El
drama político y personal de Carlos Arroyo se trasladará este
jueves a los hogares de miles de familias marplatenses.
La
convicción del intendente por mantener en su cargo a la
secretaria de Educación, Ana María Crovetto, hará que los docentes
municipales protagonicen una jornada de paro con movilización a la
que ayer el jefe comunal intentó desinflar de antemano con una
amenaza: a los que hagan huelga, la comuna les descontará el día no
trabajado.
Sin ánimo de conciliar con nadie,
el jefe comunal asumió una postura irreductible.
Lanzó el desafío durante una
conferencia de prensa en la que mientras hablaba, algunos integrantes
de su gabinete demoraban su mirada en el suelo.
Arroyo
opina que las críticas a su funcionaria dilecta tienen un trasfondo
político. Lo señala una y otra vez intentando presentar como una
revelación algo indiscutible.
Semanas atrás la oposición sentó
a Crovetto en el recinto del Concejo Deliberante, la expuso a las
críticas de directores de escuelas y docentes, y ante el
espectáculo, reclamó lo obvio: su renuncia.
Frente al manifiesto cariz político
del asunto, Arroyo actúa como si el destino de Crovetto fuera un
cuestión de índole personal.
Ciertamente,
también lo es.
La
funcionaria fue la inspectora asignada por la burocracia educativa
provincial a controlar la Escuela Media Nº2 que Arroyo dirigió
durante décadas tras abandonar su carrera como abogado.
Seguramente durante las
parsimoniosas visitas de la inspectora al despacho del director,
ambos fantasearon durante años con la posibilidad de que la carrera
política de Arroyo se viera coronada con su elección como
intendente. Y un día eso pasó.
Como entre la fantasía y la
realidad existe un trecho enorme, Arroyo descubrió en pocos días
que la tarea para la cual fue elegido por los vecinos es más
exigente de lo que imaginaba.
Seguramente fue lo que les sucedió
a todos sus antecesores, a los que les llevó algunos meses adaptarse
a la responsabilidad de gobernar Mar del Plata.
En el caso de Arroyo, una brutal
muestra de eso fue el destino que tuvo el gabinete “de primera”
con el que asumió en diciembre, el cual se desmembró casi por
completo a fuerza de renuncias desencantadas y escándalos.
De aquellos funcionarios del
comienzo, Crovetto es una de las pocas que aún permanece en el
cargo.
Soltarle
la mano podría causarle un disgusto personal al intendente, quien
aparentemente, evalúa que eso sería más doloroso que el costo
político de preservarla.
No existen en relación a Crovetto
imputaciones severas sobre su política pública en materia
educativa. Y en parte ahí radica lo cruel del asunto.
Todo
se reduce a un conjunto de anécdotas extravagantes sobre sus
modales, su escasa pericia para comprender cuáles son las
incumbencias del cargo que ocupa y para tomar decisiones en un
sentido razonablemente correcto. Todo eso, sumado, hizo que se
convirtiera en un personaje resistido.
Aunque el intendente Carlos Arroyo
mencione la existencia de un plan para el área educativa, quienes
tuvieron la dicha de dialogar alguna vez con Crovetto se atreven a
dudar sobre si algo así existe.
Abundan
los detalles acerca de reuniones en las cuales docentes y directivos
dedicaron horas a explicarle a la funcionaria cuáles son las
necesidades y vericuetos administrativos y burocráticos del sistema
municipal sin recibir a cambio alguna señal de que haya sintonizado
con el sentido de sus palabras.
A los supervisores, agentes
administrativos, directores, docentes y alumnos del sistema educativo
municipal suele costarles explicar en una frase por qué Crovetto les
causa tanto disgusto.
Le reprochan las medidas de
ajuste, citan las denuncias sobre designaciones de amigos y parientes
en el área y su costumbre de retacear o negar reuniones y así
podrían continuar encadenando, una tras otra, anécdotas grotescas e
inverosímiles.
“Soy enemiga del autoritarismo,
democrática y simpática”, fue la frase que Crovetto aportó en su
propia defensa semanas atrás, después de la incomodísima reunión
en el que enfrentó los cuestionamientos de directores de escuelas y
docentes por su deslucida gestión.
Ayer Arroyo creyó que para
contrarrestar lo que considera un ataque debía poner algo más sobre
la mesa.
Leal con su amiga, no dudó en
amenazar con descontar el día a los docentes que hagan paro para
repudiarla y dejó en claro hasta qué punto está dispuesto a
defenderla. “Nosotros estamos convencidos del personal que tenemos
en cada uno de los cargos. Recuerdo que he sido elegido intendente
por el 48% de los votos. Si el sistema que elegí es bueno volveré a
ganar las elecciones, si es malo las perderé”, sostuvo. Así
de lejos llegó.
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