En
los primeros siete meses del año las descargas de productos
pesqueros en el puerto marplatense descendieron un 33% en relación
al mismo período de 2015. El precio en muelle no acompañó la
inflación como sí lo hicieron los costos de producción. Crece
participación de congeladores.
Transcurrido
más de la mitad del año en que la industria pesquera tuvo la
reducción a cero de los derechos de exportación y el dólar se
apreció casi un 50%, dos de las demandas más reclamadas por el
sector en los últimos años, y que suponía el punto de partida de
una etapa próspera para la principal actividad productiva de Mar del
Plata, en el principal puerto pesquero del país, la pesca sigue en
segunda, regulando, con varios obstáculos en el horizonte.
En
los primeros siete meses del año los desembarques de productos de
origen marino, entre pescados, mariscos y moluscos, el puerto
marplatense recibió un 33% menos de descargas que en el mismo
período del año pasado.
Entre
enero y julio se declararon descargas por 220 mil toneladas, mientras
que en los primeros siete meses del 2015, Mar del Plata recibió 271
mil, según estadística oficial que difunde la Subsecretaría de
Pesca.
Con
el dato adicional que en el 2015 se mantenía vigente el baile de
disfraces que permitía subdeclarar merluza, que apareciera
encajonada en la bodega de los barcos fresqueros y le diera trabajo a
marineros, estibadores y también fileteros en las plantas
procesadoras, pero no existiera rastro para descontar ese pescado de
la cuota individual transferible de captura que tiene cada buque.
Por
eso es que el calamar y su temporada bien parecida a un fiasco, no
termina de explicar el descenso abrupto que muestra Mar del Plata.
Mientras el año pasado se desembarcaron 88.600 toneladas de illex,
este año apenas van 42 mil y la temporada consume sus últimos días
con apenas una media docena de poteros en zona de pesca.
Todo
lo demás que falta hasta llegar a las 70 mil toneladas de diferencia
se encuentra en otros recursos que como la merluza en negro,
alimentaba circuitos informales que hoy ya no existen, como tampoco
cientos de puestos de trabajo tan precarios como el sistema turbio
que les daba sentido.
El
informe de coyuntura elaborado por la Dirección Nacional de
Planificación Pesquera muestra que en el primer semestre una fuerte
caída de los desembarques de abadejo (-39,7%), anchoita (-94,7%),
besugo (-23%), cazón (-74%), merluza de cola (-27,6%), mero (-35%) y
pescadilla (-55%).
Entre
las especies que han mejorado sus rendimientos entre enero y junio
asoma el langostino (24,5%), la merluza hubbsi: 6,5% la del stock
sur; 40% la del efectivo norte y 329% en la Zona Común de Pesca. Y
las rayas, que superaron holgadamente la captura máxima permisible.
La
participación por tipo de flota en estos desembarques se mantiene
estable siempre en comparación con el año pasado. Los únicos que
crecen su porción de torta, cuándo no, son los buques congeladores,
que de 67.362 toneladas en el primer semestre del 2015, pasaron a
declarar 75.897 toneladas.
Y
eso que no se cuenta el filet que camuflan como Chorizo, que como
deberían ser elaborados con descartes, no se descuenta del cupo. Ni
la notothenia que los barcos de Solimeno declaran en los partes de
pesca, pero que se sospecha que en realidad también es merluza.
En
las últimas semanas se hace más tangible un problema adicional para
los armadores de barcos fresqueros. Además de lidiar con la suba de
costos, como el combustible, los derechos de extracción, servicios y
las tarifas por uso de puerto, enfrentan un desplome en los precios
de sus capturas al momento de venderlas en banquina.
La
merluza que arrancó el año en $13 pesos y alcanzó los $18 en
vísperas de Semana Santa, ahora le cuesta perforar el piso de $10, y
sin demanda porque Brasil sigue sin comprar. En verano el abadejo
llegó a los $27 por kilo y ahora en invierno no supera los $20.
Cayeron las ventas al exterior porque los principales mercados,
Brasil y Estados Unidos lo importan más barato desde Nueva Zelanda,
del otro lado del mundo.
Con
menos capturas, el precio del pescado debería tener un proceso
inverso. Pero si la oferta se contrae, ocurre lo mismo con la
demanda. Porque no hay competitividad y el mercado interno no alcanza
para mantener grandes estructuras. En el año del supuesto despegue,
la pesca marplatense se reduce.
Recursos
costeros no escapan al bajón. El kilo de rayas en mayo estaba en
$13. Hoy se vende a $8. La corvina y la pescadilla son otros dos
recursos que conforman el menú principal de la flota menor. La
primera especie terminó el año en $15. Ahora promedia los $9 y
cuesta encontrar comprador. La segunda supo valer $11 y hoy no supera
los $8. El continente africano no compra como antes y las
consecuencias se notan por estas playas.
La
caballa está dibujando los primeros trazos en esta temporada.
Materia prima de la industria conservera que la troza, cocina y
enlata, tiene pocos interesados en salir a pescarla para que le
paguen no más de $9 por kilo. El año pasado se llegó a pagar $12.
En este 2016 los industriales no tienen demanda de latas. Sus
clientes –supermercados y mayoristas- compraron caballa importada
mucho más barata.
Para
colmo desde la Subsecretaría de Pesca de la Nación poco ayudan en
aportar certidumbre. Y nadie pide que encuentren nuevos mercados para
los productos nacionales que se quedan sin espacio en góndola
desplazados por pescados de cultivo.
Los
armadores costeros piden cosas más sencillas. Que no dejen de
infraccionarlos por infringir normas casi imposibles de cumplir. Por
ejemplo, no clasificar las capturas al momento del desembarque.
Si
bien luego de un par de reuniones en la Asociación de Embarcaciones
de Pesca Costera, el Subsecretario flexibilizó la medida y autorizó
que los inspectores fiscalicen en las plantas que reciben esas
capturas, previamente declaradas, Tomás Gerpe ordenó que manden a
sumario las actas de infracciones labradas con anterioridad. Los
pescadores calculan que la espada que los pone contra la pared pesa
unos 5 millones.
Aumento
de costos, baja de precio del pescado en muelle e infracciones
desalientan cualquier iniciativa de los armadores por salir a pescar.
Pensar que puede reiniciarse el motor de la industria pesquera como
anhelan los ministros bonaerenses que mantienen contacto periódico
con el sector, sin el aporte de los barcos fresqueros, es poco menos
que imposible.
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