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- 14 DE AGOSTO DE 2017
En
la tarde del domingo, mientras la atención nacional estaba puesta en
las PASO, llegamos a la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. A unos
doscientos metros de la tranquera, sobre la ruta 40, un micro y una
camioneta de Gendarmería vigilaban. “A la vuelta los van a parar y
les van a pedir documentos. Así lo hacen con los que se acercan al
territorio”, nos habían advertido antes de salir desde El Bolsón.
No
sabíamos si íbamos a ser recibidos, por más que nos llevaran
compañeros, de los tantos comprometidos con la lucha mapuche y que
también por estas horas están siendo asediados.
Por
seguridad, las lamien (hermanas) y los peñi (hermanos) de la Lof que
están cerca del alambrado lindero a la ruta, están encapuchados.
Su
lonco, Facundo Jones Huala, está preso ilegalmente por una causa
en la que ya fue juzgado. Y lleva 14 días en huelga de hambre.
Santiago
Maldonado, un no mapuche que fue apoyarlos, está desaparecido.
En
ese contexto, y con tal nivel de violencia represiva, mediática,
política y judicial, ¿a quién le puede resultar violento que anden
encapuchados? No hacerlo, sería exponerse ante un poder que, a cara
de descubierta o no, los seguirá llamando “terroristas” y
buscará exterminarlos.
De
estas cosas hablamos ni bien nos presentamos y traspasamos la
tranquera. Y de Santiago -el Brujo o el Vikingo, como lo conocen
allí-, de la represión del 1 de agosto, de las marchas en todo el
país, de la importancia de contar con un relato propio sobre lo
ocurrido en los últimos días. De que esa voz llegue a personas y
medios que los apoyan. De que esa voz, de que esa versión que está
faltando, se conozca, se replique. De que ayude, al menos un poco, a
enfrentar tanta impunidad y mentira.
Alrededor
de un fuego, junto a una casilla de madera que resistió la furia de
la Gendarmería porque “había dos peñi con sus niños”,
hablamos durante poco más de una hora. Hasta del Bauen hablamos.
Porque una lamien había conocido a un cooperativista del hotel y
quería saber cuál era la situación, si todavía resistían el
desalojo.
En
el horizonte, el sol se reflejaba en los picos nevados. Por el campo,
un par de chicos jugaba, corrían. Uno, tenía en la mano algo verde:
un cartucho.
“No
lo tomen a mal. Pero si pueden espérennos en el auto, del otro lado
de la tranquera. Vamos a bajar a hablar sobre esto que nos proponen.
No estamos haciendo entrevistas, queremos preservarnos. Pero lo
consultaremos con otros peñi y nos acercaremos a decirle lo que
decidimos”, nos dijo con voz pausada y dulce un señor que podría
haber sido nuestro abuelo, al que sólo le veíamos los ojos y que
nos despidió con un fuerte apretón de manos.
Unos
45 minutos después, vimos venir caminando a otro peñi. Vestía
jeans y un poncho marrón con retazos verdes. Su mano y su voz eran
más jóvenes. Ya dentro del auto, prendimos el grabador.
Los
mapuches llaman pentukun a una formalidad que realizan cuando llegan
a un lugar o reciben a alguien. En su lengua, se presentan saludando,
enumerando su nombre, su familia, el lugar de donde vienen, la
identidad de su lonco y algunas otras cuestiones importantes de
remarcar antes de iniciar la charla. En este caso, “saludar a toda
la gente mapuche y no mapuche también. A los amigos a los que pueda
llegar esta entrevista”. Lo dijo en mapuche y después lo tradujo.
Decidimos
venir hasta acá porque es difícil encontrar información de primera
mano y confiable de la situación que están viviendo, de la
represión que sufrieron en la Lof y de todo lo que tiene ver con la
desaparición de Santiago Maldonado.
