El
desprecio por la educación y los casi 300 chicos que asisten al
Instituto Isauro Arancibia está impregnado en cada pared del viejo
edificio de Paseo Colón 1318. El frío polar penetra por las
ventanas sin vidrios. No hay una sola estufa que mitigue las bajas
temperaturas en este invierno que llegó por adelantado. La sala del
jardín de infantes en el subsuelo se inundó más de una vez.
Las obras para refaccionar el inmueble se hicieron a medias. Lo
prueba un hueco vacío: espera por un ascensor que nunca se colocó.
La consecuencia, en este caso, es que los alumnos
discapacitados deben ser subidos a upa para acceder al primer piso.
Susana Reyes, la directora de
este lugar emblemático donde se brinda educación popular a niños y
jóvenes en situación de calle o vulnerabilidad extrema, sintetiza
la situación: “El gobierno porteño trata a los pibes
como a la escuela. Los ningunea”. Pero
lo peor se vislumbra a futuro. Sobre el Isauro –como lo llaman con
cariño sus docentes y estudiantes– pesa una amenaza de
demolición porque se levanta en la traza del proyectado metrobús
sur.
En
la cuadra del bajo de San Telmo entre avenida Garay y Cochabamba,
sobreviven a la piqueta el instituto educativo y la sede
del Caina (Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia).
Para el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta entorpecen la obra
fetiche del macrismo que ha ido ganando espacios en la ciudad.
Un fallo de la jueza Patricia López Vergara, del fuero en lo
Contencioso Administrativo y Tributario porteño, frenó la
demolición a fines de 2014. Además, les ordenaba a las autoridades
que diagramaran un nuevo trazado para el carril exclusivo de
colectivos.
Con
un presupuesto adjudicado de casi 13 millones de pesos para poner en
condiciones el edificio, el estado le concedió las obras a Lihué
Ingeniería que, según la Auditoría General de la Ciudad (Agcba),
las tendría que haber terminado el 12 de septiembre de
2014. Reyes dice que “comenzaron el año pasado con la idea de que
finalizaran en este último verano para dejar la escuela en
condiciones. Adelantamos el cierre del ciclo lectivo al 4 de
diciembre pero cuando volvimos faltaba un montón”.
En
su informe de 2015, la Agcba señala: “La demora en la
ejecución de la obra hace que la planta baja y el subsuelo estén
desocupados, mientras en la planta alta, los 200 alumnos
(adolescentes y adultos), con los 38 niños y los 40 trabajadores,
permanecen hacinados”.
En
el Isauro hay tres niveles a los que asisten desde niños hasta
mayores. El jardín de infantes que debería funcionar en
el subsuelo recibe a bebés desde los 45 días a pibes de tres años;
hay un curso de nivelación para menores de hasta 14 años y la
primaria para adultos que no tiene límite de edad. Además, se acaba
de abrir el Plan Fines de la escuela secundaria que depende de la
Universidad de Avellaneda. Casi
todos los alumnos que asisten viven en las calles del sur de la
ciudad o en el sur del Gran Buenos Aires. Su situación es de
vulnerabilidad absoluta.
Sergio
Agüero es docente del Centro educativo. Cuenta que en el edificio
“no hay gas, estufas, tenemos problemas en los baños y
hasta falta un ascensor para los chicos discapacitados.
El Isauro funciona desde 2011 en Paseo Colón pero antes dio vueltas
por varios lugares”. Reyes describe que “de pronto, en
marzo pasado, se paralizaron las obras. Había como veinte personas
trabajando y no volvieron más. Extraoficialmente nos llegó la
información de que se paraba la refacción del edificio. Y volvió
una versión muy fuerte sobre la demolición, mientras a nosotros
desde el gobierno no nos dicen nada”.
En
el Instituto, además de las tres propuestas educativas que brinda,
se dan actividades formativas que persiguen una salida laboral. Van
desde talleres de oficios como panadería, peluquería y
fotografía hasta música, radio, revista y serigrafía,
entre otros. Los alumnos también escriben su propia publicación: La
Realidad sin Chamuyos.
Un
proyecto que ya lleva siete años se llama Ecobolsas. Apunta a la
inclusión social y promoción de la ecología. Sus creadores,
Patricia Frankel y Alfredo Schwarcz, explican: “los
jóvenes que llegan al Isauro luego de pasar noches desgarradoras en
la calle con la necesidad de encontrar un lugar cálido, se
encuentran con una escuela helada y en muchas aulas sin vidrios. La
mayoría de los chiquitos que concurren al jardín maternal están
con cuadros de bronquitis, neumonías y pulmonías”.
Por
estas calamidades la comunidad educativa del Centro educativo decidió
salir a la calle. Ya hubo un encuentro pedagógico el viernes pasado
y para esta semana se organizaron dos jornadas. Una relacionada con
los derechos humanos y otra con la cultura, prevista para la víspera
del 25. Con motivo de la Revolución de Mayo, se montará
un escenario sobre la calle Cochabamba donde quedará representado
“un momento de resistencia”, cuenta
Martín Mendizábal, el tallerista que conducirá una radio abierta.
Los alumnos del Isauro también realizarán su aporte. Representarán
con un muñeco gigante que hicieron con sus propias manos al chico
que vive en la calle. A ese pibe que corre peligro de
quedarse sin su escuela.
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