“... en los
últimos doce años la Biblioteca Nacional, la Plaza del Lector, el
Museo del Libro y de la Lengua y la Plaza Boris Spivacow se llenaron
de poesía y de música y de debate… de pueblo. Sólo por
nombrar algunos de mis momentos más felices en aquellos lugares:
cuando participé de Plaza de la Lengua, el ciclo de Osvaldo
Baigorria y Ariel Idez, o las jornadas de Literatura y Psicoanálisis,
organizadas por Nicolás Cerruti. O, cuando fuimos con mis alumnas
quinceañeras al Poesía Ya. O Trémulas, el proyecto poético que
llevamos adelante con María Magdalena y que encontró en el Museo
del Libro y de la Lengua una especie de hogar.
Sí, creo que estoy
hablando de algo profundamente familiar. Por eso las lágrimas
cuando se difundió la noticia de los 240 despedidos. Por eso la
angustia con las imágenes de la policía invadiendo la casa de los
libros, de la cultura, de la poesía. Quizás por eso también la
necesidad de los poetas de salir a bancar, a decir, a reclamar.
Porque, ¿qué otra cosa hacer cuando entran con violencia en tu
casa, cuando saquean a tu familia, cuando te ponen de rodillas,
cuando todo es amenaza?
La convocatoria se
extendió por las redes sociales como reguero de pólvora, sólo que
nosotros no portamos más armas que las palabras, sólo que las
palabras pueden ser más poderosas: el 31 de marzo a las 18 horas
en la Plaza del Lector estábamos todos convocados a leer poesía en
repudio a los despidos, a la presencia policial en el lugar, al
vaciamiento de la cultura, a la barbarie de este gobierno…
Entonces, en el
último día de marzo, la biblioteca del pueblo y sus plazas y sus
trabajadores se abrazaron de poesía. Soy mala para calcular,
pero dicen que hubo unas doscientas personas. Hubo muchos mates
compartidos. Hubo ancianos y jóvenes y niños. Hubo poetas
españoles y latinoamericanos. Hubo poetas y escritores, que creo que
no vale la pena individualizar porque la lucha de hoy es la del otro,
la colectiva. Hubo unos cuarenta poemas recitados sin micrófono
ni megáfono. Todo lo que se dijo y todo lo que se escuchó fue a
viva voz. Y, en ese gesto, lo descarnado, la desgarradura.. “
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