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- Texto: Franco Spinetta
...Puede
que Ragendorfer sea... una especie en peligro de extinción. Un
periodista de gráfica, meticuloso, exigente, pero también bohemio y
solitario... Conocedor
como pocos del adn de las fuerzas policiales y represivas de la
Argentina, con varios
libros sobre su espalda un poco encorvada -que permitirían hacer un
trabajo antropológico sobre la materia-... sigue escudriñando una
realidad que hoy lo tiene obsesionado con la desaparición del joven
Santiago Maldonado, presuntamente secuestrado por la Gendarmería
tras una feroz represión en la comunidad Pu Lof en Resistencia,
partido de Cushamen, Chubut.
-¿Qué pensás que pasó con
el pibe?
-Me
parece que lo mataron en ese momento, que se les fue la mano. Se
sabe que fue visto por última vez en manos de esos tipos y después
es todo especulación.
-Conociendo cómo funciona la
cabeza de los uniformados y su relación con la política, ¿creés
que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich sabe y encubre o que
no sabe realmente porque le mintió la Gendarmería?
-Por
empezar, el mando estratégico del ataque de la Gendarmería a la
comunidad mapuche estuvo en manos no de un gendarme, sino del jefe de
Gabinete de Seguridad, Pablo Noceti. Es un ex abogado de
represores, un apologista de la dictadura. Es un mamarracho. Está a
la derecha de Atila. En ese sentido, encubrir a la Gendarmería es
medio encubrirse a sí mismo. Por otro lado, a diferencia de otras
desapariciones que hubo en democracia, caso (Miguel) Bru, el albañil
Núñez o el caso Julio López, este es bastante diferente. Si
bien hubo excesos policiales en los primeros dos casos, y en el caso
López hubo presuntamente connivencia entre policías y represores
condenados, este es un hecho perpetrado desde las más altas
esferas del poder. Es bastante significativo: la desaparición
forzada de personas es un delito que comienza con la privación
ilegal de la libertad de alguien por parte de agentes estatales y se
completa con el silencio intencional o la negativa de dar información
por parte de las autoridades del Estado. La desaparición de
Maldonado cierra como una pelota de fútbol.
-Por el devenir de los hechos,
y el resultado electoral, parece que el Gobierno no pagará un costo
político en el corto plazo. Ahora, ¿se le puede volver en contra en
algún momento?
-Ojalá.
Es un delito de lesa humanidad y como tal no es prescriptible. Ojalá
que se les vuelva en contra. Dependerá de la combinación de fuerzas
entre esta gente y el resto de la sociedad. Por semana se mandan
tres trapisondas que en otro momento hubiera volteado gobiernos,
incluso la detención de funcionarios. En estos momentos, estos tipos
funcionan con una impunidad terrible.
-Hubo una reacción de cierta
oposición al Gobierno que, luego de las PASO, parece haber advertido
que este proceso puede durar años. ¿Tuviste la misma sensación?
-Estamos
viviendo una situación que no se vivía desde 1984 en adelante.
Toman medidas bastante burdas, como las escuchas a la ex presidenta
Cristina Kirchner. Lo hacen con las llamadas pre-causas, es decir, no
hay ninguna causa y –como dicen en la Justicia- “salen a pescar”
sobre un tema determinado, pongámosle sobreprecios, en los que
estaría involucrado Oscar Parilli durante su gestión. Eso les
importa un carajo, y comienzan a detectar conversaciones que les
pueden servir para armar nuevas causas judiciales. Entonces se
arma un circuito: la AFI te pincha, filtran a los medios esas
partes de Cristina puteando y algún fiscal, tipo Marijuán, te abre
una causa. Son maniobras burdas, pero hay un porcentaje
elevadísimo de los medios que articulan esta operación y un
importante sector de la población que se lo cree. La tragedia
argentina, además de ser política, es psiquiátrica.
-¿Cómo sería eso?
-Es
muy curioso que la gente cuyo destino económico no es precisamente
el de los más ricos del país, que padece este tipo de medidas,
termine apoyando a estos hijos de puta.
-¿Le encontrás una
explicación? ¿No será consecuencia de una pelea excesiva del
Gobierno anterior con la clase media?
-No
es sólo la clase media. Son sectores populares, también. Los
tacheros no son clase media, son clase media baja. Muchos se
enganchan por el lado de la inseguridad, que es otra construcción.
-La inseguridad se ha
utilizado mucho en la campaña de una manera muy inteligente, lo cual
demuestra también que no son improvisados.
