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- Por Juan Alonso | 17 de septiembre de 2017
El
alférez, Emmanuel Echazu fue herido durante la represión en la que
desapareció Santiago Maldonado dentro del Pu Lof de Cushamen y no
en la tranquera de la comunidad como declaró inicialmente. Esto
complica la versión del delito en flagrancia, tal como aseguró,
Pablo Noceti, jefe de Gabinete de Patricia Bullrich, que ese día
estaba a siete kilómentros en las estancia de Benetton. ¿Quién
hirió a Echazu? ¿Santiago Maldonado, uno de los testigos mapuche?
Contradicciones, declaraciones confusas y mentiras en los testimonios
de los gendarmes.
La
estrategia judicial y mediática del Poder Ejecutivo para hacer
zafar al jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti,
de su responsabilidad en la desaparición forzada de Santiago
Maldonado comenzó a quebrarse. Ayer declararon cuatro gendarmes
y quedó en evidencia que uno de esos efectivos, Emmanuel Echazu,
resultó herido en el pómulo dentro de la Pu Lof en resistencia del
Departamento Cushamen, provincia de Chubut, entre las 11 y las 12
del 1 de agosto –estando en la vera del río y no en la tranquera
de la comunidad como había dicho en sus “deposiciones
administrativas” ante el Ministerio-, en el momento en que
desapareció Santiago durante un operativo de la Gendarmería en el
kilómetro 1848 de la ruta 40.
El
relato judicial de los tres compañeros del alférez Echazu revela
dos hechos fundamentales: fue herido dentro de la comunidad
mapuche y no hubo delito en flagrancia. Es decir que la
Gendarmería actuó de forma ilegal al ingresar a la Lof y el jefe
máximo del operativo, Noceti, estaba en ese momento a escasos 7
kilómetros en la estancia Leleque de Luciano Benetton.
Veamos:
Echazu
fue herido en el río. Le fracturaron el pómulo de un golpe de puño
o con una piedra. Tampoco se descarta una patada. Santiago había
comenzado a practicar boxeo chino en El Bolsón, pero ni siquiera
tenía cinturón blanco y era un alumno regular.
Cuando
un compañero de la fuerza le preguntó a Echazu qué le había
pasado en el río y por qué tenía sangre en el uniforme,
respondió de forma escueta “no lo sé”.
Echazu
no entró herido a la Pu Lof. Lo hirieron dentro de la comunidad
luego de un supuesto enfrentamiento cuerpo a cuerpo con “un
manifestante” o con un grupo de “manifestantes”. Uno de
ellos, vestido de negro, dicen los gendarmes en sus declaraciones,
logró cruzar el río.
¿Quién
hirió a Echazu? ¿Santiago Maldonado o uno de los testigos mapuches?
La
Gendarmería no actuó bajo la norma de evitar la ejecución de un
presunto delito en flagrancia. Si Echazu resultó herido el 1 de
agosto en el río no había razón legal para que coparan el
territorio recuperado por los mapuches a Benetton en 2015.
La
ruta estaba despejada a las 3:30 de la madrugada. Los testigos
mapuches afirmaron que fueron hostigados durante toda esa noche con
reflectores y balazos de goma. Santiago pasó la noche del 31 al
1 de agosto en la casilla de vigilancia a metros de la ruta, según
recuerdan los testigos de la comunidad.
Quizá
por ese motivo, Echazu realizó el acta del procedimiento de
Gendarmería del 1 de agosto. Para seguir sosteniendo el presunto
delito en flagrancia que tanto había arengado Noceti durante aquella
reunión de la mañana del 31 de julio en Bariloche junto al
ministro de Gobierno de Chubut, Pablo Durán, los jefes policiales de
la región y las fuerzas federales.
Ante
la pregunta de por qué firmó el acta si no era el funcionario de
máxima jerarquía en ese momento, Echazu se excusó diciendo que
cumplía una orden del comandante Escola del destacamento de Esquel.
