Desde hace meses, la Fundación
Pensar del PRO se incorporó con fuerza a la disputa de poder al
interior del gobierno de Mar del Plata. Se trata de tecnócratas
que vienen ocupando lugares de peso en el armado de Cambiemos de todo
el país. ¿Quién es y de dónde viene el “tanque de pensamiento”
oficial?
Algunas charlas esporádicas, la
inauguración por partida doble y un blog, hoy con entradas de 2014,
para comunicar ideas PRO con formato programático pero bañadas de
generalidades, al estilo “Somos una potencia turística” o “Somos
una potencia alimenticia”. No más. En Mar del Plata, Pensar no
tenía más peso que el que por efecto transitivo había heredado de
la matriz porteña.
Superadas las elecciones, la
Fundación salió del letargo en medio de la primera crisis del
hombre del Partido Popular de la Reconstrucción, el intendente
Carlos Arroyo, cuando, como parte de varias modificaciones, el
secretario de Salud, Gustavo Blanco, se convirtió en jefe de
Gabinete. A su vez, Agustín Cinto fue insertado como correa de
transmisión entre los gobiernos nacional, provincial y municipal. La
lectura inmediata fue que el macrismo había intervenido de facto la
gestión local. Tal vez haya sido la demostración más descarnada
de aquello en lo que se convirtió Pensar: más en una proveedora de
funcionarios que en una estructura que dote de líneas generales y
específicas a los gobiernos de la coalición que venció en
2015.
La tecnocracia al poder
La política será tecnocrática o
no será, podría ser la máxima que define, parcialmente, al nuevo
elenco de “los que mandan”. Desde su nacimiento, en 2001, el PRO
desplegó mecanismos que se apartaron notoriamente de los modos
imperantes de hacer política en una buena parte de la centuria
pasada, cuya praxis tenía a la masa como sujeto político por
excelencia. La elaboración de planes de gobierno y la estructura
para formar dirigentes por fuera del partido, a cargo de las usinas
de pensamiento, fueron algunos de los aspectos más demonizados y, a
la par, banalizados.
El 22 de noviembre, finalizado el
balotaje, el macrismo podría haberse jactado de que había ganado
una forma, un método que, en apariencia, para el hacer política del
siglo XX, es no sólo superficial, sino que también se encuentra
atravesado por las maneras que rigen el mundo empresarial. Y que,
como si fuera poco, juega al blanco o negro con la política,
sindicándola como prebendaria y casi enferma terminal. Se sintetiza
en la idea de “meterse”, involucrarse, para purificarla. En toda
esa trama, la Fundación Pensar ocupa un lugar central.
Investigar y armar planes de
gobierno, acercar gente de la academia y del sector privado a la
política, y diseminar una visión de país. Esas son las metas
explícitas de Pensar, que, a la vez, exponen su polifuncionalidad
dentro del mapa PRO.
Doble nacimiento
A Pensar la parieron dos veces. La
primera fue en 2005, de la mano de Jorge Triaca, actual ministro de
Trabajo de la Nación. En ese momento, se presentaban como un grupo
de estudios independiente. Sin embargo, no fueron conocidos por sus
grandes aportes a las ciencias políticas, sino que, por entonces,
trascendieron por las controvertidas ponencias en las que, por caso,
participaron Vicente Massot, dueño de La Nueva Provincia —diario
bahiense reconocido por su enfático apoyo a las Fuerzas Armadas
durante la dictadura— y Julio Alberto Cirino —ex agente civil del
Batallón 601, quien fue condenado en 2013 por delitos de lesa
humanidad. En los primeros años de Pensar, Cirino, acompañado
por el especialista en seguridad Eugenio Burzaco y el falso ingeniero
Juan Carlos Blumberg, formó parte de la charla “Delincuencia,
minoridad y violencia en Mar del Plata”.
Su segundo nacimiento, en 2010, le
dio la forma actual, como usina de ideas del PRO. La presidencia pasó
a manos de Francisco Cabrera, hoy ministro de la Producción de la
Nación. En 2013, el propio sistema la premió: de acuerdo con la
Universidad de Pennsylvania, la Fundación Pensar se encontraba entre
los mejores 20 think-tanks (“tanque de pensamiento”) partidarios
a nivel mundial, y 21º en el ranking de think-tanks mundiales.
