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- 17 oct 2017 - Juan Manuel Karg -
Las
elecciones a gobernadores en Venezuela fueron un verdadero cimbronazo
para las fuerzas de las derecha regional, que esperaban que se
refrendaran los resultados de las legislativas 2015, donde la MUD
triunfó de forma contundente. Nada de eso sucedió: el chavismo
ganó 18 gobernaciones de las 23 en juego, sacando el 54% a nivel
nacional. La MUD apenas se impuso en 5, ganando la mayoría de ellas
Acción Democrática, del veterano cacique Ramos Allup. Las
fuerzas más radicales de la derecha, quienes encabezaron las
violentas protestas meses atrás, se quedaron con las manos vacías.
"¿Cómo
se explica que en la crisis económica, social y política en
Venezuela el oficialismo haya ganado la mayoría de las
gobernaciones?" se preguntó en Twitter la presentadora de
CNN, Patricia Janiot, adversa al chavismo desde los tiempos del
propio Chávez. Esa es la pregunta que revolotea en la derecha
regional: ¿cómo puede "esta gente", para ellos siempre
inferior en cuanto a capacidades, seguir ganando elecciones, incluso
frente a la guerra económica que ha provocado desabastecimiento y
una enorme inflación?. Posiblemente haya que buscar
explicaciones en el quiebre político que significó la convocatoria
a la Asamblea Nacional Constituyente: millones salieron a votar
para decirle no a las guarimbas, violentas movilizaciones de calle
que dejaron un centenar de muertos, varios de ellos incinerados por
el "pecado" de ser pobres y chavistas. Desde ese
domingo electoral, la violencia disminuyó notablemente, y la MUD
aceptó la convocatoria a elecciones regionales -diálogo mediante-
realizando unas elecciones primarias con magra participación, donde
Allup comenzó a ganar la interna de la derecha.
Pero
además Janiot, al igual que centenares de comunicadores a lo largo y
ancho del continente, olvida un dato adicional: el chavismo es una
fuerza política que ha constituído un verdadero nuevo paradigma en
la política venezolana. Esto también puede explicar, en parte,
que pueda ganar una elección nacional en el marco de una
embestida internacional sin precedentes, con una inflación
galopante, desabastecimiento inducido, y con buena parte de los
medios de comunicación -internos y externos- en contra. El
chavismo no solo ha sobrevivido al fallecimiento de su propio líder,
sino que cuando parecía agonizante pateó el tablero, aprovechando
los groseros errores de una oposición verdaderamente amateur. Y de
esa forma construye esta victoria, que descoloca a aquellos que
vaticinaban el derrumbe del gobierno de Maduro hace apenas diez
semanas.
Uno
de los datos más interesantes de la elección tiene que ver con la
aparición en escena de una nueva generación del PSUV. La llegada
de Héctor Rodríguez a la gobernación de Miranda oxigena al propio
chavismo, demostrando que es un proyecto político a largo plazo, que
puede modificar su propio discurso intentando interpelar nuevamente a
sectores medios urbanos. Dentro de la oposición hay grandes
derrotados: los ex gobernadores Capriles y Falcón, y el trío
Guevara, López y Tintori, quienes foguearon la calle meses atrás.
Pero también un gran ganador: el experimentado cacique Ramos Allup,
que con 4 gobernaciones para Acción Democrática se constituyente en
un claro precandidato presidencial para el 2018, posiblemente
disputando la interna con Julio Borges, presidente de la Asamblea
Nacional. La floja hipótesis de fraude queda desbaratada por el
propio Capriles, que al momento de escribir estas líneas aún no ha
emitido posicionamiento público.
La
elección del pasado domingo demuestra, entonces, varias cosas. En
primer lugar que no es verdad aquella hipótesis de la derecha
venezolana sobre que "el 80% quiere a Maduro fuera del poder".
No por casualidad el gobierno adelantó de diciembre a octubre estas
regionales: tenía conocimiento de un voto condena a aquellos que
desestabilizaron el país por meses, de ahí que sus principales
slogans tuvieran que ver con la paz y la democracia. Además
evidencia que los votos a la oposición fueron a sus sectores menos
radicalizados, tendencia que tuvo lugar tanto en las primarias como
en las generales. Esto debería favorecer el diálogo, aislando a
los sectores radicalizados, que fueron castigados por el voto
popular. Parece abrirse, por tanto, un nuevo momento político en
Venezuela, con un gobierno consolidado desde lo institucional, pero
que aún seguirá afrontando grandes dificultades en lo económico,
y una oposición que deberá rearmarse si pretende disputar la
elección presidencial que tendrá lugar el año próximo.
Por
Juan Manuel Karg - Politólogo UBA / Analista Internacional
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