RevistaAnfibia
- Por Daniel Schteingart
En
términos socioeconómicos, Argentina se ubica de mitad de tabla
para arriba en el ranking mundial. Pero buena parte de sus habitantes
creen estar entre los más pobres y miserables del planeta. Los
errores metodológicos de muchos índices que se publican crean un
sentido común alejado de la realidad. “Las líneas de pobreza son
tan científicas como políticas”, dijo alguna vez un premio nobel.
Con datos y cuadros comparativos el sociólogo Daniel Schteingart
analiza variables económicas para demostrar porqué Argentina no
es “un país de mierda”.
Escuchamos
todo el tiempo que Argentina es un país “de mierda”, inviable,
en el que se vive mal y un largo etcétera. No se trata solo de
charlas de ascensor, sino que aparece sugerido, todo el tiempo, en
los medios. Un ejemplo reciente: Infobae publicó una nota
titulada “La Argentina ya es uno de los países con mayor índice
de pobreza de América Latina”, basándose en un informe de la
Universidad de Belgrano. A su vez, Clarín publicó una nota,
basada en un informe de la Universidad del Salvador, mostrando que
Argentina ocupa el segundo lugar mundial en el “Índice de
Miseria”, por detrás de Venezuela. El “Índice de Miseria”
surge de la suma de la tasa de inflación y de desempleo, de un modo
tan burdo que si un país tiene 20% de inflación y 2% de desempleo
rankearía peor que uno en el que haya 0% de inflación y 20% de
desempleo). Pero, ¿es tan así? No. Argentina es, en términos
socioeconómicos, un país más de mitad de tabla para arriba. No
es River o Boca, sino que se parece más a Lanús o a Rosario
Central. Y según lo que decida hacer con su destino (a través de
sus decisiones políticas) puede pelear por el campeonato o apenas
intentar zafar del descenso.
¿Somos
lo que decimos que creemos que somos?
Hace
un tiempo hice el siguiente ejercicio, tanto en Twitter como en
Facebook e incluso en algunas clases universitarias. El ejercicio
decía así (y les sugiero a ustedes que lo piensen para sí): “El
mundo tiene 7.500 millones de personas. Imaginá que las dividiéramos
en 100 partes de 75 millones y las ordenáramos de menor a mayor en
términos de ingresos, de modo que 1 es el 1% de menores ingresos del
mundo y 100 el 1% de mayores ingresos del mundo. ¿Dónde te
ubicarías?”
Tuve
respuestas para todos los gustos: desde quienes creyeron estar en el
1% más pobre del mundo a estar en el top 1% de mayores ingresos,
pasando por quienes se ubicaron en mitad de tabla, o en posiciones
como 70 (de mitad de tabla para arriba) o 30, entre otros. En
promedio de las respuestas, el valor fue 60.
Ahora
bien, el 40% de quienes respondieron (casi todos de clase media o
media-alta con secundario e incluso universitario completo, con
fuerte sesgo a Ciudad de Buenos Aires) creyó estar en la mitad más
pobre del mundo (en términos de ingresos) y dos tercios se ubicó en
el 75% más pobre. Muchos de los que respondieron y se ubicaron a
sí mismos lejos de la elite mundial me dijeron en el muro de
Facebook, refiriéndose a los que respondían arriba de 90: “Daniel,
tenés muchos amigos que se creen Rockefeller”.
El
gráfico a continuación muestra cómo se ubica, en promedio, el
decil de ingresos de cada país (eje horizontal) dentro de la
distribución del ingreso mundial (eje vertical). Por ejemplo, los
ingresos promedio del 10% más pobre de Argentina (decil 1) están en
el percentil 25 a nivel mundial. Dicho de otra manera, hay un
25% de la humanidad que es más pobre que el decil 1 de Argentina
(obviamente, el decil 1 puede tener a personas que se encuentren en
percentiles todavía más bajos; los datos refieren al promedio del
decil). El decil 2 de Argentina está en el percentil 51, esto es,
en mitad de tabla en la distribución del ingreso mundial. El
decil 3 está en el percentil 60, el 4 en el 68 y el 5 en el 74. El
50% de mayores ingresos de Argentina (deciles 6 a 10) está en el top
25% mundial en términos de ingresos per cápita. El decil 10
argentino (súper heterogéneo, ya que conviven hogares de muy
buen pasar con ultra millonarios) está en promedio en el top 4%
mundial.
