lunes, 18 de abril de 2016

Contra el golpe en curso en Brasil

" La academia de Brasil denunció ante la comunidad internacional lo que considera “el golpe en curso en Brasil”. Lo hizo a través de una Carta Abierta organizada por el Grupo de Investigación sobre Democracia y Desigualdades que logró un masivo apoyo de investigadores y docentes de todo el país.
La historiadora y vicedirectora del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Brasília hasta setiembre de 2015, Flávia Biroli, coordinadora del mencionado grupo que gestó la iniciativa, fue la encargada de entregar la carta en mano a Dilma en el Planalto.
Consultada por elebece.com.ar, Biroli dijo que “la Carta Abierta fue organizada por el Grupo de Investigación sobre Democracia e Desigualdades en conjunto con colegas de todo el Brasil. Son cerca de 6 mil firmas de profesores brasileños y más de 300 de profesores extranjeros que nos expresaron su solidaridad”. Más de 4500 de estas firmas ya están organizadas y compiladas y pueden ser vistas en la página web www.brazilianobservatory.com.
Biroli señaló que los firmantes son “profesoras y profesores de distintas universidades de todo Brasil. Nuestras áreas de investigación y de docencia son variadas y tenemos diferentes posiciones en relación al gobierno. Pero nos nuclea la defensa de la democracia. Entendemos que, en este momento, la defensa de la democracia en el Brasil se corresponde con la defensa del mandato de la presidenta Dilma Rousseff, electa por millones de brasileñas y brasileños”.
La carta denuncia la ruptura de la legalidad que está en curso en el país vecino con el único objetivo de destituir a Rousseff. “Así –dice Biroli– se vulneran las reglas liberales básicas de presunción de inocencia, el debido proceso legal, el derecho a la defensa. Todo está siendo atropellado”

Texto de la Carta Abierta a la Comunidad Académica Internacional

Nosotros, investigadores y profesores universitarios brasileños, nos dirigimos a la comunidad académica internacional para denunciar un grave proceso de ruptura de la legalidad actualmente en curso en Brasil.
Después de importantes avances sociales en los últimos años, Brasil continúa siendo un país profundamente desigual, con un sistema político marcado por elevados niveles de clientelismo y corrupción. La influencia de las grandes empresas en las elecciones, por medio del financiamiento privado de campañas, provocó sucesivos escándalos de corrupción en los que está implicada toda la clase política.
El combate contra la corrupción se volvió un clamor nacional. Los órganos de control del Estado respondieron a esta exigencia y, en los últimos años, las acciones contra la corrupción se intensificaron, comprometiendo a la elite política y a grupos empresarios.
Sin embargo, hay una instrumentalización política de ese discurso, que busca desestabilizar a un gobierno democráticamente electo para profundizar la grave crisis económica y política que atraviesa el país.
Uno de los epicentros desde donde se instrumentaliza la crisis y se desestabiliza al gobierno está vinculado a sectores de un poder que debería celar por la integridad política y legal del país.
La llamada “Operación Lava Jato”, dirigida por el juez de primera instancia Sérgio Moro, que desde hace dos años centraliza las principales investigaciones sobre corrupción, fue enturbiada por el uso constante e injustificado de medidas que la legislación brasileña establece como excepcionales, tales como la prisión preventiva de acusados y la conducción coercitiva de testimonios. Las prisiones arbitrarias son abiertamente justificadas como forma de presionar a los acusados para obtener imputaciones contra supuestos cómplices. Hay un vaciamiento permanente y selectivo de la información de estos procesos en los medios de comunicación. Existen indicios de que las operaciones policiales son combinadas con vehículos de prensa, a fin de ampliar la exposición de los implicados. Hasta la presidenta de la República fue víctima de escuchas telefónicas ilegales. Los medios de comunicación divulgaron públicamente fragmentos de escuchas, tanto legales como ilegales, incluso en casos en los que solo trataban de asuntos personales sin ninguna relevancia para la investigación, con la exclusiva intención de perjudicar a determinadas personalidades públicas.
Las denuncias que emergen contra los líderes políticos de la oposición fueron en gran medida desplazadas de las investigaciones y silenciadas por los vehículos hegemónicos de prensa. Por otro lado, aunque no pese ninguna denuncia contra la presidenta Dilma Rousseff, la “Operación Lava Jato” fue usada para respaldar la tentativa de juicio político en curso en la Cámara de Diputados, que es conducida por el diputado opositor Eduardo Cunha, acusado de corrupción e investigado por el Consejo de Ética de esa casa legislativa.
Cuando la forma de proceder de las autoridades públicas choca con los derechos fundamentales de los ciudadanos, atropellando reglas liberales básicas de presunción de inocencia, igualdad jurídica, debido proceso legal, derecho a réplica, principio de contradicción y derecho a la defensa, es preciso tener cautela. La tentación de fines nobles es suficientemente fuerte para justificar atropellos procedimentales, y ahí reside un enorme peligro.
El juez Sérgio Moro no se encuentra en una situación de imparcialidad necesaria para continuar al frente de las investigaciones en curso. El combate a la corrupción se hizo dentro de los estrictos límites de la legalidad, con respeto a los derechos fundamentales de los acusados.
El riesgo de ruptura de la legalidad, por una asociación entre sectores del Poder Judicial y medios de comunicación históricamente alineados con la oligarquía política brasileña, en particular la Rede Globo de Televisión –que apoyó a la dictadura militar (1964-1985) y fue su principal vehículo de sustento–, puede comprometer a la democracia brasileña, llevando a una situación de polarización y agresiones sin precedentes
Por eso, queremos pedir la solidaridad y el apoyo de la comunidad académica internacional, en defensa de la legalidad y de las instituciones democráticas en Brasil.

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