Que se metan todos
Según información proporcionada
por Pensar, antes de la campaña de 2015 estaba compuesta por
alrededor de 300 personas. Divididas en grupos de trabajo, se
encargaron de elaborar documentos, que, en el caso de llegar al
poder, se erigiesen en planes de gobierno. O al menos eso gritaron a
los cuatro vientos. La mayoría de sus principales referentes hoy
ocupan un lugar en los gobiernos de la Nación, la Ciudad o la
provincia de Buenos Aires. Se nota tanto que la página de la
Fundación no se actualiza desde hace meses. A grosso modo, las áreas
eran tres: productivas y económicas, sociales, e institucionales.
Asimismo, se jactaron de haber elaborado más de un centenar de
proyectos que su jefe político tiene al alcance para llevar a cabo
en el momento que crea adecuado. Los tangibles son el Plan
Belgrano y las 13 propuestas para el agro.
A la principal usina de ideas del
PRO le costó salirse de su zona de confort. Entiéndase como tal al
universo porteño. Al punto de que las sedes que están fuera de la
Capital Federal apenas si tienen vida en tiempos de campaña o cuando
desembarca el contingente que proviene de la ciudad de Buenos Aires.
Para difuminar esos límites está el discurso de la tan mentada Red
Federal. Tres definiciones estilo Pensar lo demuestran:
A)
“Para mí la división es un eje que se da entre pasado y futuro.
Por un lado está la clase política, que argumenta desde la
izquierda, pero cuya
estructura mental representa políticas públicas y una retórica del
siglo pasado. Y por el otro lado estamos la gente que vivimos con las
preocupaciones del siglo XXI, que son vivir mejor, poder ahorrar,
llevarnos bien el uno con el otro”.
(Iván Petrella)
B)
“Nosotros hemos planteado tres ejes centrales: pobreza
cero, terminar con el narcotráfico y unir a la Argentina”.
(Marcos Peña)
C)
“En forma secuencial, lo que va a pasar en Argentina es que nos
vamos a enfocar en los flujos. Lo que significa el cómo vamos a
atraer la inversión y generar empleo genuino. Con una propuesta
macroeconómica responsable, pero al mismo tiempo, focalizar lo que
inmediatamente genera flujos, como los agro-negocios, energía e
infraestructura. En tres meses lanzar tres planes importantes que
empiecen a generar empleo y empiecen a generar otra perspectiva. Y
por supuesto focalizarse también en los grandes generadores de
empleo”. (Francisco Cabrera)
Más allá de que por Pensar pasó,
casi íntegramente, la primera plana del PRO, el nombre que siempre
sobresalió fue el de su director académico, Iván Petrella, pluma
de la Fundación en las publicaciones masivas.
A pesar de su look treinteañero,
Petrella roza los 50 años. Con formación de grado en la Universidad
de Georgetown y posgrado en la de Harvard, Petrella publicó, en
2015, un libro con un título muy PRO: “Que se metan todos: El
desafío de cambiar la política argentina”. En línea con la
clásica demonización de la política, para el autor “la única
manera de que no nos sigan gobernando los sospechosos de siempre es
involucrándonos”. En esencia, fórmulas de este tipo, que lo
único que hacen es asegurar la híper-concentración del poder en
los tecnócratas, están detrás de figuras como el cómico Miguel
del Sel, casi gobernador de Santa Fe en dos oportunidades y, ahora,
embajador en Panamá, y el cocinero Martiniano Molina, intendente de
Quilmes.
La felicidad
Uno de los intelectuales favoritos
de la Fundación Pensar es Alejandro Rozichtner, quien, ante las
primeras desavenencias en el gabinete de Macri, anunció que
brindaría un “Taller de Entusiasmo” para funcionarios del
gobierno nacional en el marco de la Escuela de Formación de
Dirigentes Políticos del PRO.
El 28 de abril de este año, desde
su página de Facebook, Pensar Mar del Plata recuperó una de sus más
profundas reflexiones sobre el ser humano, titulada: “Qué es ser
buena persona”, la cual fue publicada, originalmente, por La Nación
en abril de 2010.
Quizá como preludio de la llegada
del meditador Sri Sri Ravi Shankar en 2012, Rozichtner se despachó
auscultando el alma: “Es el piso de toda vida íntima feliz (¿acaso
hay mayor felicidad que el encuentro con otros?) y a la vez el
sustento de la sociedad lograda. Ser buena persona es la demostración
de la mayor fuerza: uno está bien en sí mismo y proyecta su fuerza
en el deseo de ver crecer a los demás”.