En
el cuadro a continuación podemos ver cuál es el rango de ingresos
per cápita de cada decil en Argentina estimado a junio de 2017 y
ajustado por subdeclaración de ingresos (en general, los hogares más
ricos tienden a subdeclarar lo que ganan a la EPH)[1]. A modo de
ejemplo, si en tu hogar hay 4 miembros y el total de ingresos
familiares es de $50.000 hoy estarías en el decil 7 a nivel nacional
(dado que el ingreso per cápita es de $12.500) y en torno al
percentil 81 a nivel mundial (dentro del 20% de mayor poder
adquisitivo del mundo). Si en tu hogar hay 3 miembros y los
ingresos totales son de $24.000, el ingreso per cápita sería de
$8.000, lo que equivaldría a decil 5 a nivel nacional y percentil 74
a nivel mundial[2]. Asimismo, la última columna del cuadro
muestra un ejemplo posible de quién está en cada decil, a partir de
la condición ocupacional del jefe del hogar. Que en el decil 1 de
Argentina aparezca como arquetipo un hogar cuyo jefe es desocupado no
implica de ninguna manera que todos los hogares con jefe de hogar
desocupado pertenezcan a tal decil; en todo caso, se trata de una
estilización ilustrativa.
Fuente:
elaboración propia en base a PovCalNet. El valor nominal de los
rangos por decil está estimado en base a EPH-INDEC (4º trimestre
2016), ajustando por datos de SIPA, ANSES y Cuentas Nacionales, y
proyectado a agosto a partir de variación de salarios de INDEC
(diciembre-junio) y tendencia-ciclo (para julio-agosto).
Cuando
mostré estos datos de Argentina en relación al resto del mundo,
muchos –al notar, en contradicción con su autopercepción,
que estaban en el 25% (o incluso el 15%) de mayores ingresos del
mundo- me dijeron: “no puede ser, algo está mal”. Probablemente,
ello puede explicarse por varios factores, pero hay dos que me
interesa remarcar: a) títulos como los de los informes de
Infobae/Clarín contribuyen a crear un sentido común de Argentina
como “país de cuarta”; b) la enorme mayoría de las
noticias que consumimos –y los destinos turísticos a los que
viajamos el 20/30% de mayores ingresos de Argentina- refieren a
algunos de nuestros países vecinos, Europa o Estados Unidos. De
este modo, “olvidamos” lo siguiente:
1.
China es el país más poblado del mundo, rozando los 1.400
millones de habitantes, de los cuales poco menos de la mitad aún
vive en el campo. Si bien China es un país que viene creciendo a
pasos agigantados, aún es bastante más pobre que Argentina (su
PIB per cápita es hoy el 75% del nuestro, de acuerdo al Banco
Mundial).
2.
India tiene 1.340 millones de habitantes, de los cuales el 65%
vive en el agro. Si bien viene creciendo fuerte, India es todavía
mucho más pobre que China y, lógicamente que Argentina. Su ingreso
per cápita fue en 2015 un 30% del nuestro.
3.
En el África Subsahariana viven alrededor de 1.000 millones de
personas, la enorme mayoría en zonas rurales y en condiciones de
pobreza muy extrema. El PIB per cápita de esta región fue en
2015 el 18% del argentino.
4.
Países asiáticos como Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Vietnam,
Myanmar o Filipinas, entre otros, multiplican en población a
Argentina y, si bien también vienen creciendo a altas tasas en los
últimos años, aún están muy lejos en términos de desarrollo
de nuestro país.
5.
Dentro de América Latina, países como Brasil, México y Colombia
son más poblados que Argentina, con torta más chica (su PIB
per cápita es hoy menor) y más desiguales (su coeficiente de Gini
es sensiblemente mayor).
Los
países y regiones mencionados en los cinco puntos anteriores
explican alrededor de 5.000 millones de personas, esto es, dos
tercios de la humanidad. Evidentemente, los pobres de estos
países relativamente más pobres tienen un poder adquisitivo menor
al de los pobres de Argentina, cuyas necesidades básicas están ya
de por sí muy lejos de ser satisfechas.
