lunes, 4 de abril de 2016

Biblioteca Nacional ¿qué hacer cuándo todo es amenaza?

“... en los últimos doce años la Biblioteca Nacional, la Plaza del Lector, el Museo del Libro y de la Lengua y la Plaza Boris Spivacow se llenaron de poesía y de música y de debate… de pueblo. Sólo por nombrar algunos de mis momentos más felices en aquellos lugares: cuando participé de Plaza de la Lengua, el ciclo de Osvaldo Baigorria y Ariel Idez, o las jornadas de Literatura y Psicoanálisis, organizadas por Nicolás Cerruti. O, cuando fuimos con mis alumnas quinceañeras al Poesía Ya. O Trémulas, el proyecto poético que llevamos adelante con María Magdalena y que encontró en el Museo del Libro y de la Lengua una especie de hogar.
Sí, creo que estoy hablando de algo profundamente familiar. Por eso las lágrimas cuando se difundió la noticia de los 240 despedidos. Por eso la angustia con las imágenes de la policía invadiendo la casa de los libros, de la cultura, de la poesía. Quizás por eso también la necesidad de los poetas de salir a bancar, a decir, a reclamar. Porque, ¿qué otra cosa hacer cuando entran con violencia en tu casa, cuando saquean a tu familia, cuando te ponen de rodillas, cuando todo es amenaza?
La convocatoria se extendió por las redes sociales como reguero de pólvora, sólo que nosotros no portamos más armas que las palabras, sólo que las palabras pueden ser más poderosas: el 31 de marzo a las 18 horas en la Plaza del Lector estábamos todos convocados a leer poesía en repudio a los despidos, a la presencia policial en el lugar, al vaciamiento de la cultura, a la barbarie de este gobierno
Entonces, en el último día de marzo, la biblioteca del pueblo y sus plazas y sus trabajadores se abrazaron de poesía. Soy mala para calcular, pero dicen que hubo unas doscientas personas. Hubo muchos mates compartidos. Hubo ancianos y jóvenes y niños. Hubo poetas españoles y latinoamericanos. Hubo poetas y escritores, que creo que no vale la pena individualizar porque la lucha de hoy es la del otro, la colectiva. Hubo unos cuarenta poemas recitados sin micrófono ni megáfono. Todo lo que se dijo y todo lo que se escuchó fue a viva voz. Y, en ese gesto, lo descarnado, la desgarradura.. “

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