Robar está mal. Robar a alguien que
tiene menos, está aún peor. Robarle al Estado es, por definición,
robarle a todos los que menos tienen. Lo mismo da que sea a través
del pago de coimas dentro de sobreprecios en la obra pública, la
evasión impositiva, la contratación de empresas propias para la
adquisición de combustibles o la compra de dólar futuro a $10 y su
revaluación a $15.
Desde las sospechas de coimas y
sobreprecios de las cajas PAN en 1984 hasta la captura de José López
con casi 9 millones de dólares, innumerables casos de presunta
corrupción se han presentado en la Argentina. En denuncias
judiciales, mediáticas o en rumores pasillescos que todo el mundo
conocía, aunque aseguraba desconocer.
Un
presidente que ante la incorporación, de buenas a primeras,
en su declaración patrimonial, de una cuenta de U$S 18 millones en
un paraíso fiscal, da como toda respuesta “la verdad es que ni me
di cuenta” tiene un tratamiento mediático muy diferente a un ex
secretario de Obras Públicas al que le encuentran U$S 9 millones en
el baúl de su auto. ¿Por qué?
1 – Su carácter
cinematográfico
Henry Miller solía decir, hablando
de la forma y el argumento, “es muy distinto enterarte de que tu
pareja te engaña a entrar a tu casa, oír los gemidos y abrir la
puerta de la habitación para ser testigo del clímax que alcanza tu
pareja con otra persona”. Convengamos que es mucho más atractivo y
despejado de dudas, una persecución por el gran Buenos Aires, de
madrugada, con un tipo tirando bolsas de dinero sobre el muro de un
convento que la aburrida tarea de pelar como una cebolla, capa por
capa, las sociedades fantasmas, radicadas en países que procuran
opacidad en los negocios, hasta encontrar que alguien tiene en una
cuenta numerada, una cantidad de dinero injustificable, en una
hermosa isla del Caribe.
2 – La necesidad de convertir
el caso en regla
Es un proceso inductivo que ya hemos
explicado en Las grandes palabras vacías: 1, 10, 100 funcionarios
corruptos de la anterior administración, inducen a la regla de que
todos hacían lo mismo. Es una distorsión argumental a la que
estamos acostumbrados. De hecho es la línea argumental de Jorge
Lanata en su columna de esta semana, donde temerariamente,
caracteriza al gobierno kirchnerista, lisa y llanamente, como una
banda organizada para saquear al Estado. Una interpretación que
además de interesada, tiene una contra argumentación fáctica,
si fuera como él lo dice ¿Por qué en ese período fue el mayor
crecimiento del Estado en términos relativos y absolutos? Si es
que se trataba de un saqueo, el proceso debió dejar como saldo lo
contrario. Incluso el patrimonio neto del Estado decreció desde la
asunción del nuevo gobierno.
3 – La oportunidad de desviar
la atención hacia otros temas
Esta misma semana, mientras los
medios dedicaban un gran lugar a este tema, se aprobaba en la Cámara
de Diputados el proyecto ómnibus que propone el blanqueo de
capitales, la eliminación del impuesto a los Bienes Personales y la
venta de la acciones del Estado del Fondo de Garantía de
Sustentabilidad de la Anses, entre otros temas. También el
caso de incompatibilidad del Ministro Aranguren donde su cartera
adquirió los servicios de una empresa de la que es socio. Sumado
a lo que los analistas indican como el peor momento en la opinión
pública del nuevo gobierno. Todo esto quedó en un segundo plano o
directamente se sacó de plano.
4 – Decretar por fin, la muerte
del kirchnerismo
Muchos medios y dirigentes creen
haber encontrado en este hecho, el tiro de gracia que entierre
definitivamente cualquier aspiración de retorno de la fuerza
política que gobernó la Argentina durante 12 años. Hemos
asistido ya a varios anuncios definitorios sin que se corroboren en
la realidad. Será mérito o desidia de ambas partes hacer que se
convierta en hecho o no.
La realidad es una mesa de arena
que se moldea día a día, donde la ambición de construir una
montaña, termina desenterrando los esqueletos del pasado.
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