21/09/2016
- Impopar
y Nuevo
Amanecer,
la primera y la última de las cuatro fábricas recuperadas en
Tandil, tierra natal del presidente Mauricio Macri, cuentan sus
historias, los desafíos autogestivos en épocas de caída de ventas
y tarifazos. La experiencia cooperativa como sostén y generadora de
puestos de trabajo.
Rodolfo
Mascetti está sentado delante de un monitor, de un teclado, de un
mouse, de una CPU, en fin, de una computadora, y dice:“Yo
no sabía usarla”.
Mascetti habla desde el primer piso
de la metalúrgica Impopar, recuperada en 2003, cuando en Tandil
aún no se sabía qué significaba una fábrica recuperada. “Tampoco
una planilla Excel”, dice este hombre de 54 años, hoy
presidente de la primera empresa autogestionada por sus trabajadores
del municipio, que fabrica, comercializa y vende calefactores,
termotanques y cocinas en un invierno más frío que lo habitual.
Tandil es la tierra natal del
presidente Mauricio Macri, aunque las referencias locales están más
orientadas a campos sin declarar que a afectos comunales. Mascetti:
“Dicen que la mitad lo repudia y la otra mitad lo ama. Pero hoy
creo que es más lo primero”. Entre el escándalo Panama Papers y
las cuentas offshore en Bahamas y Panamá, la declaración jurada del
Presidente también generó algunos interrogantes: en 2014 dijo
que tenía el 100 por ciento de un “lote de terreno” de 510,2
hectáreas en Tandil, luego dijo que en realidad eran 5102 y este año
declaró solamente 5102… metros cuadrados.
En la remisería de la terminal
municipal, el hombre que atiende el teléfono no sabe qué responder
cuando se le pregunta por el Presidente. “Venía acá de chico, a
la casa de la abuela, pero nada más”. Tampoco demuestra mucha
emoción cuando se le menciona que Argentina tiene un presidente
tandilense. El cajero del bar de la terminal es más directo:
“Estuvo cinco minutos. No es Del Potro”, dice, por el tenista
argentino, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río, oriundo
de estos pagos.
El hombre que atiende el teléfono
en la remisería, en cambio, sí tiene claras las coordenadas exactas
de dos de las fábricas recuperadas del distrito: Impopar y Nuevo
Amanecer, la más antigua y la más reciente, respectivamente,
referencias ineludibles para pensar este presente de crisis,
tarifazos y salidas colectivas creativas. Porque hacia allí vamos.
El trabajo previo
Delante de la computadora en
Impopar, Mascetti cuenta la historia:
“A
mediados del ´99 la empresa había adquirido una deuda mayor a los
10 millones de dólares. Imaginate en ese momento. Era
incomprensible, además, para una empresa que había facturado 20
millones durante el período 92-96 y llegó a contar con más de 250
empleados. Trabajábamos
con tres turnos. Esto no paraba. Para evitar la quiebra entra en
concurso de acreedores, donde se congelan las deudas y comienza una
negociación. Desde esa fecha, la empresa no podía adquirir más
deuda, y para controlar que no sucediera y velar por los intereses de
los acreedores, aparece el síndico. El dueño, mientras, nos decía
que teníamos que poner el hombro. Apareció
otra empresa, Armagás, con la excusa de que Impopar estaba inhibida
a realizar contratos comerciales con las cadenas Megatone, Frávega,
Carrefour. Mientras, aportamos nuestro trabajo desde noviembre de
2001 a marzo de 2002, con un salario de 300 pesos”.
Hasta que no aguantaron más.
Hicieron paro.
Tomaron la fábrica.
“Casi
un mes estuvimos. Nos
ayudó mucho la Universidad. Siempre estuvo al pie. La señora del
rector nos salió de garante para entrar. ¿Sabés cómo viajábamos
a golpear puertas? Con boletos universitarios. No teníamos plata.
Fue una lucha terrible”.
Noemí Payero, secretaria, había entrado en el ´91 y pasó por los
sectores de chapas, doblando caños y línea de ensamble: “Fue
una amargura. No veíamos ningún panorama: no sabíamos qué hacer
para poder seguir, porque vos tenés que vivir, tenés que comer,
tenés que cubrir las necesidades básicas. Y se complica. La época
era complicada”.
Argentina, de a poco, recién estaba
recuperándose de la crisis del 2001.
Y de las cenizas había comenzado a
llamear una palabra: autogestión.
Mascetti: “No había
experiencia. No habíamos escuchado nunca de hablar de cooperativa.
No había quién nos dijera: ´Vayan y toquen estas puertas´”.
Payero: “Fue extraño: la primera vez que escuché la palabra
cooperativa fue del dueño, porque quería formar una con nosotros y
él seguir como dueño. Se quería beneficiar de muchas cosas, como
la caída de los años de aportes. Teníamos miedo. Algunos pensaban
que era mejor gerenciada, otros no. ¿Cómo seguir? La empresa
debía un montón de plata a proveedores, a todos. ¿Cómo tener la
credibilidad que nos fíen algo?”.
Oscar Villar, 47 años, en la
fábrica desde el ´97, brinda esas respuestas:
“Hay
una parte muy traumática que viene antes de la conformación de la
cooperativa. Yo fui delegado gremial de la UOM (Unión Obrera
Metalúrgica), allá por el ´98, y empezamos a darle continuidad a
las asambleas dentro de la fábrica cuando había algún tipo de
conflicto o sólo para informar algo. Llevó un largo período, pero
logramos dos cosas: que
nos empecemos a juntar entre todos y también tomar confianza en
nosotros mismos, entre los propios compañeros.
En no ver al otro como sospechoso de que te puede llegar a buchonear
por las ideas que tenés. En
las metalúrgicas hay una gran presión de las patronales, no sólo
por la producción sino también por el disciplinamiento al que
someten a los trabajadores: el trabajador se va enajenando porque su
misión es solamente ver la máquina. Por
eso, en el 2003, ya no nos era ajeno poder resolver las cosas en
junto, y fuimos nosotros en la sede de la UOM donde decidimos armar
la cooperativa. El trabajo previo, entonces, había servido”.
La vaca dorada
Con toda la carga simbólica del
nombre sobre los hombros, Nuevo Amanecer fue la última recuperada en
Tandil. Ya había pasado la experiencia de Impopar, los conflictos en
Cerámica Blanca (2011) y Ronicevi (2012), cuando en 2013 una nueva
experiencia autogestiva nacía desde las profundidades de los tambos.
La fábrica El Amanecer había sido fundada a fines de la década
del ´30 y tenía dos patas: una en Mar del Plata, otra en Tandil.
Hoy son más de 100 socios entre las dos, donde no sólo se
mantuvieron las fuentes de trabajo sino que generaron más.
Ejemplo: en Tandil hay 30
personas trabajando.
Eran 7.
¿Cómo se explica esta ecuación
insólita para estos tiempos?
La respuesta es el recorrido de esta
fábrica que llegó a producir 150 mil litros de leche por día, y
que cuenta José Miranda, 48 años, vicepresidente de la cooperativa
y uno de los referentes en la recuperación en Tandil: “Fui
delegado durante 12 años y pasamos varias etapas de patrones que le
habían vaciado, y lo que nos quedó como última alternativa fue
hacerla cooperativa. Empezamos
a trabajar sólo 4 horas, después pasamos a 12, pero nos querían
pagar 8 y romper los convenios colectivos. Como nosotros no
aflojábamos, decidieron sacar el tambo, y ahí nos dejaron sin
materia prima: la leche. Y al quedarnos sin leche, nos pedían que
laburemos menos, después que laburemos cada 15 días, y así. Hasta
que decidieron venderla”.
La empresa pasó de mano en mano, y
las deudas también: “Se les dejó de pagar a los tamberos, se nos
dejó de pagar a nosotros. En seis meses no se le pagó más a nadie.
Era insostenible. Fue muy duro. Era algo que nunca se pensó que iba
a cerrar”.
Era 2012.
Miranda: “Estuvimos 7 meses
parados donde se han ido compañeros a laburar a otros lados, porque
no te queda otra. Yo trataba de poner la planta en marcha, pero
pasaron 2 meses y de repente te encontrás en tu casa sin laburo y la
cabeza te come”. Los dos meses se hicieron tres, cuatro, siete.
