Científicos que participaron de un
encuentro en el Instituto de Investigaciones Gino Germani debatieron
sobre el rumbo de la política científica y tecnológica en la
Argentina. Críticas a los primeros recortes y a la mercantilización
del conocimiento.
“Podría no haber cambios en el
ámbito académico, en la ciencia básica. Lo más grave son los
cambios que hubo en el país”, sostuvo Alberto Kornblihtt, director
del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias de
la Universidad de Buenos Aires (UBA), durante un encuentro que tuvo
lugar a mediados de agosto en el Instituto de Investigaciones Gino
Germani (IIGG). Allí, un grupo de científicos de diversas
disciplinas se reunió para reflexionar sobre el rumbo que tomó la
política de ciencia y tecnología en la Argentina.
“El ajuste va a llegar o ha
llegado al sector científico y también afectará a las
universidades públicas, que no son vistas por este Gobierno como
instituciones que deben cumplir un rol importante”, agregó el
investigador del CONICET y, en relación con la políticas del
gobierno anterior, afirmó que “una cosa es caminar por el filo de
las contradicciones del capitalismo y otra es ir contento por él”.
Otro de los expositores fue Juan
Wahren, sociólogo e investigador del IIGG, quien se refirió a la
continuidad del ministro Lino Barañao, que para él implica una
lógica del sistema científico vinculada a valorizar la ciencia
aplicada para la obtención de patentes o puestos de trabajo (y en
detrimento de la ciencia básica), “lo que de alguna manera preparó
el terreno para que hoy un gobierno como el de Mauricio Macri pueda
decir, por ejemplo, que todos tienen que dedicarse a biotecnología
para el desarrollo de ese negocio en la Argentina y para exportar esa
tecnología a otros países, que era algo que ya se venía haciendo”.
Wahren considera que, en los
próximos años, se potenciará la idea de que el investigador
también debe ser un empresario innovador y habló de la necesidad de
debatir qué tipo de ciencia se quiere construir. “Existen formas
no solo académicas de hacer ciencia, con metodologías de
investigación participativas y de coproducción, que suelen estar
invisibilizadas. En ciencias sociales no estudiamos objetos sino
sujetos, con los cuales tenemos la posibilidad de construir la
situación de estudio de manera compartida”, destacó.
Posteriormente, le llegó el turno
al doctor en Física e historiador de la ciencia Diego Hurtado, del
Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica José
Babini, de la Universidad Nacional de San Martín(UNSAM). “El
proyecto de país cambió 180 grados, lo que modifica el tipo de
conocimiento que se necesita, así como las agendas de ciencia y
tecnología”, destacó Hurtado y dijo que “las cifras que estamos
viendo son alarmantes cuando uno las compara con el paradigma
político anterior, y claramente impactan sobre la viabilidad del
complejo de ciencia y tecnología”.
Así, por ejemplo, detalló que las
inversiones (estatales y privadas) cayeron un 4,2 % y señaló que la
actividad industrial disminuyó un 8 %, en un contexto de apertura de
importaciones. “Hay un freno al crecimiento del sistema
científico”, explicó Hurtado y continuó: “Lo empezamos a ver
en el plano ideológico, en un discurso que ya se hace visible, que
apela a un cambio de concepción que saca al conocimiento del lugar
de valor estratégico, más vinculado a una mirada de política de
desarrollo económico, y lo pone en el lugar de mercancía”.
Durante la última década se
sostuvo el predominio de investigadores en ciencias biológicas y de
la salud, pero también creció la proporción de las ciencias
sociales y de los tecnólogos. Fuente: CONICET.
Ciencia en peligro
En medio del debate, Gianina
Pasquini, profesora emérita de la Facultad de Farmacia y Bioquímica
de la UBA, fue más contundente: “Todos los que hacemos ciencia
estamos en peligro”, sentenció la investigadora y recordó un
comentario que hizo el actual presidente, Mauricio Macri, hace varias
décadas, mientras ella era decana de la Facultad de Farmacia y
Bioquímica, entre los años 1986 y 1990. “Recuerdo que dijo: ‘No
entiendo por qué hablamos de ciencia y tecnología si podemos
comprarlo todo afuera’”, dijo la especialista, que fue presidenta
de la Comisión Asesora de Ciencias Médicas del CONICET.
“El ajuste ya está anunciado por
el presidente del CONICET (Alejandro Ceccatto), cuando dijo que ese
organismo es inviable, y por el titular del MINCYT, cuando afirmó
que en su época el número de investigadores que ingresaba al año
era menor, que era más selectivo”, dijo Kornblihtt y advirtió
sobre el efecto que tendrán estas políticas en las ciencias
sociales, que hoy quedarían más expuestas frente ciertos criterios
economicistas, “que consideran que las ciencias tienen que producir
patentes, que los investigadores deben ser evaluados por los puestos
de trabajo que producen, o que el ideal sería que los doctores
fundaran sus propias empresas”.
“Frente al recorte y al ajuste que
se vienen, vamos a tener que dar una pelea y empezar a pensar otro
formato de la ciencia que el sistema de evaluación del CONICET no
valida”, propuso Wahren, en referencia a la necesidad de estudiar
problemáticas concretas de poblaciones determinadas, como aquellas
vinculadas a las problemáticas del agua o a los efectos de la
megaminería en pueblos cordilleranos.
“Ustedes dicen se viene un recorte
pero el recorte ya está”, se lamentó Pasquini. Y agregó: “Ya
no se está erogando dinero público para financiar proyectos de
ciencia y tecnología que están vigentes. Pensé que diez años de
buena gestión en ciencia iba a hacer que no se atrevieran, pero me
equivoqué: se están atreviendo y supongo que pueden llegar a
atreverse a mucho más”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario