hija’, la historia de la foto símbolo de una resistencia

Perfil - 26/03/2016
“ Lo cierto es que la foto es del 25 de noviembre de 1982, en la Plaza Alsina de la localidad de Avellaneda, en el sur de la provincia de Buenos Aires. La niña se llama Mariela Pérez, tiene 4 años y su madre es Blanca Freitas, de 23. Reclaman por la aparición de un familiar: su tío y hermano, Avelino Freitas, delegado de Molinos Río de la Plata, que desapareció en Avellaneda cuando esperaba el colectivo para ir a trabajar, el 1º de julio de 1976.
Tenía 28 años y cuatro hijas, una en camino. Cuando lo secuestraron, su mujer estaba embarazada de tres meses. Jamás conoció a su cuarta hija. Su mujer, al quedar sola, tuvo que tomar trabajos de tiempo completo. Entonces, la madre de Avelino, también llamada Blanca, terminó haciéndose cargo de sus cuatro nietas, junto con su hija Blanca, la de la foto... Unos minutos antes de que se tomara la foto, la mayoría de los fotógrafos apretaban el obturador para retratar a una niña llorando, mientras su madre la alzaba para consolarla. Era la primera semana de trabajo como fotógrafa en el diario La Voz del Interior de la joven Adriana Lestido.
A ella le daba pudor fotografiar un momento tan íntimo de una madre consolando a su hija. Entonces decidió esperar y quedarse a su lado. Cuando la mayoría de los fotógrafos se alejaron para sacar fotos al escenario donde se llevaba adelante el acto, vio el momento y lo hizo eterno.
No sabía, con 27 años, que ese instante cambiaría su carrera para siempre. Gracias a esa imagen ganó respeto en el diario, en un oficio que era más bien de hombres, y los años siguientes haría fotografías en serie de madres e hijas, en distintos contextos. Ese vínculo sería su insignia y su espejo: ella también había perdido a un hombre amado. Su pareja, Guillermo “Willy” Moralli, había desaparecido en julio de 1978. Era militante de la Vanguardia Comunista.
El 26 de noviembre de 1982, al día siguiente de la marcha, la foto fue tapa del diario. Con los años, recorrió el mundo. Adriana jamás volvió a ver a esa madre y esa hija. Pasó décadas buscándolas. Recién en 2013, 31 años después, conoció a Blanca. Pero no a la niña Mariela. Hasta que hace una semana, para esta nota, todas se reunieron por primera vez y Adriana volvió a fotografiarlas 34 años después...”

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