Sin
embargo, Echazu fue desmentido por tres de sus compañeros de
Gendarmería en relación al instante preciso de su herida en la
cara. Se trata del enfermero Juan Ramos y los escopeteros Darío
Rafael Zoilán y Aníbal Cardozo.
Ramos
dijo que le realizó los primeros auxilios luego de que lo vio
regresar del río con la cara sangrando hasta rozar el cuello del
uniforme. Lo curó en el puesto de guardia de los mapuches a
metros de la ruta 40. Tenía una prominente hinchazón en el pómulo
y su rostro demostraba conmoción.
Pero
Echazu había declarado otra cosa en sede administrativa en otras
oportunidades. Dijo que había sido herido en la tranquera de la Lof
y que le pasó su escopeta a Ernesto Yañez. Sucede que Yañez
también aparece en un sin lugar. Los relatos de los gendarmes lo
ubican herido tanto en el río como en la ruta. ¿Pero quiénes
fueron hasta el río y vieron a “los manifestantes”? Todo
indica que Echazu y Yañez estuvieron en el río con el resto del
grupo.
Según
declaró Zoilán, él entró a la Pu Lof y disparó su escopeta
con postas de goma unas 22 veces cumpliendo la orden del comandante
Escola de “fuego libre”. Esto significa que accionó su
escopeta en una posición de 45 grados y disparó tanto afuera de
la comunidad como adentro con tiros en los puntos neutros. Hasta
ahí su relato fue ordenado. Pero en el río se topó con alguien.
Era Echazu, una vez más.
Entonces,
Zoilán le preguntó a Echazu qué le había pasado en la cara y el
alférez respondió que no sabía. Estaba desencajado. Zoilán narró
que después del encuentro con su compañero de armas se quedó
parado sobre las vías del tren La Trochita y desde allí no podía
ver qué sucedía más abajo en la zona del río antes de que le
diesen la orden de irse del lugar. Al igual que otros gendarmes
escuchó la frase “acá tenemos a uno”. Su compañero Juan
Carlos Peloso le dijo al Ministerio de Seguridad: “Puede ser que
alguien más atrás mío (es decir cerca del río) haya gritado acá
lo tenemos”.
Exactamente
lo mismo refirió en sede judicial el testigo mapuche Matías
Santana. Él iba corriendo delante de Santiago e intentó guiarlo
para que lograse cruzar el río. Se montó a su caballo y escapó.
Subido a una loma con binoculares logró ver a tres gendarmes que
detuvieron a los golpes a Santiago y lo introdujeron a un unimog. De
allí, según el testigo Santana, fue arrastrado a una camioneta,
que partió con rumbo incierto. La frase “tenemos a uno” la
escucharon los testigos mapuches al igual que los gendarmes. En
eso coinciden, pero los gendarmes ubican al “manifestante”
siempre cruzando el río. Es decir: sostienen la vieja versión
del Ministerio de Seguridad. La idea de que Santiago se escapó o
está todavía en territorio mapuche.
En
tanto, el gendarme Cardozo aseguró que iba con su escopeta en la
mano en el momento de ingresar a la Lof. Cardozo es otro
compañero de Echazu.
Vio
a una mujer de la Gendarmería rodeada de integrantes de la comunidad
mapuche, entre ellas mujeres y niños. Cardozo dijo que decidió
proteger a su compañera y pasarle la escopeta al cabo Vázquez. Se
apostó como custodia en el puesto de vigilancia de la Lof. Y en esas
circunstancias observó a Echazu llegar del río con sangre en la
cara.
¿Dónde
estaba Yañez con la escopeta que le entregó Cardozo, tan cuidadoso
con las mujeres y tan desprendido de su arma? Una respuesta más que
deben dilucidar el juez federal de Esquel, Guido Otranto, y la fiscal
Silvina Ávila.
El
juez que investiga a la víctima
Mientras
esto ocurría, al menos tres vehículos de Gendarmería estaban
cerca del río Chubut. Un unimog cuyas huellas de seis centímetros
de diámetro quedaron estampadas en la tierra, un camión eurocargo y
una camioneta. El chofer del eurocargo, Andrés Alberto Ahumada,
declaró que estaba armado con una pistola calibre 9mm marca
Pietro Beretta dentro de la comunidad mapuche.
