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- 30 Ago 2017
Casi
un mes después no hay ninguna pista seria sobre Santiago Maldonado y
la movilización llega incluso a la selección de fútbol.
El
pasado sábado, 20 supervivientes de la ESMA, el centro de torturas
más famoso de la dictadura argentina, protagonizaron un sobrecogedor
recorrido por las instalaciones, hoy convertidas en un modélico
centro de memoria para no olvidar la represión. Uno tras otro, en
las zonas donde fueron recluidos y torturados, donde murieron
centenares de compañeros, en el mismo sótano donde otros eran
drogados para ser introducidos sedados en aviones y después lanzados
con vida sobre el Río de la Plata, narraban sus durísimas
experiencias a centenares de personas allí reunidas. Y todos ellos,
al presentarse, en la puerta de la ex ESMA, dijeron la misma frase:
“Estuve aquí como
detenido-desaparecido y quiero que aparezca con vida Santiago
Maldonado ¿Dónde está?”.
El
público aplaudía cada vez que se citaba el nombre. Algunos jóvenes,
en vez de preguntar por los horrores del lugar, por los recuerdos de
los supervivientes, les pedían que les aconsejaran qué hacer para
presionar a favor de la reaparición de Maldonado, el último
desaparecido argentino, del que no se sabe nada hace casi un mes.
Se
le perdió la pista el 1 de agosto, durante una protesta de un grupo
de mapuches en la Patagonia que han ocupado tierras del grupo
Benetton. Los indígenas aseguran que a Maldonado se lo llevó la
Gendarmería, los agentes lo niegan y el Gobierno los defiende. La
principal hipótesis instalada en Argentina apunta a que lo mataron
de algún golpe y escondieron el cadáver. Pero aún no ha aparecido
ninguna evidencia que incrimine a los agentes y los testigos mapuches
solo hablan encapuchados y sin ofrecer su nombre, porque este grupo
de indígenas no reconoce a la justicia local. El
caso se complica cada vez más, y hasta la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos ha reclamado al Gobierno que lo resuelva ya.
El
escándalo crece cada día, y ya
se ha convertido en un problema serio para el Gobierno de Mauricio
Macri. Este fin de semana la campaña a favor de Maldonado estalló
en las redes sociales: casi 500.000 tuits pedían al Gobierno que
aclare dónde está el último desaparecido de un país en el que
esta palabra tiene un significado especial.
Argentinos famosos en todo el mundo se están interesando y se
solidarizan con la causa en las redes. “Soy
Gustavo Santaolalla y estoy grabando en Los Ángeles ¿dónde está
Santiago Maldonado?”
escribía el famoso músico, ganador de dos óscar.
El
caso ha llegado incluso al fútbol. El fin de semana, San Lorenzo y
Temperley, dos equipos de primera, pusieron pancartas en sus estadios
reclamando la reaparición. El Patón Guzmán, portero suplente de la
selección argentina, se colocó una camiseta con el reclamo. Y el
entrenador, Jorge Sampaoli, contestó cuando le preguntaron en la
rueda de prensa previa al partido Uruguay-Argentina del jueves: “Como
argentino, para los que vivimos aquella época [por la dictadura]
molesta un poco que este tema no esté resuelto”.
El
asunto ya no solo moviliza al sector más crítico con el Gobierno,
los kirchneristas, empieza a extenderse entre su propio público, lo
que es más inquietante para el Ejecutivo. La
conductora estrella Mirtha Legrand, que apoya al Gobierno, fue
especialmente dura en sus preguntas sobre el asunto a Patricia
Bullrich, la
ministra de Seguridad, que insiste en defender a los gendarmes y aún
no ha apartado siquiera a los responsables del operativo.
Bullrich,
que fue cercana al mundo montonero –su hermana fue pareja de
Galimberti, uno de los más conocidos dirigentes del grupo- y
recorrió casi todos los partidos hasta llegar al macrismo, alimentó
la polémica con una frase sobre los represores y los guerrilleros:
“Ni los demonios eran tan demonios ni los ángeles tan ángeles”.
El
Gobierno trata de alentar otras hipótesis para la desaparición de
Maldonado, como la posibilidad de que en realidad fuera víctima de
una pelea 10 días antes en la que no participaron los agentes, pero
tampoco aporta ningún elemento sólido para esa alternativa.
La familia insiste en que Maldonado desapareció a manos de la
policía. Ahora además han publicado un vídeo para demostrar que él
estaba allí el 1 de agosto, pero el hombre que ellos señalan
aparece encapuchado, con lo que tampoco hay certezas.
El
Ejecutivo está cada vez más inquieto y se molesta mucho cuando
tratan de asociar a Maldonado con los desaparecidos de la dictadura.
La comparación no resiste un mínimo análisis: entre 1976 y 1983 un
gobierno militar organizó una represión masiva sin juicio ni
garantías que terminó con 30.000 desaparecidos. Desde hace 34 años
en Argentina se suceden gobiernos democráticos y ha habido
escándalos de desaparecidos, pero nunca ningún plan sistemático.
El
Gobierno insiste en que están trabajando para encontrarlo pero no
hallan ninguna evidencia de que se lo llevaran los gendarmes. De
hecho no dan ningún
crédito a los testigos ni a la familia y aseguran que ni siquiera
tienen claro que estuviera en ese lugar el 1 de agosto.
El
juez del caso, Guido Otranto, sigue buscando evidencias y está
haciendo todo tipo de pruebas de ADN, pero el caso ha entrado en un
marasmo de confusión habitual en Argentina. Dos años y medio
después no se sabe si el fiscal Nisman murió o fue asesinado. 23
años después aún no hay autores claros ni condenados del atentado
a la AMIA, que dejó 85 muertos y que precisamente investigaba Nisman
cuando apareció muerto con un tiro en la cabeza.
Los
argentinos están pues muy acostumbrados a los casos sin esclarecer y
la impunidad. Sin ir más lejos, la justicia permitirá a Carlos
Menem que se presente a las elecciones al Senado a pesar de estar
condenado por tráfico de armas. Pero
este caso ha superado el alto nivel de tolerancia de los ciudadanos
del país austral a los escándalos. El Gobierno ya sabe que tiene un
problema mayúsculo en plena campaña electoral, pero mientras no
aparezca el cuerpo la solución está muy lejana y el caso solo puede
empeorar.
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