por Alfredo Fernández · 18/09/2016
Suele cultivar un perfil afable y
dialoguista, mostrarse como un hombre comprensivo, al extremo que no
faltan en el oficialismo quienes lo ven como una figura con chances
para las próximas elecciones. Por eso, es bueno que Esteban Bullrich
se sincere como lo hizo al inaugurar un hospital escuela en Río
Negro: “Hace muy poco cumplimos 200 años de nuestra
independencia y planteábamos con el presidente Mauricio Macri, que
no puede haber independencia sin educación, y tratando de pensar en
el futuro, esta es la nueva campaña del desierto”.
Otra vez la idea del desierto.
Basta con recorrer la ruta 40 para comprender que no se trata de un
concepto geográfico. El desierto son los que no comparten la idea de
civilización de quien lo define. ¿En qué consiste la campaña? En
arrasarlos.
La afirmación con que Esteban
Bullrich asocia su pensamiento al de Mauricio Macri tiene un tono
refundacional. Sería acotado pensar que sólo alude a la extensión
de la educación a aquellos territorios donde Roca llevó adelante la
campaña del desierto. En ese párrafo queda en claro cómo se
piensan respecto a nuestra Argentina: ellos son la civilización y
el desierto son los mediocres y los inferiores (siguiendo las
categorías definidas por José Ingenieros en El Hombre Mediocre,
otra de las lecturas predilectas del ministro). ¿Qué se hace con
esas personas? Se las domina y usa o se las extermina.
Consultando las guías de genealogía
a que son tan afectas nuestras familias patricias, encontramos que
Esteban Bullrich es hijo de Esteban Bullrich Zorraquín, a su vez
hijo de Luis María Bullrich Cantilo, que fue hijo de Arturo Rodolfo
Bullrich Robbio, que fue hijo de Adolfo Bullrich, que fue hijo de
Augusto Bullrich, un alemán que llegó a nuestro país como
prisionero durante la guerra con Brasil.
Adolfo Bullrich nació en 1833,
estudió en Alemania, se alistó en la Guardia Nacional y el 3 de
abril de 1867, fundó Adolfo Bullrich y Cía., una casa de remates.
En el solar que hoy ocupa el Patio Bullrich, entraban grandes tropas
de vacunos y se vendían vastas tierras ganadas al indio durante la
Campaña al Desierto. Julio Argentino Roca lo designaría intendente
de la Ciudad de Buenos Aires en su segunda presidencia. La relación
con Roca y su Campaña nos ayudan a entender porque los Bullrich se
encuentran entre los grupos agropecuarios con más de veinte mil
hectáreas en la Provincia de Buenos Aires y porque Esteban Bullrich
no vacila en reivindicar la Conquista del Desierto y en proyectar
sobre el presente su arrasador sentido del a civilización.
No siempre Esteban Bullrich fue tan
sincero. Cuando hizo editar en un volumen el Facundo y el Martín
Fierro, intentó mostrarse haciendo convivir dos visiones de
Argentina. Incluso al reivindicar a Roca impostó una posición que
pretendía ser superadora: “creo que Roca es una figura que
realmente se está queriendo atar ahora a una visión muy sesgada, y
que ha sido un enorme presidente que puso la educación como eje
tanto en la primera como en la segunda presidencia. Y que generó y
continuó una política de educación laica y común que realmente
fue el camino que abrió a la Argentina al mundo”. No era tan
sesgada la visión: el Roca con el que se siente identificado es
el genocida de nuestros pueblos originarios. No debería
sorprendernos: ese avance criminal permitió que se apropiaran de
once millones de hectáreas y la de Bullrich fue una de las familias
beneficiarias de su reparto.
La biografía de Truman, aquel
presidente granjero de los Estados Unidos que ordenó arrojar la
bomba atómica, es otra de las lecturas preferidas del ministro. Muy
probablemente piense que Mauricio Macri es el Truman de esta nueva
conquista del desierto en la que están embarcados.
“Hermano,
cuando los cristianos han podido, nos han muerto; y si mañana pueden
matarnos a todos, nos matarán”, escribía
Paghitruz Güor (Mariano Rosas), cacique de los ranqueles, en una
carta a Lucio V. Mansilla. Que no nos engañe el tono amable del
ministro: a eso nos enfrentamos.
“Tendremos
que pelear para defender nuestra existencia o nos veremos barridos de
nuestra tierra”. Lo
dijo Inakayal, uno de los últimos caciques que resistieron el avance
civilizador.
Sin embargo allí están la Ley 1420
plantada en la historia y Esteban Bullrich sonriendo en una foto
junto a Alicia Kirchner. ¿Cómo identificar con una política tan
devastadora a una persona tan cordial? Él puede cultivar ese
perfil e incluso tender puentes y hacer acuerdos con algunos
protagonistas de la educación y la cultura, porque tiene plena
conciencia de su historia y de lo que hacen con el país las
políticas del gobierno que integra. Sabe que puede transitar la
vereda del sol porque su Truman está al frente “del mejor equipo
de los últimos 50 años” y están decididos a llevarse puestas las
conquistas y los derechos de la Argentina populista ensanchando la
brecha de exclusión y pobreza.
Quienes, como Esteban Bullrich, se
identifican con el hombre perfecto de Ingenieros, no terminan de
entender que tarde o temprano se hace oír la voz de los pueblos.
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