“El que pueda seguir laburando, que siga”. En Mar del Plata,
mientras, la fábrica ya había vuelto a producir sin patrón. “El
proceso allá era distinto, porque la leche fluida la envasaban y
salía enseguida. Nosotros, que hacemos queso, al producto hay que
aguantarlo. Nos decían que daba pérdidas”.
El primer tambo lo pusieron en
marcha después de 7 meses. “Era un tambito en el paraje Vela, a
70 km de la fábrica, y sacábamos 600 litros día por medio. Íbamos
con el camión sin seguro, en la precariedad total. Pero ese tambito
empezó a reactivar, y la apuesta a los quesos fue lo que repuntó la
economía”. Los quesos cremosos y gouda picaron en punta, y con
rigor periodístico lavaca pudo chequear esa impresión: son
riquísimos.
“Hoy
no nos alcanzan los productos y hay una capacidad de expansión
grande. Estamos en 60 mil litros por día y no nos alcanza. En Mar
del Plata, por ejemplo, tenemos tres locales propios. En uno solo
entran 1500 personas por día. Es un orgullo”. En
Tandil tuvieron que inaugurar nuevos depósitos y en el punto de
venta que tienen en las instalaciones ubicadas sobre el km 134 de la
ruta 226 no para de entrar y salir personas deseosas de quesos,
dulces de leche, yogures y etcéteras lácteos. “El vecino también
ha aportado mucho en comprar nuestros productos”. La fábrica
aportó lo suyo: la cooperativa decidió comercializar sus productos
a precios económicos.
“Hoy
cubrimos Mar del Plata, toda la zona de la costa, Tandil, Juárez,
Tapalqué, Alvear, Azul, Olavarría. Tenemos obra social, tenemos
jubilación, hacemos retiros semanales de 5 mil pesos por socio.
Estamos facturando 15 millones de pesos por mes”.
¿Medalla olímpica para la vaca?
Miranda se ríe: “Y para los
compañeros”.
El arte
Lautaro Palma tiene 20 años y es de
la nueva camada autogestiva en Nuevo Amanecer. Es hijo de uno de los
socios fundadores de la cooperativa. “Cuando cerró la fábrica, a
mi papá le dieron un reparto de soda y quedó trabajando como
sodero. Vi todo el movimiento que había desde casa. No es que no
llegaba la plata, pero ya no era lo mismo. Fue raro. Difícil. Yo
siempre lo veía levantarse a las 4 de la mañana y volvía a las 3
de la tarde, cansado. Dormía dos horas de siesta y después se iba
de nuevo. Durísimo. Y, de un momento para el otro, tenés que
ponerte la familia al hombro y otro montón de cosas que no
estuvieron buenas”.
Lautaro no entra en detalles. Dice
que tiene otras dos hermanas.
Y, con una sonrisa, que este
presente cooperativo le resulta maravilloso.
“Es
mi primera experiencia laboral. Estoy cómodo, me tratan de
maravilla. Me han enseñado muchas cosas. Tuvimos un crecimiento
importantísimo. Hay demanda, el producto se vende. La cooperativa es
una de las mejores formas de trabajar.
Esta forma te dan ganas de venir a trabajar. Y, además, veo que para
mis compañeros volver a generar puestos de trabajo es genial”.
Uno de ellos es Hugo, 52 años. “Yo
agarré otro laburo. Estuve de panadero, 9 meses, pero siempre
acompañé, porque era algo que teníamos que hacer funcionar sí o
sí. Es un negocio que daba. No podés largar 75 años de fábrica
por unos chantas así, que ni son empresarios. Es una ofensa decirles
así. Y el tiempo te da a querer lo que vos hacés. Por eso
también estamos acá. Yo hago queso fundido. Y es un arte”.
La recontra lucha
En Impopar, el arte pasa por surfear
la situación del país: Mascetti contabiliza 1500 equipos menos
vendidos que en 2015. “Y es nuestra época fuerte, por el invierno,
que suele cubrir los retiros de los meses siguientes, pero todo
estuvo muy quieto. Ni la siderurgia mueve, porque el poder
adquisitivo del obrero cada vez está más abajo. No te compran
termotanque, cocina, nada de lo que sea chapa porque el producto no
se vende. No sé qué va a pasar, pero así a fin de año no
llegamos”.