Volvamos
al gráfico previo. Miremos la curva de República Democrática del
Congo, uno de los países más subdesarrollados del mundo. Sus
primeros 7 deciles (el 70% de su población) están en el 10% más
pobre del mundo en tanto que, en promedio, su decil 10 está en
el percentil 46. Obviamente, puede haber un puñado de ultra ricos
del Congo que estén en percentiles superiores al 99, pero en
promedio, su decil de mayores ingresos es más pobre que nuestro
decil 2. La torta en el Congo es tan chica que aún los más
afortunados dentro de ese país tienen una calidad de vida deplorable
(salvo, insistimos, una ultra minoría al interior de su
heterogéneo decil 10).
Miremos
ahora a Brasil. El decil 1 de Brasil está en el percentil 11 a
nivel mundial (recordemos, nuestro decil 1 estaba en el percentil
25); en otros términos, los más pobres de Brasil la pasan aún peor
que los más pobres de Argentina. En contraste, su decil 10
supera ligeramente a nuestro decil 10: el 10% de mayores ingresos de
Brasil tiene al parecer un poder adquisitivo similar o levemente
mayor a nuestro decil 10. Los 9 deciles restantes de Brasil
tienen un ingreso per cápita menor al de sus contrapartes
argentinas. ¿Cómo se explica ello? Brasil es un país cuyo PIB per
cápita fue en 2015 el 75% del nuestro, pero mucho más
desigualmente distribuido: la brecha de ingresos entre el decil 10 y
el decil 1 fue aquí de 17 veces y allí de 34.
¿Y
qué pasa con los países desarrollados? Puse aquí dos ejemplos:
Estados Unidos y Noruega, países ambos de altísimo PIB per cápita,
pero uno con niveles de desigualdad de ingresos similares a los de
Argentina (Estados Unidos) y otro con uno de los mayores niveles de
igualdad del mundo (Noruega). El decil 1 de Estados Unidos está
en promedio en el percentil mundial 68: tiene un poder adquisitivo
similar a nuestro decil 4 y mayor al de dos terceras partes del
mundo. Sus deciles 6-10 (el 50% de mayores ingresos) está en el
top 5% mundial en materia de ingresos.
Lo
de Noruega –el país de mayor desarrollo humano del mundo desde
1995 según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD)- es impresionante. El poder adquisitivo de su decil 1 está
en promedio en el percentil 83 y es similar al de nuestro decil 8.
Luego, el 80% de su población está en el top 10% de los ingresos
mundiales. Nótese cómo el poder adquisitivo de los primeros 6
deciles de Noruega es más alto que el de sus contrapartes
estadounidenses, pese a que la torta entre ambos países es
relativamente similar: ello se explica por mayores niveles de
igualdad en el país nórdico.
Noruega
es mucho más rico que Argentina, pero también mucho más
igualitario. Ello se plasma en un dato contundente: mientras que
el poder adquisitivo del decil 10 noruego es algo más del doble de
nuestro decil 10, la brecha trepa a 7 veces si comparamos su decil 1
con nuestro decil 1. En otros términos, la gran diferencia entre
Noruega y Argentina no se da tanto en sus respectivas clases altas,
sino fundamentalmente en sus respectivas clases bajas.
Un
choripán no es una hamburguesa
Volvamos
ahora a una cuestión: ¿por qué se dice -como ocurrió con el
informe de Infobae/Universidad de Belgrano- que Argentina está en
los peores puestos de pobreza por ingresos a nivel latinoamericano?
La razón es que incurren en un grave error metodológico: comparan
choripanes con hamburguesas y con bondiolas. Todo dato es siempre el
resultado de una metodología que, aquí y en la China, siempre va a
tener cierta dosis de arbitrariedad (más allá de robustez técnica).
La forma en que medimos la pobreza es un claro ejemplo de ello: ¿cómo
definimos cuál es la vara a partir del cual estamos por encima de un
“umbral mínimo de bienestar”? ¿Quién define tal umbral?