La
Gendarmería tardó 16 días en admitir que usó 17 vehículos en
la redada. Entre ellos, tres unimog. La ministra de Seguridad,
Patricia Bullrich, le dijo a Mirtha Legrand en su célebre cena, que
había 140 gendarmes en el operativo, pero los registros varían
entre 127 y 137. Unos 40 entraron a la comunidad mapuche con
armas, bastones y piedras en las manos. Algo por lo menos
irregular.
En
uno de los primeros allanamientos en los destacamentos de El Bolsón
y Esquel, el defensor público ante el Juzgado Federal, Fernando
Machado, le sugirió al juez Otranto que allanara el Casino de
Oficiales y la Enfermería, además de la totalidad de los pabellones
donde había computadoras y registros de guardia. Pero Otranto se
negó. Hace siete días, la familia Maldonado denunció que
Gendarmería adulteró los registros de tres destacamentos antes y
después de la desaparición de Santiago el 1 de agosto.
El
juez también se negó a allanar la estancia Leleque de Benetton.
Para colmo, durante el primer rastrillaje de Prefectura, Otranto se
fue enojado de la comunidad y se marchó en auto a pedirle permiso al
administrador general de Benetton, Ronald McDonald, para que le
permitiese ingresar los botes de goma por “su lado del río”.
El
miércoles se incorporaron tres gruesas carpetas del informe de la
Policía Federal sobre las comunicaciones telefónicas de los 70
gendarmes, que intervinieron en la represión que desencadenó la
desaparición de Santiago Maldonado. De allí salió el dato de
que el sargento Neri Robledo admitió haber arrojado una piedra sobre
la espalda de “un manifestante” que cruzaba el río.
En
esas curiosas conversaciones (algunas de ellas borradas por sus
protagonistas y rescatadas por los pesquisas) están presentes
los comandantes de la región. Además de nerviosos reclamos de
oficiales que buscaban saber detalles de las testimoniales de sus
subordinados.
Del
grupo que ingresó a la Pu Lof mapuche en resistencia Cushamen y
mantuvo un extraño encuentro en la ribera del del río en
circunstancias en que desapareció Santiago Maldonado, la Gendarmería
le otorgó licencia a seis de los involucrados. Entre ellos a
Echazu, que declaró recién operado del pómulo y en perfecto estado
de salud.
Todavía
es un enigma el rol del comandante mayor Diego Conrado Héctor Balari
en este gravísimo hecho. Se sabe que informó en cuanto a la
obsesión de Noceti sobre la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) y,
que junto al comandante Juan Pablo Badié, también cercano a Noceti,
compartía las denuncias de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y
Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) en torno a la acción
directa de los mapuches en la Patagonia. De hecho la Gendarmería
realizó un informe cuya carátula es RAM, que este cronista publicó
en exclusiva hace siete días en Nuestras Voces.
Gendarmería
cada vez más complicada
La
investigación por la desaparición de Santiago Maldonado debería
profundizar también sobre la instigación civil que tiene resabios
de tiempos oscuros por la persecución política contra los mapuches
y la xenofobia.
La
familia Maldonado recusó al juez Otranto sin éxito. La comunidad
mapuche pidió ser querellante en la causa por los hechos de extrema
violencia que padecieron.
En
la semana, un avión de la Fuerza Aérea llevó más tropas federales
a Esquel. En la región hay demasiados policías de civil y agentes
de inteligencia. Las rutas están militarizadas.
El
funcionario del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané, está
presente en las audiencias junto al juez y la fiscal. La familia
Maldonado pide una investigación seria e independiente y la
actuación de la ONU. El juez insiste en no apartarse de la causa.
El gobierno sigue negando la desaparición forzada con juegos de
artificio y operaciones con sus medios acólitos.
Hay
sed de mal en la Patagonia.
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