martes, 19 de septiembre de 2017

Las contradicciones del gendarme

nuestrasvoces.com.ar - Por Juan Alonso | 17 de septiembre de 2017
El alférez, Emmanuel Echazu fue herido durante la represión en la que desapareció Santiago Maldonado dentro del Pu Lof de Cushamen y no en la tranquera de la comunidad como declaró inicialmente. Esto complica la versión del delito en flagrancia, tal como aseguró, Pablo Noceti, jefe de Gabinete de Patricia Bullrich, que ese día estaba a siete kilómentros en las estancia de Benetton. ¿Quién hirió a Echazu? ¿Santiago Maldonado, uno de los testigos mapuche? Contradicciones, declaraciones confusas y mentiras en los testimonios de los gendarmes.
La estrategia judicial y mediática del Poder Ejecutivo para hacer zafar al jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, de su responsabilidad en la desaparición forzada de Santiago Maldonado comenzó a quebrarse. Ayer declararon cuatro gendarmes y quedó en evidencia que uno de esos efectivos, Emmanuel Echazu, resultó herido en el pómulo dentro de la Pu Lof en resistencia del Departamento Cushamen, provincia de Chubut, entre las 11 y las 12 del 1 de agosto –estando en la vera del río y no en la tranquera de la comunidad como había dicho en sus “deposiciones administrativas” ante el Ministerio-, en el momento en que desapareció Santiago durante un operativo de la Gendarmería en el kilómetro 1848 de la ruta 40.
El relato judicial de los tres compañeros del alférez Echazu revela dos hechos fundamentales: fue herido dentro de la comunidad mapuche y no hubo delito en flagrancia. Es decir que la Gendarmería actuó de forma ilegal al ingresar a la Lof y el jefe máximo del operativo, Noceti, estaba en ese momento a escasos 7 kilómetros en la estancia Leleque de Luciano Benetton.
Veamos:
Echazu fue herido en el río. Le fracturaron el pómulo de un golpe de puño o con una piedra. Tampoco se descarta una patada. Santiago había comenzado a practicar boxeo chino en El Bolsón, pero ni siquiera tenía cinturón blanco y era un alumno regular.
Cuando un compañero de la fuerza le preguntó a Echazu qué le había pasado en el río y por qué tenía sangre en el uniforme, respondió de forma escueta “no lo sé”.
Echazu no entró herido a la Pu Lof. Lo hirieron dentro de la comunidad luego de un supuesto enfrentamiento cuerpo a cuerpo con “un manifestante” o con un grupo de “manifestantes”. Uno de ellos, vestido de negro, dicen los gendarmes en sus declaraciones, logró cruzar el río.
¿Quién hirió a Echazu? ¿Santiago Maldonado o uno de los testigos mapuches?
La Gendarmería no actuó bajo la norma de evitar la ejecución de un presunto delito en flagrancia. Si Echazu resultó herido el 1 de agosto en el río no había razón legal para que coparan el territorio recuperado por los mapuches a Benetton en 2015.
La ruta estaba despejada a las 3:30 de la madrugada. Los testigos mapuches afirmaron que fueron hostigados durante toda esa noche con reflectores y balazos de goma. Santiago pasó la noche del 31 al 1 de agosto en la casilla de vigilancia a metros de la ruta, según recuerdan los testigos de la comunidad.
Quizá por ese motivo, Echazu realizó el acta del procedimiento de Gendarmería del 1 de agosto. Para seguir sosteniendo el presunto delito en flagrancia que tanto había arengado Noceti durante aquella reunión de la mañana del 31 de julio en Bariloche junto al ministro de Gobierno de Chubut, Pablo Durán, los jefes policiales de la región y las fuerzas federales.
Ante la pregunta de por qué firmó el acta si no era el funcionario de máxima jerarquía en ese momento, Echazu se excusó diciendo que cumplía una orden del comandante Escola del destacamento de Esquel.
Sin embargo, Echazu fue desmentido por tres de sus compañeros de Gendarmería en relación al instante preciso de su herida en la cara. Se trata del enfermero Juan Ramos y los escopeteros Darío Rafael Zoilán y Aníbal Cardozo.
Ramos dijo que le realizó los primeros auxilios luego de que lo vio regresar del río con la cara sangrando hasta rozar el cuello del uniforme. Lo curó en el puesto de guardia de los mapuches a metros de la ruta 40. Tenía una prominente hinchazón en el pómulo y su rostro demostraba conmoción.
Pero Echazu había declarado otra cosa en sede administrativa en otras oportunidades. Dijo que había sido herido en la tranquera de la Lof y que le pasó su escopeta a Ernesto Yañez. Sucede que Yañez también aparece en un sin lugar. Los relatos de los gendarmes lo ubican herido tanto en el río como en la ruta. ¿Pero quiénes fueron hasta el río y vieron a “los manifestantes”? Todo indica que Echazu y Yañez estuvieron en el río con el resto del grupo.
Según declaró Zoilán, él entró a la Pu Lof y disparó su escopeta con postas de goma unas 22 veces cumpliendo la orden del comandante Escola de “fuego libre”. Esto significa que accionó su escopeta en una posición de 45 grados y disparó tanto afuera de la comunidad como adentro con tiros en los puntos neutros. Hasta ahí su relato fue ordenado. Pero en el río se topó con alguien. Era Echazu, una vez más.
Entonces, Zoilán le preguntó a Echazu qué le había pasado en la cara y el alférez respondió que no sabía. Estaba desencajado. Zoilán narró que después del encuentro con su compañero de armas se quedó parado sobre las vías del tren La Trochita y desde allí no podía ver qué sucedía más abajo en la zona del río antes de que le diesen la orden de irse del lugar. Al igual que otros gendarmes escuchó la frase “acá tenemos a uno”. Su compañero Juan Carlos Peloso le dijo al Ministerio de Seguridad: “Puede ser que alguien más atrás mío (es decir cerca del río) haya gritado acá lo tenemos”.
