Los aumentos en bienes y servicios
implementados en la primera mitad del año impactaron con un ajuste
sin escalas en la macro y en la micro economía generando como
primera medida una devaluación de la moneda de casi un 45%.
El Estimador Mensual Industrial
(EMI) indica que cayó en Marzo un 3,8% y en Abril un 6,7 % en
comparación con idénticos meses del año anterior.
Según ADIMRA, la capacidad
instalada desplomó a finales de Marzo como consecuencia de la caída
de la actividad en el 50,3%.
En la Construcción la caída fue
la peor en 14 años, llegó al 24.1%.
El fuego de la metalurgia sufre
un impacto en la actividad de caída del 13%, en comparación con
igual periodo del 2015, según la Asociación de Industriales
Metalúrgicos de la República Argentina. La Cámara de Acero
Argentino, por su parte, sostiene que la producción de acero crudo
cayó 138 mil toneladas. La producción de hierro primario se redujo
en un 22% en el primer bimestre.
Dada esta coyuntura debemos ahondar
un poco más, preguntarnos a qué responde un cambio tan abrupto. En
la transición de una etapa a otra, algo importante se perdió, algo
que evoca el abandono, la pérdida de la dimensión emancipatoria de
la política y la evolución hacia modelos de dominación de corte
tradicional, basados en sistemas cuasi empresariales. Sería una
respuesta de fácil análisis hablar de historia cíclica, pero, se
puede observar una nueva “derecha” en el mundo. Una derecha
algo aperturista, basada explícitamente en un modelo de “comunidad
de negocios”, pro-empresarial, pero que no desdeña el trabajo
territorial y entiende la política como gestión y marketing.
Desigualdad social
Los modelos se parecen, pero el
tiempo no retrocede y estos no son los 90’. Si, es cierto, que esta
actualidad conducirá a un escenario más desigualador en lo social,
pero también esto dependerá de los márgenes que la sociedad
argentina le otorgue al gobierno de Macri. Los despidos en el ámbito
público, la espiral inflacionaria pre y pos-devaluatoria, las
medidas pro-empresariales, el descomunal aumento de las tarifas de
servicios y los tímidos anuncios relativos a lo social, muestran un
gobierno que mira hacia un solo lado y éste no es precisamente
el de las grandes mayorías.
De hecho, los gobiernos
antipopulares tienen algunas características identificatorias:
tratan de quebrar la organización obrera, sumando la ausencia de
políticas públicas que promuevan inclusión y organización social,
sosteniendo el criterio de economía de empresa.
Aún en tiempos de ausencia
institucional o caos social, los trabajadores se organizaron con
sus oficios y reformularon con gran fuerza agrupaciones, entre ellas
las cooperativas de trabajo, posteriores empresas recuperadas
autogestionadas y responsables para seguir produciendo. Espacio
de resistencia y avance.
En este nuevo ciclo, también se
ataca a las PYMES, a los productores, que son quienes fortalecen la
industria nacional y los trabajadores organizados en pequeña y
mediana escala. Las PYMES generan el 51% del empleo formal en nuestro
país y el 70% del empleo total.
Podemos hablar de especulación
financiera, con el fin de economizar bienestar y aumentar dinero
físico. El dinero no se utiliza para producir bienes, se
resguarda en paraísos. También una tendencia al neoliberalismo
desarrollista en clave empresarial. En esta línea, el escenario
planteado por Macri supone un ajuste social y más extractivismo,
con lo cual tendremos muy probablemente nuevas situaciones de
represión y de menoscabo de la Democracia.
Nueva etapa neoliberal
¿Por qué hablamos de un escenario
de Argentina y América latina? Porque estamos asistiendo a una nueva
etapa del neoliberalismo. El fin de los comoditties y la
apropiación de la naturaleza como bien de comercio, manejada por
empresas. La ética humana es un bien insuficiente en estos negocios.
Al escasear los comoditties, la naturaleza pasa a ser una mercancía
Asistimos a otro tiempo de vida
social, asociado a determinados patrones e imaginarios de consumo.
Esto consolida una forma, relacionada con determinadas ideas sobre
el progreso, que permean nuestro lenguaje, nuestras prácticas,
nuestra cotidianeidad, acerca de lo que se entiende por calidad de
vida, por buena vida y desarrollo social. El modo de vida al que
se pretende llegar, es excluyente; un país para pocos. No se refiere
simplemente a un estilo de vida practicado por diferentes ambientes
sociales, sino a patrones diferentes de producción, distribución
y consumo, a imaginarios culturales y subjetividades fuertemente
arraigados en las prácticas cotidianas de las mayorías en los
países del norte, pero también, y crecientemente, de las clases
altas y medias de los países emergentes del sur. Se busca quebrar el
corazón de la construcción social. La esperanza está en la
resistencia de la población afectada, la organización sindical y la
unificación de criterios.
Las cooperativas y empresas
recuperadas piden encontrar formas de financiamiento, no subsidios,
créditos y políticas activas del sector. La continuidad productiva
es indispensable para la inclusión. También un cambio cultural
respecto del consumo y la relación con el medio ambiente, en
función de una teoría diferente de las necesidades sociales y del
vínculo con la naturaleza. No olvidemos que planteamos la escasez
del comodittie en casi todos los aspectos. La relación
equivalente entre patrones de producción y de consumo, la
generalización en los países del norte, pero también del sur, de
un “modo de vida hegemónico”, hace notoriamente más difícil la
conexión o articulación social y geopolítica entre las diferentes
luchas (sociales y ecológicas, urbanas y rurales, entre otras), y de
sus lenguajes emancipadores.
Del Foro de la Cámara Industrial
Argentina se destaca la urgencia del sector. Este ocupa a más de
400 mil trabajadores, lo que representa ingresos para alrededor de
1.5 millón de personas y se pide un modelo de articulación entre
Estado y empresarios, sin afectar más los deteriorados salarios.
Cuando en estas condiciones se pide paciencia, es como seguir
agotando la calidad de vida.
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