“... es la primera
vez que una derecha de estas características no necesita parasitar
un movimiento de raíz más popular como peronismo o radicalismo. O
utilizar la herramienta del golpe militar. Esto es una novedad: por
primera vez alcanza una legitimidad electoral y lo hace utilizando
recursos que vienen del marketing, la publicidad, la construcción de
escenas propias de una ficcionalización de la realidad. Creo que
logró tocar ciertas sensibilidades, trabajó con el lenguaje de los
afectos. Construyó a partir de la palabra “Cambiemos” un
dispositvio que cuajó bien en el imaginario de amplios sectores de
la sociedad. Puedo, además, trabajar el desgaste de un ciclo de 12
años en una sociedad contemporánea donde manda la reivindicación
de lo nuevo, la presencia de lo fugaz, lo que está en cambio
permanente, se ha convertido en el sentido común.... Creo que el
macrismo es hijo de algo que ha sucedido en el continente, que es la
movilidad social ascendente, el surgimiento de nuevas clases
sociales. Eso no llevó a la conciencia de los derechos adquiridos
como parte de un dispositivo político y económico, sino a una
demanda de otras perspectivas que ya no se correspondían con la
conciencia de origen de esos sectores. Eso contribuyó también a la
identidad volátil, inestable, que tiene el macrismo. No está
definida en la calle, no le importa, ni tampoco tiene los recursos
para esa movilización, por eso apuesta a la ficcionalización de la
realidad y otro tipo de estrategias. Cruzando estos elementos junto a
los cambios que se vienen operando en América del Sur hace unos
años, donde los efectos cada vez más crecientes de la crisis
económica mundial, que toca sobretodo a los productores de materia
prima, lleva a un momento de giro con respecto a las experiencias
neopopulistas, democrático-populares, de principio de siglo.”
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