Con un mundo que observaba,
atribulado, cómo los bancos, que habían protagonizado la crisis de
las sub-prime en 2008, daban una muestra de inigualable y despiadada
sinceridad sobre el sistema capitalista, el filósofo predilecto del
presidente de la Nación ofreció una explicación magistral sobre el
poder: “Tenemos que ajustar la mirada. Tenemos que dejar de
pensar que el bueno es un imbécil que se deja pasar. El bueno es un
poderoso que se da los mayores placeres de la existencia: el amor, el
sexo que le va asociado (hay que aclararlo, para que no parezca que
el bueno es célibe, según una tradición anticuada), el entusiasmo
de estar en el mundo y recibir su luz, alguien que disfruta siendo y
ayudando a ser, alguien enamorado de la evolución propia y ajena.
El bueno es excitante porque su amor alienta el desarrollo y el
desarrollo despierta y excita”.
Antecedentes católicos y
militares
Las usinas de pensamiento no son
nada novedoso en Argentina. Basta con rastrear dos antecedentes: la
Ciudad Católica y el Grupo Azcuénaga.
La primera fue creada, en 1958, a
semejanza de la francesa Cité Catholique, opuesta a cualquier
intento de renovación y apertura dentro de la Iglesia. En Argentina,
liderada por el sacerdote galo Georges Grasset, la Ciudad Católica
conformó células integradas por entre cinco y ocho personas, que,
fundamentalmente, debían conocer los diferentes resortes del Estado.
Su apogeo fue durante la primera parte de la “Revolución
Argentina”, como se autodenominó el régimen militar que condujo
el general Juan Carlos Onganía. En ese momento, desde la
Secretaría de Estado de Promoción y Asistencia a la Comunidad,
situada bajo la órbita del Ministerio de Bienestar Social,
procuraron implementar la doctrina comunitarista, creando cuerpos
intermedios entre la ciudadanía y la dirigencia política con
responsabilidad institucional. Salvo casos puntuales, como Pergamino,
rápidamente esos intentos fueron abortados.
Distinto es el caso del Grupo
Azcuénaga, luego conocido como Grupo Perriaux, por el ex funcionario
durante la dictadura de Alejandro Lanusse y hombre clave en Staudt &
Cía., Jaime Perriaux. Fundado como club político por el teniente
coronel Federico de Álzaga a comienzos de los setenta, más cerca
del ’76 el Grupo Azcuénaga -—llamado así por la calle del petit
hotel en el que se reunían, el cual pertenecía a Carlos Blaquier—
se vinculó directamente con el general Jorge Rafael Videla: “El
doctor Perriaux era un permanente preocupado en que las cosas del
país se encaminaran de acuerdo a sus ideas. (…) Mi colaboración
—mía y de otras personas— era cuando él nos pedía que le
acercáramos opiniones relativas a tal o cual problema. Esto lo usaba
—me consta— con los gobiernos que estaban en el poder, y
posiblemente pensando en que si hubiera alguna emergencia en el país,
por cualquiera de las situaciones que él mencionaba, no
necesariamente el golpe de Estado podía ser un simple cambio de
política económica”. A pesar de la expresión ingenua de José
Alfredo Martínez de Hoz, en 1984 ante la Cámara de Diputados de la
Nación, lo cierto es que una buena parte del programa económico que
ejecutó el ex presidente del Directorio de Acindar se pergeñó en
esas reuniones.
Entre trolls y lavado
Pensar también tiene su genealogía.
Según el libro Mundo PRO, está inspirada en la Fundación para el
Análisis y los Estudios Sociales (FAES), la usina de ideas del
Partido Popular de España. De la mano del PRO, durante 2015, la Red
Federal de la Fundación se expandió hasta llegar a 17 sedes en 14
provincias. Esos sitios supieron convertirse, en tiempos
proselitistas, en los lugares físicos desde donde los candidatos
diseñaban su estrategia y también donde se realizaban los actos. En
otras palabras, una forma de disimular la raquítica estructura
del PRO por fuera de la Ciudad.
Pero no todo ha quedado en el ámbito
de las ideas. En 2012, el entonces jefe de Gabinete, Aníbal
Fernández, aseguró que la Fundación Pensar había contratado un
servicio para realizar un ataque digital, de cara al cacerolazo del 8
de noviembre: “Lo pudimos constatar para saber exactamente cómo lo
pergeñaban. Hay empleados contratados, que sabemos hasta el lugar
físico dónde están, que crean usuarios con cualquier nombre y
cualquier foto. Es lo que la gente llama trolls”.
