miércoles, 20 de abril de 2016

El mismo amor, la misma lluvia

“... La mañana del 13 de abril tenía escasos ingredientes para propiciar una concentración. Miércoles, día laborable, neblina densa, llovizna pertinaz, horario inoportuno: nada a favor. Pero la citación a los tribunales de Comodoro Py a Cristina Fernández de Kirchner por parte del juez federal Claudio Bonadio hizo resurgir un diálogo interrumpido el 9 de diciembre de 2015, momento en el cual la ex presidenta decidió guardar un respetuoso silencio sobre el acontecer político, económico, social y cultural en manos del nuevo gobierno de Cambiemos.
Las condiciones, impuestas tanto meteorológica como laboralmente, de la mañana del 13 de abril, entonces, no contribuían en nada para que “la gente” se movilizara hacia un lugar abierto, fuera el que fuera, hablara quien hablara, se citara a quien se citara, reapareciera quien reapareciera. Pero la realidad, esa arista de la realidad que hace cambiar de manera tajante a “la gente” en “el pueblo”, tiene esas cosas. Y poco importa si eran los 8.000 que decía Radio Mitre a eso de las 11 de la mañana; o los 10.000 que dijo la Policía Metropolitana y los 11.000 que intentó el Poder Ejecutivo después del mediodía; o los 20.000 que avizoró el referente del Frente Renovador Alberto Fernández a la tardecita; o los 250.000 que estipularon desde La Cámpora por la noche del mismo miércoles. La realidad de la mañana del 13 de abril mostraba otra cosa, muy alejada de los números. Mostraba, desde las calles del centro, desde las terminales de trenes, desde los subtes, desde los colectivos, que había una certeza de recomposición de diálogo que nada ni nadie iba a poder frenar.
“¿Hablará?”, “¿va a hablar?”, “¿viste el escenario?” eran unas de las tantas preguntas que, de persona a persona, se repetían a partir de las 8 de la mañana del miércoles mientras las piernas se dirigían al mastodonte de Comodoro Py. Preguntas cruzando la terminal de trenes de Retiro bajo la persistente llovizna y los voceos de “pilotos, paraguas”. Preguntas bajando por la Avenida Santa Fe con algunos cantitos –tímidos al principio, sumatorios después– de “vamos a volver, vamos a volver”. Preguntas sobre los caminitos de la Plaza San Martín desenrollando carteles garabateados en cartulina. Preguntas gambeteando la lluvia bajo los aleros de los negocios de las laterales de la 9 de Julio. Preguntas gritadas como para ser escuchadas entre el retumbar de los bombos de las columnas que entraban por Antártida Argentina, por Madero, por Libertador.
Qué lástima, de no haber sido por la lluvia hubiera venido más gente”, repetían el chiste cada cinco segundos los caminantes, recordando las palabras de Mauricio Macri filtradas por alguna cámara amiga mientras el presidente observaba por la ventanilla del auto la escasa cantidad de adherentes el día de su asunción...”
“La secretaria del juzgado le leyó las seis páginas del expediente por la venta de dólar a futuro. Recién entonces entró a la salita el juez Bonadio, saludó con un genérico “buenos días”, pero se quedó al lado de la puerta, a espaldas de la ex presidenta. Después de que el abogado Carlos Beraldi entregara el escrito a la secretaria del juzgado, Cristina Kirchner señaló que la acusación de asociación ilícita no es correcta, debido a que “en la única organización que participé fue en el Poder Ejecutivo Nacional como titular, electa por voluntad mayoritaria del pueblo argentino por el 46 y 54%, además de ser afiliada al Partido Justicialista”, y que, por lo tanto, “las pruebas sobre la supuesta asociación ilícita no tienen el menor asidero jurídico y técnico, pero no me extraña dada la manifiesta incompetencia técnica del juez”.
Bonadio, a sus espaldas, mantenía silencio. Antes de que se leyera el acta, el juez federal se retiró. No pudo contemplar que, mientras la secretaria leía, desde la calle sonaba “Avanti morocha”, de Los Caballeros de la Quema, secundado por decenas de bombos, ritmo que –como señalaron fuentes judiciales al diario La Nación– la ex presidente “acompañó con un movimiento de cabeza y con sus dedos como si tocaran el piano”. No pudo contemplar, Claudio Bonadio, en ese mínimo gesto, que el diálogo, interrumpido desde el 9 de diciembre, había recomenzado...”

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