New York Times - 1
abril 2016
Por Joseph E.
Stiglitz (Premio Nobel de Economía) y Martin Guzman
“ Ayer llegó a su
fin el que quizás ha sido el juicio más complejo de la historia
entre una nación soberana, Argentina, y sus tenedores de bonos,
incluyendo un grupo de fondos de inversión con sede en Estados
Unidos. El senado argentino ratificó un acuerdo entre la partes y
así pasó la página de esta disputa. Es una excelente
noticia para un pequeño grupo de inversionistas, pero también es un
anuncio terrible para el resto del mundo, especialmente para los
países que enfrentarán sus propias crisis de deuda en el futuro.
A finales de 2001,
Argentina incumplió pagos por 132 mil millones de dólares en
préstamos mientras atravesaba una desastrosa depresión económica.
El producto interno bruto se redujo un 28 por ciento, 57,5 por ciento
de los argentinos vivía en la pobreza, y la tasa de desempleo se
disparó a más del 20 por ciento, lo que produjo disturbios y
enfrentamientos que resultaron en 39 muertes.
Incapaz de pagarle a
sus acreedores, Argentina reestructuró su deuda en dos rondas de
negociaciones. El paquete descontó dos tercios del valor de los
bonos, pero proporcionó un mecanismo para efectuar más pagos cuando
la economía del país se recuperará, lo que ya sucedió. La mayoría
de los tenedores de bonos, 93 por ciento, aceptó ese trato.
Entre la pequeña
minoría que rechazó al acuerdo estaban los inversionistas que
compraron muchos de sus bonos con un enorme descuento, bastante
tiempo después del cese de pagos del país e incluso después de la
primera ronda de reestructuración. Estos inversionistas se ganaron
el nombre de fondos buitre por comprar la deuda en un momento de gran
dificultad y a menudo asistidos por abogados y grupos de presión que
forzaron los acuerdos.
Entre las compañías
involucradas están algunos de los fondos buitre más conocidos, como
NML Capital —una subsidiaria de Elliott Management, un fondo de
inversión codirigido por Paul Singer, quien es un importante
contribuyente del Partido Republicano—, así como Aurelius Capital
y Dart Management. NML, que tenía el reclamo más grande en el caso
de Argentina, fue el principal litigante de un grupo de tenedores de
bonos en las cortes federales de Nueva York.
Durante mucho
tiempo, Argentina se negó a pagar. Los fondos intentaron todo tipo
de maniobras para cambiar la decisión del país, lo que incluyó la
detención temporal de la fragata Libertad, el buque insignia de la
Marina argentina, en un puerto de Ghana.
En 2012 un fallo del
juez de Nueva York, Thomas Griesa, inclinó la balanza a favor de los
fondos buitre al tomar la decisión de que Argentina debía pagar el
valor total de los bonos, lo que le costaría 4,65 mil millones de
dólares. NML, por ejemplo, podría obtener un retorno total de 1500
por ciento de su inversión inicial, según nuestros cálculos,
debido a los bajos precios que pagó por la deuda y a una tasa de
“compensación” de interés del 9 por ciento bajo las leyes de
Nueva York.
El fallo del juez
Griesa entró en vigor en 2014 y puso una condición más: emitió
una orden que impedía que Argentina le pagara a los acreedores que
habían aceptado el acuerdo hasta que cancelara las deudas de los
fondos buitre en su totalidad.
Este jueves,
Argentina finalmente aceptó un trato que se acerca a los términos
establecidos por Griesa. NML Capital recibirá aproximadamente la
mitad del total del acuerdo -2,28 mil millones de dólares por su
inversión de unos 177 millones de dólares, un rendimiento total de
1180 por ciento (cabe destacar que la nación argentina también pagó
los honorarios legales de los fondos buitre).
Esta solución es un
peligroso precedente para el sistema financiero internacional pues
puede fomentar que otros fondos se resistan a negociar y así logren
que las reestructuraciones de la deuda sean prácticamente
imposibles. ¿Por qué aceptar menos si pueden esperar y obtener
rendimientos exorbitantes por una pequeña inversión?
Argentina fue un
caso especial. Luchó agresivamente para conseguir los mejores
términos con los primeros tenedores de bonos y preparó el terreno
para una recuperación espectacular: de 2003 a 2008, hasta que la
crisis financiera global se entrometió en sus planes, el país
creció un promedio de 8 por ciento al año y el desempleo, que
superaba el 20 por ciento, se redujo al 7,8 por ciento. Al final, los
acreedores que aceptaron la reestructuración inicial obtuvieron el
valor principal del total y hasta 40 por ciento más...”
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