-Sí,
pero ese es lugar de la posverdad... Y la mentira hoy es una
política de Estado. Estamos viendo cosas alucinantes. Hace poco
vi en la tele un corte de vecinos que protestaban desde hacía una
semana porque no tenían luz. Uno de ellos, el más vehemente y
ofuscado, y el que ponía más ramitas en esa especie de barricada,
era un señor que decía que no hay luz porque, debido a lo barato
que estaban las tarifas, las compañías no podían invertir. Ese
señor pedía a gritos que le aumentaran la tarifa, o sea, una
locura. Ese fenómeno también coincide con otro, que ni siquiera es
argentino, pero que el Gobierno explota muy bien y tiene que ver con
lo que el sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, llama
el “fascismo societal”: un fascismo que, a diferencia del
fascismo clásico impulsado por un sector político, es un
fascismo pluralista, es decir, el fascismo de los que no saben ni
siquiera qué es el fascismo. Los que ven que le roban un celular
a una persona, y se levantan para linchar al chorro. Hay toda una
serie de actitudes muy violentas.
-¿Cuál
es el origen de todo eso?
-Es
una mezcla de frustraciones. Los medios no son ajenos a eso, lucran
con esto, y son fruto de toda una confusión. Si relacionamos esto
con la inseguridad… acá en la Argentina tenemos un índice de
homicidios muy bajo: hay 5,6 asesinatos cada 100 mil habitantes.
En Río de Janeiro, hay 12; en Guatemala, hay 60; y en cualquier
ciudad norteamericana, es superior a la Argentina. Pero del 100
por ciento de los homicidios, el 70 no son en ocasión de robo,
son intrafamiliar, intra vecinal, entre personas que se conocían
previamente.
-Es decir que la polémica
frase “sensación de inseguridad” no es tan desacertada.
-El
60 por ciento de los criminales de este país pertenecen a la parte
sana a la población. No son personas del hampa, que están
educados en ese ámbito...
-En las redes está muy
exacerbado todo. Quizá la despersonalización tenga que ver, ya que
si querés, podés crearte una identidad falsa.
-En
la cara no se lo dirías por decoro, pero lo pensás. Ni siquiera es
un problema nacional, en Estados Unidos, votaron a Trump. Sería
temerario tratar de determinar en qué momento del barro de la
historia estamos. Pero yo creo que estamos en un momento de más
barro que oro, que no te quepa la menor duda. En ese sentido, fijate,
yo pienso que el Siglo XX empezó con la Primera Guerra Mundial y
terminó con la caída del Muro, del mundo socialista. En
consecuencia, si bien los números dicen que estamos en el Siglo XXI,
yo creo que no terminó el siglo anterior. Vivimos en una especie
de purgatorio de la historia, como si fueran los años previos al
Renacimiento.
-Una especie de Edad Media.
-Vivimos
dentro del capitalismo, en un período terminal, como lo fue el
fin de la Edad Media.
-¿Te referís sólo al
sistema económico?
-Económico,
cultural, social. Me da la impresión de que vivimos en
descomposición. El pasaje de época puede durar 300 años, qué se
yo. Hoy vivimos una particularidad que es la desaparición del
sujeto revolucionario: hace 50, 60 años, existía la clase obrera.
En el trasvasamiento del capitalismo industrial al capitalismo
financiero, cambió el sujeto revolucionario.
-Bueno, hoy eso está muy
presente en el discurso del PRO, la cuestión del emprendedor como
trabajador moderno.
-Se
tienen que ir preparando para hacer trabajos que hoy ni siquiera
existen, es la consigna. Fijate vos hasta qué punto tienen esa
tara, que en el homenaje a San Martín lo definieron como un “gran
emprendedor”.
Cada
vez que Patán está por largar alguna concatenación de
razonamientos, le da unos golpecitos suaves a la mesa verde de
fórmica... Va a hablar de la Bonaerense, de la supuesta pelea contra
las mafias por parte del Gobierno de María Eugenia Vidal. Y de eso
sabe mucho.
-Su
llegada a la Gobernación fue tan sorpresiva que yo creo que ni
siquiera tenían pensado qué hacer con la policía. Apeló
entonces, y nunca mejor dicho, a la herencia recibida. Tomó el
modelo que venía de (el ex ministro de Seguridad, Alejandro)
Granados, (el ex ministro de Justicia, Ricardo) Casal y (el ex jefe
de la Bonaerense, Hugo) Matzkin, con la única diferencia que lo hizo
renunciar a Matzkin por razones jubilatorias, pero lo
pusieron a este (Pablo) Bressi, que es Matzkin, y a (Fabián)
Perroni, que es Bressi. En consecuencia, eso provocó una
especie de interna dentro de la Bonaerense debido a cierta ofuscación
del comisariato que tenía cifrado en el cambio de gobierno ciertas
ilusiones de poder. Al no haberse dado, empiezan a operar. Hoy
esa operación se produce adentro y afuera, como el atraco violento a
la casa del intendente de La Plata, el achaco violento a la casa del
jefe de Gabinete, Federico Salvai, el secuestro de Osvaldo Mércuri…
botonear que en la jefatura de La Plata había 36 sobres con 100
lucas… ¡nada! Ese tipo de cosas. Vidal se agarra de los 36 sobres
y lo convierte en la nave insignia de su lucha contra las mafias.