¿Y el tarifazo? “La luz nos
pasó de 9 mil pesos a 18 mil. El gas, todavía, no vino. Pero como
el fallo de la Corte beneficia sólo a los usuarios residenciales,
vamos a tener que salir a hablar, porque nos va a afectar
rotundamente”.
Impopar llega a este escenario con
media sanción en diputados a la prórroga por cinco años de la
expropiación, cajoneada desde 2014. ¿Cómo es el trabajo
cooperativo en estas épocas? “Psicológicamente te tenés que
preparar. Imaginate que pasás del mal llamado patrón a ser vos
quien maneja la fábrica. Estás acostumbrado a que vengan y te den
una orden, pero acá vos tenés que tomar tu propia decisión y saber
que lo hacés es para beneficio tuyo y del colectivo, de nadie más”.
Payero: “Todavía nos cuesta.
Todos los días tenés que enfrentar cosas. Todavía tenemos
arraigado el tema de ser empleado, de no quedarte 5 minutos más
porque tenés que ver un pago. No somos dueños: somos socios. Y esto
lo llevamos adelante juntos. Otra cosa: no tenemos estudios. Y nos
cuesta. La remamos nueve horas por día, nos quedamos de más, pero
son las ganas las que te empujan. Las de luchar y recontra
luchar. Las ganas son la clave”.
Villar: “Es un día a día. La
conciencia se va transformando con la práctica. Pero también
hay que leer, nutrirse de la teoría de los que nos han dejado otros
compañeros en otras épocas. Por supuesto que esta lucha es difícil,
muy espinosa, donde hemos dejado salud, compañeros que han
fallecido, algunos que se han ido por no creyeron. Es totalmente
respetable. Pero lo más importante es que, más allá de todo, no
nos quedaba otra salida: hicimos la cooperativa para tener trabajo”.
Miranda,
de Nuevo Amanecer, aporta una receta personal: “Sacrificio,
voluntad y horas. ¿Sabés
qué le diría a un trabajador en esta situación? Que se puede”.
La mirada
Villar, de Impopar, deja en claro
qué significa una recuperada. “No hay recetas. Es una experiencia
más de la lucha de los trabajadores de nuestro pueblo. Debería
funcionar un Estado que ponga todo su aval y apoyo en la recuperación
de estas fábricas, porque los que generamos las riquezas de las
sociedades somos los trabajadores, siendo cooperativa o sociedad
anónima. La lucha es dura, durísima, pero vale la pena”.
¿Y cómo se ve esa lucha desde esta
Argentina? “En estos meses hubo un gran saqueo a los sectores
populares: de la derecha y del gran capital hacia los sectores más
vulnerables. A este Gobierno hay que sacarlo. El tema es ver las
herramientas para sacarlo por algo superior, y superior a lo que ya
estaba. Las fuerzas represivas están avanzando totalmente en contra
de los trabajadores. Se ve en cada movilización y en recuperadas
como RB, donde nos sentimos completamente solidarios”.
RB es una metalúrgica recuperada en
San Isidro, que aun con la fábrica funcionando y una ley de
expropiación prorrogada por la legislatura bonaerense fue reprimida
brutalmente por la Policía Bonaerense.
¿Cómo hay que accionar sobre
ese panorama?
Piensa Villar:
“Lo
más importante es la unidad de los sectores de las recuperadas. Y,
también, tenemos que tener capacidad de poder actuar políticamente,
porque a este país lo hicimos nosotros. Necesitamos a alguien que
defienda nuestros intereses y vaya hacia otras perspectivas, porque
si seguimos siempre con esta gente que nos está gobernando ahora,
vamos a armar 20 mil organizaciones y movimientos, todos muy lindos,
pero siempre vamos a tener un techo. Nosotros tenemos que empezar a
pelear por el poder”.
-Bueno, algo es algo: un
tandilense llegó.
Villar mira serio a los ojos serios
y responde:
-No es tandilense. Su país son
los grandes grupos económicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario