domingo, 19 de junio de 2016

López, igual pero distinto

Robar está mal. Robar a alguien que tiene menos, está aún peor. Robarle al Estado es, por definición, robarle a todos los que menos tienen. Lo mismo da que sea a través del pago de coimas dentro de sobreprecios en la obra pública, la evasión impositiva, la contratación de empresas propias para la adquisición de combustibles o la compra de dólar futuro a $10 y su revaluación a $15.
Desde las sospechas de coimas y sobreprecios de las cajas PAN en 1984 hasta la captura de José López con casi 9 millones de dólares, innumerables casos de presunta corrupción se han presentado en la Argentina. En denuncias judiciales, mediáticas o en rumores pasillescos que todo el mundo conocía, aunque aseguraba desconocer.
Un presidente que ante la incorporación, de buenas a primeras, en su declaración patrimonial, de una cuenta de U$S 18 millones en un paraíso fiscal, da como toda respuesta “la verdad es que ni me di cuenta” tiene un tratamiento mediático muy diferente a un ex secretario de Obras Públicas al que le encuentran U$S 9 millones en el baúl de su auto. ¿Por qué?
1 – Su carácter cinematográfico
Henry Miller solía decir, hablando de la forma y el argumento, “es muy distinto enterarte de que tu pareja te engaña a entrar a tu casa, oír los gemidos y abrir la puerta de la habitación para ser testigo del clímax que alcanza tu pareja con otra persona”. Convengamos que es mucho más atractivo y despejado de dudas, una persecución por el gran Buenos Aires, de madrugada, con un tipo tirando bolsas de dinero sobre el muro de un convento que la aburrida tarea de pelar como una cebolla, capa por capa, las sociedades fantasmas, radicadas en países que procuran opacidad en los negocios, hasta encontrar que alguien tiene en una cuenta numerada, una cantidad de dinero injustificable, en una hermosa isla del Caribe.
2 – La necesidad de convertir el caso en regla
Es un proceso inductivo que ya hemos explicado en Las grandes palabras vacías: 1, 10, 100 funcionarios corruptos de la anterior administración, inducen a la regla de que todos hacían lo mismo. Es una distorsión argumental a la que estamos acostumbrados. De hecho es la línea argumental de Jorge Lanata en su columna de esta semana, donde temerariamente, caracteriza al gobierno kirchnerista, lisa y llanamente, como una banda organizada para saquear al Estado. Una interpretación que además de interesada, tiene una contra argumentación fáctica, si fuera como él lo dice ¿Por qué en ese período fue el mayor crecimiento del Estado en términos relativos y absolutos? Si es que se trataba de un saqueo, el proceso debió dejar como saldo lo contrario. Incluso el patrimonio neto del Estado decreció desde la asunción del nuevo gobierno.
3 – La oportunidad de desviar la atención hacia otros temas
Esta misma semana, mientras los medios dedicaban un gran lugar a este tema, se aprobaba en la Cámara de Diputados el proyecto ómnibus que propone el blanqueo de capitales, la eliminación del impuesto a los Bienes Personales y la venta de la acciones del Estado del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, entre otros temas. También el caso de incompatibilidad del Ministro Aranguren donde su cartera adquirió los servicios de una empresa de la que es socio. Sumado a lo que los analistas indican como el peor momento en la opinión pública del nuevo gobierno. Todo esto quedó en un segundo plano o directamente se sacó de plano.
4 – Decretar por fin, la muerte del kirchnerismo
Muchos medios y dirigentes creen haber encontrado en este hecho, el tiro de gracia que entierre definitivamente cualquier aspiración de retorno de la fuerza política que gobernó la Argentina durante 12 años. Hemos asistido ya a varios anuncios definitorios sin que se corroboren en la realidad. Será mérito o desidia de ambas partes hacer que se convierta en hecho o no.

La realidad es una mesa de arena que se moldea día a día, donde la ambición de construir una montaña, termina desenterrando los esqueletos del pasado.

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