No hay ninguna lucha en contra de las mafias. Lo
único que hizo fue no tocar las fuentes de financiación
de la policía, ni por asomo poner en riesgo el autogobierno de la
Bonaerense. Por empezar, una fuerza que se autofinancia, es
una fuerza que se autogobierna. De hecho, Ritondo está más
cerca de Granados y Matzkin que de la Gobernadora. Por eso ella se
va a vivir ahí, al cuartel militar.
-¿No confía en su propio
ministro?
-No,
no, no. La Bonaerense es un Estado adentro del Estado y
disciplinarlos es un poco más difícil que disciplinar a los
trabajadores tercerizados del Teatro Colón. Son bravos esos
muchachos.
-¿Calificás a la policía
como mafia?
-Técnicamente
es una mafia. Y es una originalidad argentina. En los países con
tradición mafiosa, como la ex Unión Soviética, Italia, Estados
Unidos, Colombia y México, las mafias son autárquicas y están
en contra del Estado, lo cual no quiere decir que no haya
policías corruptos, pero son comprados por los mafiosos. Acá es
al revés: la policía compra delincuentes.
-Eso implica también una
administración del delito, ¿no? La razón por la cual no hay
grandes narcos en la Argentina, es porque el negocio está manejado
por las policías.
-Todas
las policías hacen de la recaudación a través de cajas delictivas
su sistema de supervivencia.
-¿Con qué recaudan?
-De
todo. La droga no es la fuente más grande, sino la piratería del
asfalto, las autopartes. La droga, acá, es menudeo. Mueve guita,
pero no es nivel del cartel de Sinaloa, que se ofrece a pagar la
deuda externa del país. Estamos hablando también de calidad, porque
si esta gente quisiera exportar su producto a Europa no los meten
en cana por narcotráfico sino por defraudación y estafa. Acá,
el clan de la familia Cantero en Santa Fe controla, con suerte, una
villa. No un Estado. Lo que sí, son organizaciones que van
teniendo cierto control territorial, pero no dejan de tributarle a la
cana.
-En Santa Fe hubo una ruptura
de ese pacto.
-Hubo
una ruptura, en cierto momento los narcos rosarinos empezaron a
hablar de igual a igual. Fue cuando cayó (el ex jefe de la policía
santafesina, Hugo) Tognoli, cuando en Córdoba cayó toda la cúpula
de la división narcotráfico. Eso, más o menos, se fue
encajonando de vuelta. Lo cierto es que la cana es la gerenciadora
y es la única fuerza del Estado que tiene el unívoco poder de
regular el volumen de la inseguridad, con la liberación de zonas.
-¿Eso lo siguen haciendo para
negociar?
-Sí,
por un lado. Por el otro lado, financian al poder político y
judicial. La mitad de lo que recaudan se reparte entre la
política y la Justicia. Esto lo hacen para que no los jodan.
-En la Ciudad de Buenos Aires
hubo un traspaso y la creación de una nueva policía, ¿cambió en
algo esa ecuación?
-No.
Hay un quilombo bastante grande. La caída en cana de sus primeros
jefes, por ejemplo. Cuando (Pedro) Potocar lloraba delante de las
cámaras, yo pensaba: “Llora porque lo metieron en cana por algo
que hacen todos, este se siente el único boludo”. La única
fuerza que no tenía esta estructura recaudatoria era la
Metropolitana, pero no porque no quería tenerla, sino porque no
tenía inserción territorial. Y esto es muy loco: funcionaba no
como una fuerza policial, sino como una milicia de un partido
político, el PRO. Estaba creada, formada y conducida por todos
cuadros expulsados de la Federal, impresentables que provenían de la
dictadura, de las trapisondas más oscuras de la era democrática.
La fusión con esos bellos uniformes causó mucho escozor en todos
los niveles, desde lo simbólico y lo no simbólico: desde los
estratos más bajos, hasta los cuadros superiores. Los tipos no están
dispuestos a compartir los negocios con la Metropolitana, en
consecuencia se produce una situación ríspida. Esta nueva fuerza
es, además, puramente punitiva. Fijate vos con qué frecuencia se
viralizan vejaciones, abusos policiales para contra los más débiles.