Exactamente lo mismo refirió en sede judicial el testigo mapuche Matías Santana. Él iba corriendo delante de Santiago e intentó guiarlo para que lograse cruzar el río. Se montó a su caballo y escapó. Subido a una loma con binoculares logró ver a tres gendarmes que detuvieron a los golpes a Santiago y lo introdujeron a un unimog. De allí, según el testigo Santana, fue arrastrado a una camioneta, que partió con rumbo incierto. La frase “tenemos a uno” la escucharon los testigos mapuches al igual que los gendarmes. En eso coinciden, pero los gendarmes ubican al “manifestante” siempre cruzando el río. Es decir: sostienen la vieja versión del Ministerio de Seguridad. La idea de que Santiago se escapó o está todavía en territorio mapuche.
En tanto, el gendarme Cardozo aseguró que iba con su escopeta en la mano en el momento de ingresar a la Lof. Cardozo es otro compañero de Echazu.
Vio a una mujer de la Gendarmería rodeada de integrantes de la comunidad mapuche, entre ellas mujeres y niños. Cardozo dijo que decidió proteger a su compañera y pasarle la escopeta al cabo Vázquez. Se apostó como custodia en el puesto de vigilancia de la Lof. Y en esas circunstancias observó a Echazu llegar del río con sangre en la cara.
¿Dónde estaba Yañez con la escopeta que le entregó Cardozo, tan cuidadoso con las mujeres y tan desprendido de su arma? Una respuesta más que deben dilucidar el juez federal de Esquel, Guido Otranto, y la fiscal Silvina Ávila.
El juez que investiga a la víctima
Mientras esto ocurría, al menos tres vehículos de Gendarmería estaban cerca del río Chubut. Un unimog cuyas huellas de seis centímetros de diámetro quedaron estampadas en la tierra, un camión eurocargo y una camioneta. El chofer del eurocargo, Andrés Alberto Ahumada, declaró que estaba armado con una pistola calibre 9mm marca Pietro Beretta dentro de la comunidad mapuche.
La Gendarmería tardó 16 días en admitir que usó 17 vehículos en la redada. Entre ellos, tres unimog. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le dijo a Mirtha Legrand en su célebre cena, que había 140 gendarmes en el operativo, pero los registros varían entre 127 y 137. Unos 40 entraron a la comunidad mapuche con armas, bastones y piedras en las manos. Algo por lo menos irregular.
En uno de los primeros allanamientos en los destacamentos de El Bolsón y Esquel, el defensor público ante el Juzgado Federal, Fernando Machado, le sugirió al juez Otranto que allanara el Casino de Oficiales y la Enfermería, además de la totalidad de los pabellones donde había computadoras y registros de guardia. Pero Otranto se negó. Hace siete días, la familia Maldonado denunció que Gendarmería adulteró los registros de tres destacamentos antes y después de la desaparición de Santiago el 1 de agosto.
El juez también se negó a allanar la estancia Leleque de Benetton. Para colmo, durante el primer rastrillaje de Prefectura, Otranto se fue enojado de la comunidad y se marchó en auto a pedirle permiso al administrador general de Benetton, Ronald McDonald, para que le permitiese ingresar los botes de goma por “su lado del río”.
El miércoles se incorporaron tres gruesas carpetas del informe de la Policía Federal sobre las comunicaciones telefónicas de los 70 gendarmes, que intervinieron en la represión que desencadenó la desaparición de Santiago Maldonado. De allí salió el dato de que el sargento Neri Robledo admitió haber arrojado una piedra sobre la espalda de “un manifestante” que cruzaba el río.
En esas curiosas conversaciones (algunas de ellas borradas por sus protagonistas y rescatadas por los pesquisas) están presentes los comandantes de la región. Además de nerviosos reclamos de oficiales que buscaban saber detalles de las testimoniales de sus subordinados.
Del grupo que ingresó a la Pu Lof mapuche en resistencia Cushamen y mantuvo un extraño encuentro en la ribera del del río en circunstancias en que desapareció Santiago Maldonado, la Gendarmería le otorgó licencia a seis de los involucrados. Entre ellos a Echazu, que declaró recién operado del pómulo y en perfecto estado de salud.
Todavía es un enigma el rol del comandante mayor Diego Conrado Héctor Balari en este gravísimo hecho. Se sabe que informó en cuanto a la obsesión de Noceti sobre la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) y, que junto al comandante Juan Pablo Badié, también cercano a Noceti, compartía las denuncias de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) en torno a la acción directa de los mapuches en la Patagonia. De hecho la Gendarmería realizó un informe cuya carátula es RAM, que este cronista publicó en exclusiva hace siete días en Nuestras Voces.
Gendarmería cada vez más complicada
La investigación por la desaparición de Santiago Maldonado debería profundizar también sobre la instigación civil que tiene resabios de tiempos oscuros por la persecución política contra los mapuches y la xenofobia.
La familia Maldonado recusó al juez Otranto sin éxito. La comunidad mapuche pidió ser querellante en la causa por los hechos de extrema violencia que padecieron.
En la semana, un avión de la Fuerza Aérea llevó más tropas federales a Esquel. En la región hay demasiados policías de civil y agentes de inteligencia. Las rutas están militarizadas.
El funcionario del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané, está presente en las audiencias junto al juez y la fiscal. La familia Maldonado pide una investigación seria e independiente y la actuación de la ONU. El juez insiste en no apartarse de la causa. El gobierno sigue negando la desaparición forzada con juegos de artificio y operaciones con sus medios acólitos.
Hay sed de mal en la Patagonia.

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