Si
bien hay ciertos criterios, lo cierto es que tal umbral mínimo
cambia a lo largo del tiempo en un mismo país y puede ser muy
distinto entre países (incluso hoy, en Argentina, tal umbral
mínimo es para el INDEC más exigente en la Patagonia que en Cuyo y
en Cuyo que en el NEA). Todo lo anterior explica por qué el
Nobel de Economía Angus Deaton sostiene muy lúcidamente que “las
líneas de pobreza son tan científicas como políticas”.
Argentina
tiene hoy, por lejos, la vara de pobreza más exigente de la región.
Muchas personas se preguntarán: ¿Es razonable tal vara? ¿Está
inflada la pobreza? ¿Qué medida es más verdadera?”. No hay una
vara “más verdadera”; en todo caso, la vara de hoy representa
estándares de consumo de la “clase media baja” argentina
(lo que en la jerga se llama “población de referencia”) de
2004/5, en lugar de la vara tradicional, que representaba estándares
de consumo de lo que era la “clase media baja” de mediados de los
‘80.
Por
eso la clave de la cuestión no es ver el 30% de pobres que hoy
tiene Argentina en abstracto, sino en términos comparados, a lo
largo del tiempo y espacio (siempre usando la misma vara, esto es,
comparando hamburguesas con hamburguesas). En los medios de
comunicación –e incluso en la dirigencia política y, más
preocupante aún, en instituciones académicas como por ejemplo la
Universidad de Belgrano- habitualmente se prescinde de este hecho
fundamental y de la máxima de Deaton.
A
continuación podemos ver el carácter en cierto punto “relativo”
de los guarismos de pobreza. Si Argentina usara la metodología que
USA tiene para medir pobreza, tendríamos 66% de pobres (a USA le da
14% con su propia vara). Si usáramos la metodología chilena,
tendríamos 12,6% (ellos tuvieron con su propia vara algo similar,
11,7% en 2015). Si usáramos la metodología brasileña, tendríamos
6,7% de pobres. Si usáramos la que el Banco Mundial utiliza para
medir pobreza extrema en el África Subsahariana o Asia del Sur, un
1,7%. Noten que, si no comparáramos hamburguesas con hamburguesas,
caeríamos en el disparate de que Chile tiene menos pobres que USA
(11,7% versus 14%).
A
la inversa, ¿cómo sería la pobreza en distintas regiones y
países del mundo si todos utilizaran la vara argentina? En 2013,
Argentina tuvo 27% de pobres (hoy 30%). Asia del Sur (India y sus
vecinos), 96%; África Subsahariana, 95%; el Este Asiático en vías
de desarrollo (China más el Sudeste Asiático), 72%; América
Latina, poco más del 50%; el mundo desarrollado (Estados Unidos,
Europa Occidental, Japón, Israel, Australia y Nueva Zelanda), un 4%.
El mundo en su conjunto tuvo en 2013 dos tercios de la población
en condiciones de pobreza, si ésta fuera definida en todas partes
con la exigencia que lo hace el INDEC hoy. Ello
es completamente consistente con algo que mencionábamos más arriba:
nuestro decil 4 (ya por encima de la línea de pobreza
argentina) está en promedio en el percentil 68 a nivel mundial.
Si
en lugar de ver por regiones viéramos por países tendríamos algo
similar. Con la actual vara argentina, Chile estaría muy similar
a nosotros, y Uruguay sería el mejor de la región (tiene
un PIB per cápita algo mayor al argentino y ligeramente menor al
chileno, pero una distribución del ingreso un poco más igualitaria
que la chilena), con un 20%. El resto de la región
(destacándose en tamaño Brasil, México o Colombia) tendría
guarismos de pobreza monetaria muy superiores al argentino, en tanto
que países como el Congo tendrían 99,9% de pobres. En
contraste, Alemania, Noruega o Suiza tendrían una tasa de pobreza
inferior al 1%.
Si
no somos de mierda, ¿entonces qué?
Si
en lugar de mirar poder adquisitivo pusiéramos el foco en otras
variables socioeconómicas, veríamos que Argentina también está de
mitad de tabla para arriba. El Índice de Desarrollo Humano (IDH,
que además de PIB per cápita toma en cuenta esperanza de vida y
años de escolarización) del PNUD ubica a Argentina en el puesto
45 sobre 188 países, segundo en la región, solo por detrás de
Chile (7 puestos arriba). Si tomáramos el IDH ajustado por
desigualdad (esto es, tomando
en cuenta las desigualdades de ingreso, salud y educación),
Argentina aparece en el puesto 42 sobre un total de 141
países, justo por encima de Chile. Otros indicadores sueltos
muestran algo parecido: en la variable “porcentaje de la
población que usa Internet” Argentina está en el puesto 65 sobre
205 países, y liderando en América Latina, según la World
Telecommunications Indicators Database. Algo similar ocurre con
indicadores como “autos cada 100 habitantes” o “cobertura de
electricidad”, por ejemplo.
Alerta:
que Argentina no sea un país de cuarta no debe derivar en el
conformismo de “bueno, al final tan mal no estamos”. Por el
contrario, 30% de pobres (con nuestra vara) muestra enormes
asignaturas pendientes de cara al desarrollo de nuestro país. La
clave está en, más allá de la vara que tomemos para medir pobreza
y desarrollo, cómo hacer para que vivamos cada día un poco mejor y,
particularmente, para que nuestros deciles más bajos mejoren año a
año sus condiciones de vida. Hay dos claves para ello: crecimiento
(para que la torta sea más grande) con mayores niveles de
distribución del ingreso (para que esté más equitativamente
distribuida).
El
último cuarto del siglo XX fue un gran retroceso en nuestro país:
en términos absolutos Argentina fue el país del mundo que más
se desindustrializó (el PIB per cápita industrial de Argentina cayó
a la mitad) entre 1974 y 2002. En este último año el PIB per
cápita del país (tomando no sólo a la industria sino a toda la
economía) fue 14% menor al de 1974, con un dramático deterioro
distributivo (la brecha entre el 10% de mayores ingresos y el
10% de menores ingresos pasó de 10 veces a 44, de acuerdo a la
EPH del INDEC –sin ajuste por subdeclaración de ingresos-). Ello
implicó que la pobreza urbana pasara de un 16% (con vara
actual) a un 69% en ese período. Allí sí Argentina rozó
niveles de pobreza latinoamericanos: la región en su conjunto tenía
72% de pobres.
La
etapa de crecimiento que fue de mediados de 2002 a 2011 fue
prolífica: el PIB per cápita se recuperó fuerte y la brecha de
ingresos entre el decil 1 y el 10 cayó de 44 veces a 18 en ese
período. El corolario de ello fue una pobreza que mermó 40
puntos porcentuales (25 puntos más que la región, la cual no había
sufrido una crisis-rebote-recuperación como la que tuvimos entre
fines de la Convertibilidad y los primeros años post-2002). Desde
2011 la Argentina entró en un sendero de estancamiento económico y
mayores dificultades para mejorar la distribución del ingreso. De
ahí que la pobreza hoy sea similar a la de ese año (el mínimo
fue 2013), lo cual contrasta con lo ocurrido en otros países de la
región (Uruguay, Chile, Perú, Bolivia, Colombia o Ecuador, por
ejemplo), que la siguieron bajando desde entonces. A pesar de la
montaña rusa socioeconómica, del estancamiento del último
quinquenio y del amarillismo en pos de “somos un país de mierda”,
la pobreza monetaria en Argentina es hoy la más baja de cualquier
año entre fines de los ’80 y 2011.
Como
dijimos, bajarla sostenidamente implica crecimiento con distribución
del ingreso. Las políticas sociales son más que bienvenidas y
necesarias en ese proceso, pero para que la dinámica sea sustentable
y Argentina no se quede sin combustible, es indispensable que
nuestra estructura productiva –de país de desarrollo intermedio-
vire hacia una mayor densidad tecnológica de la que hoy tiene.
De ahí la necesidad ineludible de políticas como las de
desarrollo productivo, las científico-tecnológicas o las
educativas, que permitan que volvamos a pelear el campeonato en
lugar de zafar del descenso.
[1]
Tal ajuste se hizo combinando datos de EPH con ANSES, SIPA y Cuentas
Nacionales.
[2]
Estos cálculos pueden refinarse con otras metodologías,
diferenciando quienes son propietarios de quienes son inquilinos, o
lo que se llaman “economías de escala” del hogar, que “castigan”
más el ingreso per cápita de los hogares de pocas personas, habida
cuenta de que tienen mayores gastos fijos.
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