-Volvió la averiguación de
antecedentes.
-Pero
de mal modo. En la época de Alfonsín, hasta de Menem, te pedían
documentos bien, te llevaban en cana de manera aséptica. Ahora te
cagan a patadas. No tienen ningún problema en violar la autonomía
universitaria, en entrar a colegios… patear a paralíticos. Están
absolutamente desatados.
-El kirchnerismo tampoco
modificó la matriz policial.
-Hubo
intentos fallidos. Hubo un intento de remediarlo con la Federal
después del quilombo del Parque Indoamericano. El gobierno de
entonces se dio cuenta de que no era un exceso, sino que era parte de
un plan desestabilizador que tenía el mismo esquema conspirativo que
lo que había sucedido en Paraguay para desestabilizar al gobierno de
Lugo. Una presunta provocación, un reclamo popular que deriva en
una matanza, que luego es sustanciada en el Parlamento, donde se le
echa la culpa a Lugo. Acá tenía el mismo sentido. La respuesta fue
crear el Ministerio de Seguridad, ponerla a Nilda Garré y empezar
una reforma profunda en la Federal que, en algún momento, tuvo que
frenarse. El factor contemporizador fue el cachivache de (Sergio)
Berni. Con respecto a la Bonaerense, hubo un intento en la época
de (León) Arslanián, que tuvo una idea bastante ingeniosa que fue
cortar la ruta del dinero, que va de abajo hacia arriba. Descuartizó
el sistema de recaudación y aisló cada departamental y voló la
figura de Jefe. La corporación había quedado desarticulada, al
menos en su estructura. Esa experiencia se chocó con la siguiente
fatalidad: la Bonaerense es como el agua, toma la forma del envase
que la contiene. Y lo que hasta ese momento era una empresa
perfectamente aceitada al servicio de la recaudación ilegal, devino
en una cantidad indeterminada de hordas policiales autónomas que se
disputaban entre sí el gerenciamiento del delito en la provincia.
-¿De ahí devienen las
policías comunales?
-Claro,
son las metástasis del gran cáncer que es la Bonaerense como
institución. Las policías comunales, en un país más o menos
normal como Suiza pueden funcionar. Pero acá o en el infierno, no
funcionan bien.
-Cuando estaban buscando el
cuerpo de Anahí, en Lomas de Zamora, la fiscal se encontró con ocho
cuerpos enterrados. ¿Cómo puede pasar eso? ¿Está relacionado con
la policía?
-Obvio.
Fijate el caso Candela, un crimen que en realidad es un vuelto:
estaban todos metidos. Fue un ajuste de cuentas en un mundo
habitado por piratas del asfalto, narcos, y otras runflas, y la
policía si bien no estaba metida en el asesinato, decide encubrir
porque descubrir el crimen era dejar al descubierto su relación
con todo ese mundo... En la provincia no podés vender ni una
tuca, si no arreglás con ellos.
-Siempre queda la sensación
de que los casos que no se resuelven, tienen que ver con la
participación de la policía. Por ejemplo, ¿qué tan fácil es
hacer desaparecer un cuerpo?
-Necesitás
una pala. Si la cana está vinculada además con la trata, no hay
chances.
-Si efectivamente a Maldonado
lo desapareció la Gendarmería, ¿hay alguna posibilidad de
encontrarlo?
-No,
no, no. Cuando desaparece López, muchos se preguntaron qué
logística hay que tener. Te vuelvo a decir: además de la pala,
necesitás un chumbo y un automóvil. E impunidad, claro. Ante la
desaparición forzada de personas, hay un protocolo. En el caso
Maldonado, se trabajó como si fuese una persona extraviada. Acá,
insisto, tenemos a un personaje como Noceti, cuyo imaginario
bailotea, y no lo digo en chiste, entre la doctrina francesa de la
guerra contrarrevolucionaria en Argelia, el método de la tortura, y
un fundamento tomista. Un tipo que en los Tribunales ha dicho que
en las guerras no convencionales, se deben utilizar métodos
atípicos. El control del enemigo interno… en su locura cree que
participa de una guerra.
-¿Por qué Noceti estaba ahí?
¿Por qué los mapuches?