Quizá la mayor acusación se
produjo en octubre de 2015, cuando, luego de varias denuncias en
torno de su poco claro financiamiento, Hernán Lombardi, Mateo
Goretti Comolli —por entonces presidente de Pensar— y Facundo
Almeida fueron imputados por la fiscal Paloma Ochoa, cuya
investigación hizo foco sobre la presunta utilización del Centro de
Estudios de Políticas Públicas Aplicadas, que también presidía
Goretti Comolli, como una plataforma para desarrollar una
ingeniería de lavado de activos previamente sustraídos de manera
fraudulenta del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y que se
formalizaba a partir de la materialización de donaciones en favor de
Pensar. Para la fiscal, Goretti “obtuvo recursos del gobierno
de la Ciudad por al menos $ 1.302.153 para beneficiar ilícitamente a
la Fundación Pensar, valiéndose de la Fundación CEPPA e invocando
fraudulentamente el Régimen de Promoción Cultural”.
El “Che” Macri
La creatividad no admite fronteras
ideológicas. El humor político tampoco. La foto hacía ruido por
todos lados. No tanto por lo que decía, sino por lo que daba a
entender. Abrazados como una banda de amigos en plena fiesta, Hernán
Lombardi, Mauricio Macri y Federico Sturzenegger se fotografiaron
sin inmutarse. Sólo se dibujaba una media sonrisa en el rostro del
dirigente platense Gabriel Roulliet, quien hacía las veces de
anfitrión. Es que desde hacía unos días circulaba por las redes
sociales la prenda que utilizarían los jóvenes PRO cuando el
entonces jefe de Gobierno porteño fuese a La Plata para participar
de un acto partidario. La remera amarilla llevaba impresa la cara de
Macri con la boina, la melena y la barba que inmortalizaron a Ernesto
Che Guevara, sobre la frase: “Macri es revolución”. En la imagen
descrita, era Sturzenegger quien la llevaba puesta.
A pesar de que desde el macrismo no
dudan en que hablar de derecha e izquierda es parte de una
conceptualización perimida, niegan que su cosmovisión sea de
derecha y neoliberal como comúnmente se los califica. Es que en
Argentina ser de derecha es casi un insulto. El propio Petrella fue
quien más lejos llegó, al subrayar, en una comparación a medida,
que “el PRO es la fuerza más progresista que existe hoy en
Argentina. En EE.UU. sería la izquierda del Partido Demócrata”.
Yo nunca me metí en política,
soy macrista
Un sustantivo y un verbo
preposicional caracterizan el lenguaje identitario de Pensar.
Aprendizaje y meterse en. Ambos tienen una finalidad estética: la
de presentarse como ciudadanos calificados que, desinteresados de
participar en la política profesional, un día, como por arte de
magia, decidieron involucrarse. El ejemplo prototípico es Miguel
Braun, actual secretario de Comercio de la Nación y director
ejecutivo de la fundación, cargo que ocupó en el CIPPEC. Con
formación de grado en una universidad privada —es licenciado en
Economía de la Universidad de San Andrés— y doctorado en Harvard,
Braun es sobrino de los dueños de la cadena de supermercados La
Anónima. Según informó, cuando asumió, renunció al directorio de
Pampa Cheese SA, una empresa de quesos para exportación que armó
con los asesores económicos del jefe de Gabinete, Marcos Peña,
Gustavo Lopetegui —CEO saliente de LAN— y Mario Quintana, dueño
del Grupo Pegasus. Ahora que decidió meterse en política y los
precios de las góndolas experimentan una fuerte escalada, Braun debe
aprender a controlar a los suyos.
El hombre nuevo que la usina de
pensamiento del PRO creó, dio forma a un territorio desde el cual,
fundamentalmente, pone en tela de juicio “la forma tradicional”
de hacer política. La vuelve sospechosa.
No es algo novedoso en la historia
de las ideas de Argentina, ya que formó parte del discurso liberal a
lo largo de todo el siglo XX. La Fundación Pensar representa una
cara del PRO, esa que denigra los modos políticos que caracterizaron
al bipartidismo durante el siglo pasado. Si hay que guiarse por los
resultados, les salió bien. Está claro que supieron conseguir una
victoria ventajosa, ya que, aunque para poder trascender la Capital
Federal debieron aliarse con aquellos que criticaron insistentemente
—ora Sergio Massa en 2013, ora el radicalismo en 2015— hoy sus
principales cuadros ocupan lugares de un enorme poder.
Al calor de la gestión, Pensar
fue prácticamente vaciada. Ya no se dan a conocer planes a corto o
mediano plazo ni salidas ante las contingencias que enfrenta el
Gobierno. El 2017 resolverá el dilema. Las elecciones de medio
término, críticas para un gobierno sumergido en conflictos
sociales, podrán devolverle algo de su sentido original o, tal
vez, sepultarla para siempre.
Por Julián Maradeo – Fotos:
Federica Gonzalez
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