En
la situación en la cual nos encontramos, más allá del dolor y la
bronca que uno puede llegar a sentir como persona y consciente de la
militancia que se ha llevado a nuestro compañero Santiago, nosotros
no vamos a callar la voz. Este proceso de recuperación se ha
fortalecido mucho más de lo que el winka esperaba, de lo que
nosotros esperábamos, y a pesar de todo lo que está pasando, la
persecución política que están sufriendo los militantes sociales,
la prisión política de Facundo, la militarización del territorio
acá en la comunidad, hacen que uno tome más que nunca la iniciativa
en el proceso en el que nos embarcamos allá en el año 2015, que fue
recuperar las tierras productivas que fueron usurpadas. Y en ese
camino es donde hoy nos encontramos, en ese camino es que se llevaron
a nuestros compañeros, a Santiago, a Facundo que lo tienen preso, en
ese camino es que están intentando criminalizar la lucha.
¿Cómo
fue la previa a la represión y a la desaparición de Santiago?
Primero
hicimos un corte de ruta aquí para denunciar la prisión política
de Facundo, las detenciones y violencia que habían sufrido los peñi
y las lamien en Bariloche: a las once de la mañana decidimos saltar
el alambrado y como forma de comunicación cortar la ruta.
Repartimos panfletos, se conversó también con los camioneros de la
situación en Bariloche. Recién alrededor de las cinco de la
tarde, se hizo presente Gendarmería, con un (camión) Unimog y
tres camionetas llenas de efectivos. Se bajan fuertemente armados
en el cruce y empiezan a descender para donde nosotros nos
encontrábamos. Cuando están a una distancia de cuarenta metros,
empiezan a disparar y entonces activamos nuestro grupo de
autodefensa.
¿Cómo
se defendieron?
Con
ondas de revoleo y piedras. Así logramos repeler la agresividad que
había mantenido Gendarmería en ese rato. Se van unos kilómetros
más atrás y ahí nos leen por altoparlante una orden de desalojo
firmada por Otranto y nos dan dos horas para desalojar la ruta.
¿Entonces
existió una orden?
La
leyeron por altoparlante. Nosotros hasta el día de hoy desconocemos
si existió realmente. No sabemos bien qué decía la orden tampoco,
no se entendía bien pero decían que era una orden firmada por
Otranto. Nosotros volvemos a la ruta. Justo había un
periodista de canal 4 que había venido a cubrir el corte, quien se
acerca hasta los gendarmes y le solicita la orden de allanamiento, la
cual le es negada. El muchacho les insiste que como la orden era de
conocimiento público podía hacerle una toma con la cámara y se
difundía. Pero no se la mostraron. El periodista volvió, hizo
una toma acá, despejamos la ruta y entramos al territorio. Ese día
supuestamente quedaba en libertad Facundo y hablamos mucho para ver
qué estaba pasando con la gente en Bariloche. Teníamos dos focos
importantes y aquí tampoco sabíamos qué iba a pasar.
¿Y
qué pasó?
No
se acercó nadie, no pasaba ni un auto, porque habían desviado el
tránsito allá arriba, en lo que es el cruce a Cholila y Epuyén, y
a acá en la subcomisaría de Leleque, por Cholila también.
¿Habían
liberado la zona?
Sí,
para que no entrara nadie, como pasó en la represión de enero.
Despejaron la ruta y quedó tierra de nadie. Alrededor de las
cuatro y media de la mañana aparece un contingente muy grande de
Gendarmería. Llegamos a contar 21 vehículos. Sacaron un pino
que habíamos dejado en la ruta y se apuestan ahí, donde están
ahora. Y a las seis y cuarto se acercaron unas camionetas de
Gendarmería con las luces apagadas. Nosotros escuchamos los motores
desde el sector de guardia y cuando alumbramos, inmediatamente
empiezan a disparar. Pensamos en un primer momento que se nos iban a
meter así que tomamos posiciones y empezamos a defendernos como
antes.
¿Gendarmería
disparaba con balas de plomo?
Sí,
con nueve milímetros y escopetazos. No es la primera vez que nos ha
tocado esto. Y uno con el solo ruido ya se da cuenta. Un escopetazo
suena mucho más fuerte, y en cambio la nueve milímetros te silba en
la oreja. Nos estaban cazando. Alumbraban para dentro del campo y
donde nos veían nos tiraban. Estuvieron así como 15 minutos hasta
que se fueron.
El
Piltriquitron, imponente y con sus picos nevados minutos atrás, deja
de verse por la bruma pero fundamentalmente por la noche que avanza.
Las ventanillas se empañan en los bordes y muy cada tanto se escucha
la velocidad de un auto. En el cruce se ven las luces del micro donde
los gendarmes estarán hablando o mirando sus celulares. Aquella
noche, en cambio, eran muchos más y no estaban tan tranquilos.
Aquella noche, estaban preparando la cacería.
¿Cómo
fueron los hechos del día siguiente?
Estábamos
bastantes desgastados pero volvemos a entrar a la ruta a eso de las
once de la mañana, porque hay algo que no se puede callar. Y por
más que repriman y esas cosas uno utiliza la forma de difusión que
tiene a mano. Y en ese momento era la ruta. Inmediatamente bajó
el contingente de unos cien gendarmes y empezaron abrir fuego sin
hacer asco a nada.
¿Ahí
ustedes se vuelven a replegar y se meten en el territorio?
Primero
los enfrentamos. Les tirábamos piedras y le gritábamos que se
fueran. Que ellos no tenían nada que hacer acá, porque nosotros
estábamos ejerciendo nuestro derecho a la protesta y estábamos
denunciando lo que el Estado estaba haciendo con nosotros. Uno
trata de convencer igual, pero sabemos que ellos tienen la cabeza
lavada lamentablemente. Siguieron tirando. Formaron una línea a lo
ancho de la ruta. Los del medio con escopetas y a los costados, dos o
tres gendarmes tirando con nueve milímetros. Nos replegamos al
territorio. Pensamos que sólo venían a desalojar la ruta y que
entonces iba a cesar el fuego. Pero siguieron tiroteando para
adentro. Se vinieron para el alambrado. No los dejábamos entrar
hasta que nos atraviesan un Unimog acá al costado, se apuestan cinco
tiradores atrás y empiezan a tirar.
La
voz se entrecorta, se detiene. En la oscuridad empañada del auto
sólo se escucha una respiración más fuerte. En silencio, nos
aguantamos un llanto que en un rato será inevitable cuando hablemos
de Santiago. ¿Dónde carajo lo tendrán?
“Dejemos,
seguimos después”. Pero el peñi quiere continuar, consciente de
que la verdad, que este relato silenciado, tiene que llegar a más
personas: “Empiezan a tirar, tirar, tirar, mientras los otros
gendarmes se dispersan por el resto del alambre y comienzan a
ingresar por distintas partes. Hasta que el Unimog hace una pantalla
acá, rompen el candado de la tranquera, y ahí entran todos
corriendo al grito de 'agarren a uno, agarren a uno'. Y el jefe del
operativo gritaba: 'Tirales, Tirales'”.
Fue
mucho peor que la represión de enero.
Sí,
fue algo que no se había vivido nunca aquí. Entraron a punta de
pistola disparando y disparando. Aguantamos todo lo que pudimos hasta
que en un momento hicieron un ingreso todos los efectivos. Y ahí
nos corren hasta el río, unos setenta metros. Donde nos tirábamos
por diferentes partes, por donde podíamos, porque la lluvia de
balas no cesaba. Ahí es donde el compañero Santiago no logra
cruzar. Porque mientras nosotros íbamos nadando por el río, la
Gendarmería igual nos seguía tirando adentro del agua. Nos tiraban
con nueve milímetros, con escopetas y con piedras algunos. No les
importaba nuestra vida a la Gendarmería. Ellos vinieron a matar
a uno acá. El compañero nadó hasta una parte y al ver que las
piedras llovían de arriba y los tiros no cesaban, decidió volverse
para la orilla. Y ahí es donde hay otro peñi que lo ve al
compañero Santiago agarrado de una rama, con el agua hasta las
rodillas y los gendarmes arriba. Y después hay otro peñi más que
también ve a tres efectivos de la Gendarmería que están golpeando
a alguien que no logra reconocer.
Era
Santiago...
Y
sí.. Ahí sale el Unimog cargado. Sube hasta el cruce de
allá. Y vemos cómo se atraviesa una camioneta blanca junto al
Unimog. Varios gendarmes hacen una pantalla para que no se vea lo que
están haciendo. Y la camioneta blanca de Gendarmería sale para
allá, como rumbo a Esquel. Por eso no hay la menor duda de que se lo
llevó la Gendarmería. Que ellos lo tienen y que ellos son los
responsables de que el compañero no aparezca. Ellos y todos los
medios de comunicación que también han aportado a la difamación no
sólo de la comunidad sino también de nuestro proyecto de vida.
Porque aquí no es que solo se ve a unas personas tirar piedras y
cortar rutas. Sino que aquí hay un proyecto de vida. Como decía
Santiago: “Es un gusto estar con los terroristas. Los terroristas
de la verdura”, decía y se reía.
¿Por
qué de la verdura?
Porque
habíamos estado comiendo verdura el día anterior, cuando él llegó.
Y le contábamos que estábamos plantando ajos y otras cosas. Él nos
había acompañado en otras represiones anteriores. Y esa noche
habíamos estado conversando bastante.
Nos
contaron que Santiago es alguien de mucha conciencia, y también de
muy buen humor.
Sí,
el humor no le faltaba al compañero. Igual uno lo conoce poco, y
siempre nos vimos en estos contextos de represión, en los que las
charlas se tornan más serias. Pero igual uno va viendo la forma de
vida que tienen los compañeros, cómo es el compañero, cómo se
desarrolla. Y él, por más que estemos hechos de goma, cansados y
esas cosas, nos hacía reír bastante. Y esa noche nos había hecho
reír.
¿Qué
les decía?
Cosas…
De hecho esa noche nos dijo que si un día él no estaba, teníamos
que decirle LHT. Viste que ahora muchos se ponen nombres con siglas.
“¿Y eso qué es?”, le preguntamos. “Las hice todas. Así
tienen que decirme”. Y así fue, él compañero las hizo todas. Y
si es que la Gendarmería lo mató, murió como un gran luchador
social, consciente de la causa nuestra, con sus principios. Y así lo
recordamos.
Acá
lo conocen como El Brujo, ¿no?
Sí,
El Brujo y también El Vikingo le decíamos. El decía que tenía
descendencia vikinga, siempre hablaba de eso y que le gustaba mucho
el mar, como a los vikingos. De hecho tenía la barba así, y
nosotros en joda le decíamos que se la tenía que cortar porque iba
a asustar a cualquiera. Ese día también jodíamos que si venía la
represión lo mandábamos al Vikingo adelante, que con esa barba
asustaba y capaz no nos reprimían tanto. Nos reímos mucho esa
noche. Santiago nació en 25 de mayo y aunque no era mapuche era
muy consciente de nuestra historia y se ocupó de recuperar también
la del lugar donde vivía. Y después anduvo por todos lados,
acompañando luchas. También conversamos esa noche de lo
sorprendente de la resistencia de los pescadores allá en Chiloé.
¿Él
estuvo allá?
Sí,
estuvo acompañando a los pescadores. Y a uno lo ponía contento
conversar de esas cosas, porque cuando conversás con esas personas
que andan haciendo cosas, acompañando y poniendo el cuerpo, es
como que uno encuentra su par, porque uno también acá está
poniendo su cuerpo, su cabeza, su consciencia, y sabe lo que
arriesga. Y él también era consciente de eso. Era consciente de
que estábamos en una zona en conflicto. No era la primera vez que
venía en una represión y siempre decía que estaba orgulloso de la
gente y los jóvenes que luchaban.
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