-Es
un tema que tiene que ver con Benetton, las petroleras. Son un
poco problemáticos los mapuches porque están jodidos y tienen sus
métodos de protesta. Y de paso son el enemigo ideal, por su
precariedad, como para inventar
un enemigo interno. Además, están contemplados en la
doctrina americana de las nuevas amenazas, que incluyen mapuches,
narcotráfico y hasta desastres climáticos. Por otro lado, le
viene de perillas al gobernador Das Neves, que tiene muchos quilombos
con ellos. Es una constelación de factores, pero este tipo en
particular, Noceti, viene laburando el tema de los mapuches desde
hace más de un año. Los tiene acá (se señala la frente). Hubo
quilombos escandalosos: el 10 y 11 de enero hubo una feroz
represión en la misma comunidad, que no fue tan mediática porque no
hubo un desaparecido. Los mapuches son duros, pero van con
piedras. Desde los medios oficialistas los pintan como si fuesen del
Estado Islámico. La tremenda locura que tiene Noceti lo lleva a
decir cosas como que tienen vinculaciones con Pérez Esquivel, con el
gobierno anterior y el terrorismo kurdo. Un nivel de delirio bastante
importante.
-Viendo el panorama, las
operaciones de prensa, el tufillo a servicios constante, ¿pasó
antes que estuvieran tan alineados los planetas? Me refiero a la
policía, los servicios y la política.
-No.
Desde mediados del siglo XX en adelante, en los gobiernos
democráticos hubo represión durante el gobierno de Frondizi con el
Plan Conintes; hubo represión en el gobierno de Isabel Perón a
través de la Triple A; pero desde el regreso de la democracia,
salvo la represión delarruísta que dejó un montón de muertos el
19 y 20 de diciembre de 2001, no hubo represión orgánicamente
ordenada por el Estado. Ni durante el gobierno de Alfonsín, ni
durante el de Menem, salvo en algunas provincias, donde las llevaban
a cabo gobernadores. Esto de hoy es absolutamente inédito. Y
además reprimen en forma de actos publicitarios, porque ciertos
votantes lo aplauden.
-¿Y con respecto a los
servicios de inteligencia?
-Están
violando de manera sistemática la ley porque hacen inteligencia
interna de una manera desembozada. Hubo dos medidas que de algún
modo volvieron a catapultar hacia la cúpula de la SIDE a los
sectores más duros relacionados con Stiuso. Le sacaron la
potestad de las escuchas legales a la Procuración y se las dieron a
la Justicia, que es un apéndice de los servicios de inteligencia,
así como los jueces provinciales dependen de la Bonaerense. Por
otra parte tiene un presupuesto reservado, que se lo habían
sacado. En consecuencia, hacen lo que quieren y lo que el
Gobierno les pide. Se sienten muy a gusto, además con … Gustavo
Arribas, que es un turro para hacer negocios, es un caimán para
cobrar coimas, pero de inteligencia sabe tanto como mi tía Tota.
Igual que Silvia Majdalani, que no entiende nada. La muestra
es el circo que hicieron con Pérez Corradi, con quien negociaron
que tenía que mandar en cana a alguien y lo termina mandando en cana
a Ernesto Sanz, el principal aliado radical de Cambiemos. Lo que
les permite hacer lo que quieren es el grado de impunidad que
lograron con el cerco judicial y mediático.
-¿Cuál puede llegar a ser la
fisura?
-No
lo sé. Están jugando con fuego y en cualquier momento… tenés
un Maldonado. En otras situaciones, la sangre política
derribó gobiernos: De la Rúa, Duhalde. Es impredecible lo
que va a pasar. Desde el punto de vista de la psicología de las
masas, puede provocar acostumbramiento o el efecto del caos. Yo
pensé, francamente, que una desaparición forzada iba a generar más
quilombo. Al día siguiente los votaron como si nada… esto
también tiene que ver con el hecho de que las fuerzas opositoras
están muy atomizadas y conducidas por gente de mierda, salvo
Cristina, desde mi opinión personal.
-¿Fue un poco naif Cristina
en todas estas cuestiones?
-Hubo
un déficit estructural, más allá de las buenas medidas. No supo
construir poder popular. Existía bajo el kirchnerismo el mismo
sistema de representación política que existió siempre: punteros,
etcétera, etcétera. Bajo el ala de un Estado que por primera vez no
jodió tanto a las clases populares y que estaba desinhibidamente a
favor de ellas. Pero no era Salvador Allende… con todo el respeto
que me merece la mina. No fue poco lo que pasó, después de De la
Rúa, Menem; además cayó del cielo: Kirchner se impone en unas
elecciones que había ganado Menem. Y todo el mundo se sorprendió
con su primer discurso, en el que parecía más progre que toda la
sociedad junta. Estaba adelantado. Tomaba café todos los domingos
con Horacio González y le decía: “Siento un prudente optimismo”.
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