por Alejandro Mosquera
Para propios y extraños quedó
claro que los principales funcionarios del PRO, comenzando por el
Presidente, se sentían en una su plenitud y empatía ideológica y
de intereses en el marco del llamado Foro de inversiones que transitó
la última semana por el CCK. Entre discursos, reuniones y pasillos
los CEOs y los mayoritarios lobistas, se fueron delineando los
trazos gruesos de aquello que las corporaciones le piden al gobierno
de Macri. Y que este acompaña en lo principal:
- Mayor baja de salarios argentinos en dólares.
- Baja en los impuestos hacia su sector
- Aumento de la tasa de ganancia
- Descenso brusco del déficit fiscal, incluyendo despidos masivos del sector público
- Desregulación plena de la economía. Reinado del Mercado sin control por parte del Estado.
- Seguridad jurídica en cuanto a las medidas neoliberales tomadas y a tomar, que no puedan ser vueltas atrás por un retorno al populismo en las próximas elecciones presidenciales
Detrás del ruido propagandístico
del gobierno para tratar de demostrar a la opinión pública que el
mundo nos quiere y a pesar de que “hubo que pasar el invierno”
estamos en el camino correcto, el evento dejó un pliego de
condiciones durísimas para la producción nacional, las pymes y los
trabajadores. El mensaje incluido de los lobistas nacionales, es
que no hay que quedarse a medio camino, que desaprovecharon 9
meses, que el ajuste debe ser brutal, aunque eso signifique despertar
protestas más masivas aún.
Se suma que el próximo lunes
arribará al país una misión del Fondo Monetario Internacional
(FMI) para auditar las cuentas nacionales. Después de 10 años donde
Argentina se mantuvo fuera del control, el gobierno da un paso más
en la pérdida de soberanía. Con un discurso justificatorio sobre la
inconveniencia de estar fuera del mundo y este es tal como es y no
como queremos que sea, se vuelve a las prácticas aberrantes que
colaboraron decididamente a quebrar a nuestra Nación varias veces en
la historia reciente y no tanto.
El mismo FMI que es co-responsable
de las angustias que suceden en los países periféricos de Europa,
en particular Grecia, ahora nos viene a controlar, en las próximas
misiones seguramente va a proponer metas, y a propiciar
enriquecimiento de Bancos e intermediarios financieros en este nuevo
proceso de masivo endeudamiento que lleva adelante el ejecutivo
nacional.
Ante la oleada restauradora
El retorno del salvajismo neoliberal
no puede explicarse solo como resultado de una elección, o del enojo
de las capas medias con CFK, o el agotamiento de una parte de la
población con el estilo de gobierno después de 12 años.
La solución no sería difícil,
busquemos mejores candidatos, caras nuevas, con nuevos estilos y ya
nos acercamos a la derrota de la restauración conservadora.
Sin embargo, un análisis profundo
podría advertir un escenario más complejo sobre la emergencia del
neoliberalismo nuevamente en nuestras tierras. En primer lugar, hay
que desechar la idea mentirosa que se propagó antes del triunfo de
Macri, acerca de una etapa pos-neoliberal y de una agenda distinta de
la derecha emergente. El neoliberalismo sigue siendo la tendencia
dominante en esta globalización. Es el dominio de una fracción
concentrada del capital financiero. Sus políticas levantan rechazos
por izquierda, también por ultraderecha, pero ello no cambia el
signo principal de la época.
Los organismos internacionales
están encolumnados tras la matriz neoliberal, sus recetas e
imposiciones a los países y gobiernos van en ese sentido. Las
crisis que sus políticas provocan se proponen solucionar con la
profundización del credo neoliberal.
El bloque de poder en Argentina para
esa restauración está compuesto de un entramado poderoso de
intereses extra-nacionales, de las grandes corporaciones, de los
medios hegemónicos, de las empresas dueñas de la tierra, de bancos
y grandes capitales financieros. No comparto la idea de un Macri
exclusivamente títere de esos intereses. Parece ser, sobre todo,
un exponente genuino de ese bloque pero que está visto como un
gobierno de transición.
Ese bloque está dispuesto a
jugar fuerte para que no retorne ninguna experiencia populista o de
izquierda. Sienten que los gobiernos K los desplazaron de los
lugares de decisión de la política nacional. No en el mero sentido
de la imposibilidad de poner a sus gerentes en sus ejecutivos, sino
que la política no se subalternizó a sus intereses. Gran parte del
poder judicial es utilizado como instrumento de proscripción de las
variantes populares. No solo del kirchnerismo, actúa también
como amenaza o acción directa sobre quienes se oponen al dogma en el
poder.
La magnitud de la tarea popular
habla de que no se puede seguir actuando como si la derrota no
hubiera sucedido. Minimizando el significado del roll back que
manifiesta la ola neo conservadora en América Latina.
Exige inteligencia estratégica y no
solo voluptuosidad táctica. El punto que quiero remarcar es que se
necesita construir un grado muy amplio de unidad. Construir una
nueva mayoría no se puede traducir en la práctica encarnada en “yo
soy la nueva mayoría”. Se requiere la capacidad de ver la
pluralidad del pensamiento nacional. Que la reducción a dos modelos,
dos campos, a veces niega la diversidad del movimiento popular que
necesita unirse.
La unidad no es entonces un
concepto moral, sino una estrategia política para lograr cambiar la
correlación de fuerzas y poder derrotar política y culturalmente a
la derecha. Es, entonces, gestar un nuevo bloque político,
social, económico y cultural.
El partido justicialista está en
ebullición, se conforman grupos, se discute. Algunos se alejan de
CFK, otros se alejan del kirchnerismo y no se quieren alejar de CFK.
El kirchnerismo más orgánico en muchos casos es invadido por el
síndrome de la fortaleza sitiada y no acepta hablar de balance
porque favorece a Clarín. Otros hablan demasiado rápido de
traidores. Algunos despliegan concepciones macarthistas. Otros se
sienten más macristas que peronistas. Hay frenterenovadores que le
hablan al peronismo e incluso al llamado “progresismo”, otros al
poder real.
Es natural después de una derrota.
Pero allí no habita la estrategia.
Vivimos una etapa de muchas
agrupaciones, pero faltan actores para lograr un frente que
exprese la nueva mayoría a construir. Es una desafió de los meses
venideros en todos los ámbitos, tanto sindical, político, social,
cultural, económico.
¿Es posible aunar en un bloque a
los que respaldan a CFK pero no se sienten interpretados por las
orgas actuales, a aquellos que defienden las grande políticas de los
últimos años que tampoco son representados ni por los
exfuncionarios ni por CFK, a los que votaron en forma diversa pero se
sienten agredidos por las políticas neoliberales? ¿A los partidos y
agrupaciones populares y de izquierda? ¿A los trabajadores y sus
organizaciones representativas? ¿A los ciudadanos de a pie?
Parece allí estar la clave. La
lucha de candidatos que se van posicionando es totalmente genuina. El
error sería actuar como si nada de lo analizado nos hubiera pasado,
luchando por parcelas de poder en un contexto más reducido. Se trata
de avanzar hacia una victoria popular y no una victoria personal en
el marco de una derrota popular.
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