martes, 19 de abril de 2016

Es un vergonzoso intento de golpe

“... Para hacerse una idea de lo que pasa, es bueno saber un poco de sus protagonistas. Dilma es una presidenta impopular, en un país que atraviesa la peor recesión económica en décadas. Pero es una presidenta honesta, contra quien no pesa la menor sospecha de corrupción, como reconocen sus adversarios y la prensa internacional. No hay ninguna denuncia contra ella en la "Operación Lava Jato", la investigación que acapara la atención del país desde hace dos años.
El juicio político es conducido por el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, el rey del Lava Jato. Tiene cuentas secretas en Suiza y en la última denuncia en su contra fue acusado de recibir 52 millones de reales (unos 14,7 millones de dólares) en coimas. Jovair Arantes, diputado que impulsa el pedido de juicio político, es hombre de confianza de Cunha. El ex diputado Augusto Mardes, autor de la investigación que dio origen al proceso ante el organismo de control llamado Tribunal de Cuentas de la Unión, está investigado por recibir coimas millonarias de una empresa acusada de evadir el impuesto a la renta.
Si Dilma es apartada de su cargo, será sustituida por Michel Temer, que pasó los últimos meses operando tras bastidores contra el mismo gobierno del cual es vicepresidente. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al que pertenece Temer, tiene un largo historial de corrupción.
En el Lava Jato, el PMDB acumula más condenados que el propio PT. Su rendimiento delictivo sólo es superado por el Partido Progresista, que encabeza el prontuario y que luego de hacerse una fiesta con los embustes denunciados, a principios de la semana pasada decidió pasarse a la oposición y ya anunció su apoyo al juicio político.
Es importante recalcar que no hay un crimen específico que atribuirle a Dilma. Se habla de sus "pedaleadas fiscales" -expresión inventada por la prensa para describir las operaciones financieras entre ministerios, empresas estatales y organismos de gobierno-, que está lejos de configurar un delito, y mucho menos de la gravedad suficiente como para conllevar la pérdida de un mandato presidencial...”

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