Bajo la lluvia y el frío, una ola
de calor sacudió distintas ciudades del país con gente movilizada
en las calles reclamando contra los tarifazos. En el Obelisco, cita
original, a las siete y media de una tarde que ya es noche comienzan
a sonar cacerolas y silbatos. Sobre la esquina de Corrientes una
estoica cola se convierte en platea privilegiada de la protesta.
Mujeres y hombres esperan en fila la combi que los traslada del
Centro a Ezeiza, después de la jornada de trabajo. 60 pesos ida y
otros 60 de vuelta que, saben, demorará la protesta.
Una a una, las personas de la fila
responden qué opinan de los que están comenzando a hacer sonar este
No al Tarifazo. El escrutinio final arroja 37 simpatías escuetamente
expresadas y una sola voz que se explaya: es la de una estudiante de
Relaciones Internacionales, 23 años, que sintetiza: “Estoy de
acuerdo. A todos nos afecta el tarifazo, pero no sé si esta es la
mejor manera de expresarlo porque así me afectan también a mí, que
quiero llegar a casa temprano”. El muchacho que está atrás en la
fila la interrumpe. Es técnico en computación, tiene 35 años y
parece muy enojado: “Estoy totalmente en desacuerdo con esto:
tendríamos que ir a la casa de Macri, porque él ahora está ahí
calentito, en patas, y yo estoy acá, mojándome”. La señora de
adelante lo calma: “Está bien. Esto está bien. Estamos en
democracia”.
La frase final es aún más
didáctica: “Y estos se fueron al carajo”.
No se refiere a los manifestantes,
por si hace falta aclararlo.
“Así no se puede”
Por la Avenida 9 de Julio todavía
circulan autos y uno lleva el baúl cubierto con una gran bandera de
Boca. Es el único que grita: “Vayan a laburar”. El resto hace
sonar la bocina para alentar los cantitos de consignas que son
agitadas por los únicos que llevan parlantes: el MST instaló
temprano una carpa y una radio abierta, comienzan a llegar grupos del
Movimiento Evita y otros de agrupaciones de izquierda, pero la
mayoría es gente suelta, que se suma de a dos (Norma y Carla: “No
trajimos cacerolas porque venimos directo del trabajo”) , de
tres ( Inés, su marido y su vecino: “Te doy mi mail para que me
mandes la foto así se la muestro a mi nieto”) o sola (Cati,
con tapa de olla y cuchara en mano: “Voy a protestar a Tribunales
por lo que hizo la justicia: cómo van a avalar un aumento del 500%.
No tienen vergüenza”) hasta alcanzar, gota a gota, a conformar
esa marea que corta el tránsito y colma el Obelisco, hasta
Corrientes.
¿Cuánta gente hay?
Responde, a las 20 en punto,
Sebastián Salgado, corresponsal de TVSpain. “Tengo bastante
experiencia en esto y digo: 5 mil”. En la vereda de enfrente acaba
de llegar el único móvil de la tevé que se hará presente en esta
primera protesta contra los tarifazos. El periodista se niega a
calcular la cifra. Los técnicos arriesgan: Tres mil”. No
tienen orden de salir al aire todavía, aclaran. ¿Qué esperan? No
hay violencia, ahora tampoco consignas, sí mucho ruido y abundan
testimonios como el de Diego, 33 años, kiosquero de Palermo. “Pagaba
1.500 pesos de luz y ahora me llegó una factura de 6.000. Es mi
fuente de trabajo y están jugando con eso. Yo intento que las cosas
vayan bien a pesar de todo, organizo sorteos, trueque de figuritas
entre los chicos, cosas que sumen al barrio y que vayan más allá de
lo comercial. Pero así no se puede. Nos están dando un palazo y es
mortal. No creo que haya un lugar en el mundo donde hagan esto y no
pase nada. Todo tiene un límite”. Mientras habla sostiene
sobre su cabeza una cartulina en la que escribió con marcadores
negro y rojo: “El tarifazo es un crimen de lesa humanidad: Chau
Aranguren”. El ministro de Energía, su vínculo con la corporación
Shell y sus atributos personales encabezaron el top ten de menciones
de carteles, consignas y recordatorios populares.
Por la avenida Corrientes llega una
nutrida columna con los representantes de dos asociaciones de
defensa del consumidor –ADDUC y DEUCO- enmarcada con una bandera
blanca con una sola consigna: “No al tarifazo”. La encabezan
Osvaldo Bassano y Pedro Gusseti, los respectivos presidentes de esas
organizaciones, y las más de 500 personas que los rodean son hombres
y mujeres que se presentan como dueños de pequeños comercios
castigados por las tarifas. Por la otra esquina está sumándose
a la multitud la Colectiva Lohana Berkins, que canta: “Olé, olé,
olé, olá: el tarifazo se va a acabar cuando saquemos a este facho
liberal”.
Solo, Jorge, comerciante de Lanús,
se moja aferrado a su cartel: “400% las pelotas”. Resume: “Pagaba
de agua 170 pesos y ahora me llegó una factura de 780. No recibí
todavía ni la de gas ni la de luz, pero ya sé que si siguen esa
lógica, cierro”.
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